Miguel de Azcuénaga, la historia del militar que se negó a cobrar sueldos del Estado y el origen de la Quinta de Olivos

Como militar se destacó en las invasiones inglesas y como funcionario sobresalió por sus dotes de administrador. Hombre de fortuna, ocupó diversos cargos de importancia en los años en que el país daba sus primeros pasos

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Miguel de Azcuénaga fue el
Miguel de Azcuénaga fue el miembro de mayor edad en la Primera Junta. Tuvo una amplia trayectoria como militar y funcionario

Los ingleses ya habían desembarcado en junio de 1806 y el virrey Sobremonte había ordenado defender el Puente de Gálvez para impedir el paso de las tropas invasoras hacia la ciudad. Para ello encomendó al capitán de navío Eustaquio Giannini, ingeniero hidráulico de la Real Armada que, si esto no era posible, que lo quemase. Bajo sus órdenes colocó al coronel Miguel de Azcuénaga, un porteño que ese mes había cumplido 52 años. Estaba al mando de 400 hombres del Batallón de Voluntarios de Infantería, preparados en los alrededores de la quinta de Alzaga, en lo que hoy es Plaza Colombia. Eran las únicas fuerzas, ya que el destacamento al mando de D’Elía había partido en dirección a Quilmes.

Los ingleses terminarían dispersando a la caballería criolla y le tocó a los infantes de Azcuénaga enfrentar al invasor junto a los hombres de Giannini y la modesta artillería que dirigía el teniente coronel Juan Antonio Olondriz, lo que hicieron durante varias horas. Cuando vieron que la situación los sobrepasaba, Azcuénaga tomó las banderas y el armamento y se dirigió a la ciudad, donde todo era caos.

Azcuénaga tuvo un papel destacado
Azcuénaga tuvo un papel destacado durante las invasiones inglesas

Miguel Ignacio de Azcuénaga había nacido el 4 de junio de 1754. Pertenecía a una familia numerosa de excelente posición económica. Tenía diez años cuando fue enviado a estudiar a Málaga y Sevilla para formarse en cuestiones mercantiles, como era el deseo de su padre. Pero Miguel regresó en 1773 y, contrariando el mandato paterno, se incorporó al ejército como subteniente de artillería.

Su bautismo de fuego fue en la Banda Oriental, peleando contra los portugueses. Sería alférez real, alcalde de segundo voto y Procurador Síndico del Cabildo. El virrey Arredondo le encomendó dirigir las obras del empedrado de las calles de la ciudad, usando para ello fondos recolectados por la coronación del rey Carlos IV y la recaudación de medio real por vara que pagó cada frentista. Se usaron piedras extraídas de las canteras de la isla Martín García y se lograron empedrar casi 40 cuadras. El mismo donó 500 cabezas de ganado, cuya carne se usó para alimentar a la gente que trabajaba en las canteras.

En 1795 se casó con su prima Rufina de Basalvilbaso, y tuvo cuatro hijos, María del Rosario Justa Gregoria, Manuela Paula Martina, Antonia Ana Vicenta y Miguel José. Azcuénaga era cuñado del virrey Olaguer y Feliú, quien se había casado con su hermana Ana.

La Primera Junta de Gobierno
La Primera Junta de Gobierno en pleno: Azcuénaga, parado, en el centro

Tenía una residencia frente a la plaza de la Victoria y otra en lo que hoy es la avenida Nueve de Julio y Alsina. Como era de las pocas casas de altos de la zona, las autoridades usaban sus balcones para presenciar las corridas de toros que se organizaban en la plaza ubicada al lado de donde hoy se levanta el edificio del ministerio de Desarrollo Social.

Además, había comprado unas 35 hectáreas en el norte de Buenos Aires, conocida como Nuestro Señor del Huerto de los Olivos, donde levantó una chacra que llegaba hasta el río, que usaba como lugar de descanso. Fue uno de los primeros propietarios de esa zona.

En 1796, ya era comandante de milicias y en 1802, como coronel fue designado comandante del Batallón de voluntarios de Infantería de Buenos Aires.

Luego de haber peleado en las invasiones inglesas y de negarse a jurar fidelidad al rey británico, integró la Primera Junta surgida el 25 de mayo de 1810. Junto a Cornelio Saavedra, representó el sector militar en el gobierno criollo.

Cuando surgió el conflicto dentro del gobierno por la incorporación de los diputados del interior, la apoyó, mostrándose conciliador, posición que sostuvo para mantener la unidad.

Quinta de Olivos. Se levantó
Quinta de Olivos. Se levantó donde el propietario original, Azcuénaga, habia hecho la construcción, que usaba como descanso. Sus descendientes la donaron al Estado

Siguiendo una conducta que mantendría durante toda su trayectoria pública, se negó a cobrar sueldo, ya que decía que gozaba de una buena posición económica, gracias a la fortuna que había amasado su padre, un rico comerciante, en asociación con los Basalvibaso.

Como funcionario de gobierno le tocó la tarea de involucrarse en la organización del ejército. Por sus posiciones cercanas al morenismo, por un tiempo, fue enviado al interior de la provincia a reclutar hombres para el ejército y comprar caballos.

Debido a la asonada del 5 y 6 de abril de 1811, en la que defendió los postulados sostenidos por los morenistas, terminó desterrado en San Juan. Regresó a Buenos Aires al año siguiente, cuando ya soplaban otros vientos.

A comienzos de 1812 fue nombrado gobernador intendente de Buenos Aires y en 1818 jefe del estado mayor del ejército. Durante el directorio de Gervasio Posadas fue consejero segundo de gobierno.

Intervino en el congreso constituyente que sancionó la constitución unitaria de 1819, que no llegó a aplicarse. Ese año falleció su esposa Justa.

Su nombre volvió a sonar en 1828 cuando intervino junto al almirante Guillermo Brown y Tomás Guido en las negociaciones diplomáticas cuando terminó la guerra contra el Brasil. Juan Lavalle, que había desplazado del poder a Manuel Dorrego, a quien fusilaría, lo expulsó de Buenos Aires. Regresó cuando Lavalle cayó en desgracia y fue electo legislador provincial.

La chacra familiar la heredó su hijo “Miguelito”. La transformó en una cabaña para criar caballos y le encargó a su amigo Prilidiano Pueyrredón el diseño de una vivienda acorde, que fue inaugurada en 1854.

Uno de los descendientes de Azcuénaga, Carlos Villate Olaguer, decidió donarla al estado, siempre y cuando fuera usada como quinta presidencial. El presidente Hipólito Yrigoyen aceptó la donación a través del decreto del 30 de septiembre de 1918. Así nació la Quinta de Olivos, residencia de los presidentes argentinos.

Monumento a Miguel de Azcuénaga.
Monumento a Miguel de Azcuénaga. Es de 1910 y está emplazado en Primera Junta

En la entonces primitiva chacra, Azcuénaga falleció el 19 de diciembre de 1833, casi octogenario, aquel que, a lo largo de su trayectoria pública, cosa extraña en los tiempos que vivimos, se había negado a cobrar sueldos del Estado.

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