
Hacer un huevo duro es muy fácil: nada más que meterlos al cazo enteros y esperar a que hierva el agua y un rato más. Lo de pelarlos es la parte más tediosa. Lograr que queden enteros después de quitarles la cáscara puede convertirse en una misión frustrante. A menudo, al intentar retirarla, parte de la clara se desprende y el huevo termina con una textura irregular y un aspecto poco apetecible. Por suerte para todos, el medio Cookist, especializado en recetas y trucos de cocina, ha compartido varios métodos prácticos que pueden aplicarse fácilmente en casa y que hacen que el proceso sea rápido y limpio.
Los trucos para pelar un huevo duro
Uno de los más eficaces empieza nada más retirar los huevos del agua caliente. El truco consiste en sumergirlos en un bol con agua fría y cubitos de hielo. El cambio brusco de temperatura detiene la cocción de inmediato y ayuda a que la cáscara se separe con más facilidad. Una vez fríos, basta con dar unos pequeños golpes contra la encimera y pelarlos con cuidado: la cáscara suele salir en trozos grandes, dejando intacta la superficie del huevo.
Otra técnica se aplica durante la cocción. Añadir al agua una cucharadita de vinagre, de zumo de limón o un puñado de sal puede marcar la diferencia. Los tres ingredientes actúan sobre el calcio de la cáscara, ablandándola ligeramente. Es importante no pasarse con la cantidad para evitar que el huevo tome sabores no deseados. Una cucharadita es suficiente para conseguir el efecto sin alterar el resultado final.
También se puede recurrir al bicarbonato de sodio, un ingrediente habitual en muchas cocinas. Una pizca en el agua de cocción vuelve el medio más alcalino, lo que favorece que la membrana que separa la cáscara de la clara se debilite. Esto permite que, al terminar la cocción, el huevo se pele en pocos segundos, sin apenas esfuerzo.
Cuando los huevos ya están cocidos, hay otras opciones prácticas para pelarlos con rapidez. Una de ellas consiste en utilizar un frasco de cristal vacío, como los que suelen usarse para salsas o mermeladas. Se coloca el huevo dentro, se añade un poco de agua y se agita el recipiente como si fuera una coctelera. En poco tiempo, comienzan a formarse pequeñas grietas en la cáscara, que se desprende casi sola al sacarlo.
También puede emplearse una cuchara. Tras golpear ligeramente el extremo del huevo y retirar un pequeño trozo de cáscara, se introduce con cuidado la cuchara entre la clara y la cáscara, haciendo palanca con suavidad hasta que se suelte por completo.
Otro procedimiento menos común pero muy llamativo es el de soplar. Para hacerlo, hay que quitar un trocito de cáscara de la base y otro de la punta, sostener el huevo sobre un bol y soplar con fuerza en uno de los extremos. El huevo sale casi como por arte de magia, completamente limpio y sin daños.
Por último, está el método más simple: rodar el huevo sobre una superficie dura ejerciendo una ligera presión con la palma de la mano. Al hacerlo, la cáscara se agrieta en múltiples puntos y empieza a soltarse. Desde ahí, solo queda tirar de los fragmentos con cuidado para retirarlos por completo.
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