
La colisión entre un helicóptero militar y un avión comercial cerca del Aeropuerto Nacional Reagan de Washington, D.C., marcó un trágico episodio en la aviación estadounidense. El choque ocurrió el miércoles por la noche, cuando un Black Hawk del Ejército de Estados Unidos, con tres personas a bordo, impactó con un avión de American Airlines en su aproximación final a la pista.
El vuelo American Eagle 5342, procedente de Wichita, Kansas, volaba a una altitud de aproximadamente 91 metros cuando se produjo la colisión. La aeronave, operada por PSA Airlines, una subsidiaria de American Airlines, transportaba 64 personas en total: 60 pasajeros y cuatro tripulantes.
Las operaciones de rescate se vieron obstaculizadas por las condiciones climáticas adversas, incluyendo fuertes vientos y temperaturas extremadamente frías. Equipos de emergencia de Washington iniciaron las labores en el río Potomac, donde varias partes del avión y el helicóptero fueron encontradas.
En la mañana del jueves, las autoridades informaron que ya no se trataba de una operación de rescate, sino de recuperación de cuerpos, confirmando la falta de sobrevivientes. Hasta el momento, se han recuperado 28 cuerpos.

Se desploman las acciones de American
El accidente aéreo tuvo un impacto inmediato en los mercados financieros, especialmente en las acciones de las compañías vinculadas a la tragedia. American Airlines, matriz de PSA Airlines, experimentó una caída del 2% en sus acciones en las primeras horas de negociación del jueves. Los inversores reaccionaron con cautela ante la posibilidad de repercusiones legales, regulatorias y operativas para la aerolínea.
Por otro lado, la canadiense Bombardier, fabricante del avión CRJ-701 involucrado en la colisión, registró un ligero aumento en su cotización bursátil. A diferencia de American Airlines, la empresa no enfrentaría impactos financieros directos, ya que su modelo de avión solo fue parte del incidente y no necesariamente el origen del problema.
En cuanto a Lockheed Martin, la compañía propietaria de Sikorsky, fabricante del helicóptero militar implicado en el accidente, sus acciones sufrieron una leve baja. Aunque el impacto fue menor, los inversores se mantuvieron atentos a posibles investigaciones sobre la seguridad de la aeronave y las condiciones en las que operaba el helicóptero en la zona del accidente.
Comparación con accidentes anteriores
El choque entre el Black Hawk del Ejército de EE.UU. y el CRJ-701 de American Eagle se convirtió en el peor desastre aéreo en territorio estadounidense desde 2001. La última tragedia de esta magnitud fue la del vuelo 587 de American Airlines, un Airbus A300 que se estrelló en Queens, Nueva York, poco después de despegar del aeropuerto JFK, causando la muerte de 260 personas a bordo y cinco en tierra.
El accidente también trae a la memoria el incidente de Colgan Air en 2009, cuando un Bombardier Q400 se precipitó sobre una casa en Buffalo, Nueva York, matando a 49 pasajeros y tripulantes, además de una persona en tierra. Este siniestro llevó a la adopción de regulaciones más estrictas en la formación y descanso de pilotos.
A pesar de la gravedad del choque reciente, analistas como Savanthi Syth, de Raymond James, consideran que el impacto en la demanda de vuelos de American Airlines será temporal, tal como ocurrió tras el accidente de Colgan Air.
En términos de seguridad aérea, expertos como Jeff Guzzetti, exinvestigador de la FAA y la NTSB, sostienen que el transporte aéreo comercial sigue siendo “extremadamente seguro”, incluso tras esta tragedia.

Reacciones y posibles consecuencias
El accidente ha generado una rápida respuesta de las autoridades y podría tener implicaciones en políticas de aviación y seguridad aérea. La NTSB liderará la investigación, en la que también participarán la Administración Federal de Aviación, American Airlines, sindicatos de tripulantes y otras partes interesadas.
El proceso de investigación incluirá el análisis de grabaciones de control de tráfico aéreo, historial de entrenamiento de los pilotos, datos de vuelo y registros de mantenimiento de ambas aeronaves. También se espera la recuperación de las cajas negras, que podrían arrojar luz sobre las causas exactas del siniestro.
La NTSB publicará un informe preliminar en las próximas semanas, aunque el informe final con las conclusiones podría tardar meses o más de un año.
A nivel político, el accidente plantea un desafío para la administración de Donald Trump, quien recién ha asumido su nuevo mandato y aún no ha designado a un titular permanente para la FAA, tras la salida de Mike Whitaker, designado por Biden. Además, este evento podría reavivar los debates sobre financiamiento para agencias de transporte y control aéreo.
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