
Cuando alguien se está ahogando en las películas, normalmente salpica, chapotea, grita y agita los brazos. En el mundo real, sin embargo, es un proceso silencioso, y por ello mucho más peligroso. Según datos de la CDC, las autoridades sanitarias de Estados Unidos, —no hay cifras de esto en España, donde en 2024 fallecieron 471 personas por ahogamiento—, en el 10% de los casos hay adultos observando a la víctima, sin darse cuenta de que un episodio crítico está ocurriendo a escasos metros. Y es que la situación de emergencia puede pasar inadvertida si no se sabe identificar las señales de alerta.
La falsa expectativa de que toda víctima de ahogamiento gritará y pedirá ayuda ha conducido a descuidar patrones de conducta mucho más discretos y letales, entre ellos el silencio absoluto, los movimientos automáticos y la aparente calma de la víctima. Los registros audiovisuales de rescates reales reflejan que, la mayoría de las veces, los bañistas presentan comportamientos que fácilmente se confunden con juego o distracción. Esto incrementa la necesidad de una educación adecuada sobre los signos reales del ahogamiento.
El proceso ha sido descrito por especialistas como el doctor Francesco A. Pia, que ha analizado en un artículo científico lo que llama “Respuesta Instintiva de Ahogamiento”, que se activa cuando una persona percibe la inminencia de la asfixia en el agua. En estos casos, el cuerpo privilegia funciones biológicas elementales y bloquea actividades secundarias como el habla. Por este motivo, quienes se encuentran en esta situación son físicamente incapaces de pedir ayuda o realizar gestos voluntarios de auxilio. Según describe este especialista en su investigación, “El sistema respiratorio está diseñado para respirar. El habla es una función secundaria o añadida. Respirar debe lograrse antes de poder hablar. Las bocas de las personas que se ahogan alternan entre hundirse y reaparecer sobre la superficie. Las bocas no permanecen fuera del agua el tiempo suficiente para exhalar, inhalar y pedir ayuda. Cuando tienen la boca fuera del agua, exhalan e inhalan rápidamente mientras comienzan otra vez a hundirse. Las personas que se ahogan no pueden agitar los brazos pidiendo ayuda. Instintivamente, extienden los brazos lateralmente y presionan la superficie del agua. Al presionar el agua pueden elevar la boca fuera del agua para respirar. Durante la respuesta instintiva de ahogamiento, no pueden controlar voluntariamente los movimientos de los brazos. Fisiológicamente, quienes luchan en la superficie no pueden dejar de ahogarse y realizar movimientos voluntarios como agitar los brazos para pedir ayuda, nadar hacia un rescatista o alcanzar un objeto de rescate. Desde el principio hasta el final de la respuesta instintiva, el cuerpo permanece en posición vertical en el agua, sin patadas que lo sostengan. A menos que los rescate un salvavidas entrenado, las personas pueden luchar en la superficie solo entre 20 y 60 segundos antes de sumergirse”.
Consejos para reconocer una situación de peligro
La respuesta instintiva de ahogamiento, identificada en la literatura especializada como IDR, es universal: todas las personas que se ahogan exhiben patrones similares, independientemente de su edad o habilidad para nadar. Por ello, el reconocimiento precoz se convierte en un factor decisivo. Las señales externas distan de ser las que históricamente se han transmitido en la cultura popular. Así, entre los indicios más frecuentes se encuentran:
- Cabeza baja en el agua, con la boca a nivel de la superficie o inclinada hacia atrás y la boca abierta.
- Ojos vidriosos, sin capacidad de enfoque, o directamente cerrados.
- Cabello cubriendo la frente o los ojos sin que la víctima haga por apartarlo.
- Falta total de movimiento en las piernas, situación completamente vertical en el agua.
- Respiración acelerada o jadear intensamente.
- Intentar nadar sin lograr avanzar, o mover los brazos como si intentara trepar una escalera invisible.
- Buscar girar de espaldas o tratar, sin éxito, de flotar.
- Ausencia total de sonidos o llamados de ayuda.
La ausencia de ruido es un factor distintivo y requiere atención especial, sobre todo cuando se encuentran niños en el agua. En el caso de menores, el silencio repentino suele ser un signo de advertencia importante: los niños que no hacen ruido mientras nadan pueden estar en apuros. Si un joven deja de jugar o de hacer sonidos, es necesario verificar su estado de inmediato.
Una de las estrategias sugeridas por los expertos es la pregunta directa: si una persona no puede responder de manera clara o solo devuelve una mirada vacía, la situación puede estar a segundos de volverse irreversible.
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