
Desde Romeo y Julieta hasta la relación del CEO de la empresa Astronomer, Andy Byron, y su directora de Recursos Humanos, Kristin Cabot, la historia está plagada de amores desventurados. Pero no es casualidad.
Según la psicoterapeuta Madison McCullough, el interés por personas inaccesibles puede estar “motivado por la necesidad de probarse a uno mismo lo que uno merece y potencialmente regular nuestras creencias autocríticas desde el exterior”.
Este deseo se convierte muchas veces en un reto personal, alimentado por la imaginación y no por la realidad. “Nos imaginamos cómo sería tenerlo y nos frustramos por no poder conseguirlo, lo cual alimenta nuestro deseo”, añade McCullough al medio Verywell Mind.
Protección inconsciente y limerencia
En algunos casos, desear a quienes no nos corresponde es una estrategia de autoprotección. Es decir, evita que la persona se muestre vulnerable, aunque obtenga la estimulación emocional de un interés romántico.
Pero esta dinámica puede derivar en limerencia: una obsesión intensa hacia un “objeto limerente” que acapara pensamientos, energía y emociones, explica la psicoterapeuta.
Las personas con apego ansioso suelen ser especialmente vulnerables. “Es probable que otorguen mayor importancia y significado a alcanzar lo inalcanzable y que se sientan más angustiadas ante la idea de no lograrlo”, señala.

Dopamina: el motor del deseo
La dopamina, neurotransmisor asociado con la motivación y la recompensa, juega un papel clave. Cuando una relación es impredecible (cuando no sabemos si el otro siente lo mismo), el cerebro experimenta picos intensos de dopamina, lo que refuerza la atracción.
McCullough compara el fenómeno con las tragaperras: “La mayoría de las veces vas a perder, pero la posibilidad de ganar hace que quieras seguir jugando”.
El papel de la cultura y el estatus
El amor romántico es un pilar en las narrativas culturales, lo que influye en cómo valoramos a los demás. Según McCulloug, “las tramas de películas, los libros y la cultura de la celebridad refuerzan la idea de que nuestro valor se define por nuestras relaciones y que podemos aumentar nuestro capital social al relacionarnos con personas con mayor estatus”.
Esta presión social puede nublar la capacidad de detectar que una persona no está disponible y dificulta cuando es momento de seguir adelante.
Cuando el amor prohibido cruza la línea: el efecto de las hormonas
“La infidelidad no es algo que una persona le hace a la otra, sino que es una cosa que le pasa”, sostiene la coach ontológica Viki Morandeira en conversación con Infobae España meses atrás. Para ella, la traición muchas veces no surge de una búsqueda deliberada, sino de “pequeños pasos inocentes” alimentados por la química cerebral.
La oxitocina es la primera en actuar: “quita la barrera con el otro, para que uno baje la guardia, crezca la empatía, comodidad y que crezca esa relación de amistad”. A esta se suman la dopamina y la adrenalina, que convierten los gestos de interés en recompensas adictivas.
“La dopamina nos hace adictos y dejar de recibirla para el cerebro es un problema. Cuando el cerebro busca una fuente de placer y no la encuentra; duele”, advierte la coach. Este ciclo puede llevar a lo que Morandeira llama “el mono”: la necesidad compulsiva de seguir recibiendo esa gratificación.
Del “yo controlo” a la justificación mental
El paso de la amistad a la atracción y, finalmente, a la infidelidad suele ser impredecible para quien lo vive. “Todo lo que se dice (aburrimiento, novedad, egoísmo, sexo, crisis personal) no explican al 100% lo en realidad ocurre”, afirma Morandeira.
Cuando llega el conflicto interno, la mente busca excusas: “La mente tiene que justificar estar siendo infiel. No puede hacerlo asumiendo la responsabilidad, tiene que haber culpables. Piensa ‘yo no puedo dejar a una buena mujer, entonces tiene que ser mala en algún sentido’”.
Cómo romper el patrón
McCullough recomienda autoconciencia y honestidad como primer paso. Preguntarse si la atracción proviene de una conexión real o de la emoción de lo prohibido es clave. También sugiere apoyarse en personas de confianza para detectar patrones repetidos y establecer límites claros.
“Pregúntate: ¿Cuánto te impulsa una profunda atracción y conexión con esa persona, y cuánto te impulsa la emoción de acceder a algo que está ‘fuera de tu alcance’?”, aconseja.
Los especialistas coinciden: ante relaciones unilaterales o imposibles, lo más recomendable es buscar apoyo terapéutico para minimizar daños emocionales. Con el tiempo y cuidado personal, es posible romper el ciclo y abrirse a vínculos reales que aporten reciprocidad, intimidad y bienestar.
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