Lo que comenzó como una historieta donde plasmar la frustración como recién graduada con ganas de comerse el mundo ante las escasas oportunidades que presentaba 2013, uno de los años más duros de la crisis económica, ha terminado convirtiéndose en su primera novela diez años después. La periodista Cristina Armunia (Teruel, 1988) ha escrito Un lugar seguro (Libros.com) poniendo el foco en el fracaso laboral y el paro juvenil a través de las historias de cuatro personajes, pero también deteniéndose en temas como la familia, el desarraigo con respecto al lugar de origen o la salud mental.
Armunia, doctora en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, ha querido profundizar en su libro en esa desazón que, confiesa, aún siente ahora con 35 años y que es compartida con muchas otras personas al haberse normalizado tanto la precariedad. Atiende a Infobae España desde Teruel, el refugio al que siempre vuelve cuando necesita escapar del ruido.
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Pregunta: ¿Crees que los jóvenes viven hoy peor que sus padres?
Respuesta: Mis padres consideran que nosotros, de base, estamos mucho mejor que ellos, porque sus inicios laborales a finales de los 70 y los años 80 no fueron fáciles. Pero donde sí hay una diferencia clara con ellos es que nosotros lo tenemos bastante más difícil para conseguir una vivienda propia y tener hijos, pues son cosas que requieren de una estabilidad, sobre todo laboral, y parece difícil que nosotros la vayamos a conseguir. Luego también está el tema de los precios, que no se corresponden con la realidad de la gente y hemos pasado de ser mileuristas a milquinientos euristas, pero ni aún así llega porque el precio de la vida ha subido mucho más. Ahí seguimos luchando los que tenemos trabajo, pero hay mucha gente que se ha quedado por el camino.
P: De hecho hay mucha gente que tiene trabajo pero no una estabilidad económica porque les cuesta llegar a fin de mes.
R: Es que incluso mucha gente que trabaja opta por no encender la calefacción, opta por ahorrar al máximo en ciertos tramos horarios del precio de la luz, y eso lo que nos dice es que, aunque estés trabajando, las cosas no están fáciles. Y si hablamos del precio del alquiler en ciudades grandes, aunque cada cual tiene sus especificidades y sus problemáticas, es casi imposible que una persona pueda vivir sola, como es el caso de Madrid. Es como que la sociedad te empuja a que estés en pareja o que compartas piso hasta los 50 años. Con los sueldos que tenemos no se llega o se llega difícilmente.
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P: Además de esa precariedad, en el libro también tratas temas como el desarraigo o la salud mental, problemas que han estado siempre pero que no hemos dado importancia hasta hace relativamente poco...
R: Yo no era consciente cuando tenía 17 años de lo importante que era decidir irme de Teruel para estudiar una carrera en Madrid y esa decisión iba a marcar el rumbo de todo. Esa decisión a día de hoy, que ya ha pasado mucho tiempo, supone que yo vivo en Madrid y no en mi ciudad natal cerca de mis padres, de mis hermanos o mis sobrinos. Era una decisión que tomé porque en Teruel apenas había opciones de carreras, aunque eso ahora ha cambiado y ya hay más. Pero ahora veo a la gente de 18 años y me parece muy joven como para que decidan irse, porque nunca sabes si te vas para no volver.
P: Precisamente Laura, el personaje principal de tu novela, se marcha del pueblo a Madrid en busca de oportunidades laborales, con todo lo que eso implica. ¿Irse a la capital es la solución?
R: Una de las cosas que tiene Madrid es que hay oferta formativa de todo tipo, oferta cultural y todas las cosas que una chica joven como yo deseaba en aquel momento y, a día de hoy, también pienso que ofrece muchos puestos de trabajo en comparación con una ciudad pequeña. Creo que esa es la base de que la gente decida irse a una ciudad grande. Pero sí, Madrid es un gigante y nosotros somos hormiguitas que estamos yendo de un lado para otro o a trabajar en el metro, los desplazamientos a veces te comen, pero bueno, yo por ahora sigo queriendo estar ahí porque también me ha dado la oportunidad de ser periodista y vivir de ello.
P: Tras la grave crisis de 2008, que se extendió hasta 2014 y fue una época de recortes y protestas sociales, después llegó la pandemia, la guerra en Ucrania, la subida de los precios de alimentos y combustibles y la más reciente guerra entre Israel y Hamás en Gaza. Ante este panorama, ¿qué es para ti un lugar seguro?
R: Lo tengo claro. Para mí un lugar seguro es la puerta de mi casa del pueblo, estar ahí con mis padres tomándome el vermú un día de verano. Ese es mi lugar seguro y al que vuelvo cuando estoy agobiada o vuelvo mentalmente para imaginarme que estoy allí y que tengo en frente la noguera con las tórtolas y así logro calmarme un poco. Y en medio de cómo están las cosas, de la realidad que nos ha tocado vivir a esta generación ahora con guerras a las puertas de Europa, yo creo que un lugar seguro es la gente y nuestras redes personales. En mi caso es mi familia, mi familia de Teruel, mis padres y mis hermanos, pero también mi familia elegida, que es la gente con la que día a día lucho en Madrid.
P: ¿Crees que la precariedad es la pandemia de nuestro tiempo? ¿La hemos normalizado?
R: Sí, hemos normalizado encadenar muchos contratos, vivir con sueldos bajos y además sentir que el trabajo nos define. Creo que eso es un error porque hay que trabajar para vivir y no al revés y. Y sí creo que que podríamos llamarlo pandemia.
P: Al ser de Teruel, una de las provincias más despobladas, conoces bien lo que significa la España Vaciada. ¿Qué crees que deberían hacer las administraciones para tratar de fijar población?
R: Para empezar, creo que ha sucedido algo positivo a raíz de la pandemia y es que se ha cambiado el relato. Creo que los pueblos necesitaban que se cambiase un poco el relato de qué significaba vivir en un pueblo o volver a un pueblo, porque hasta hace no mucho el hecho de que una persona volviese a su ciudad o pueblo de origen se veía un poco como una derrota. En los pueblos, además, cada vez hay más actividades culturales y nuevos negocios no solo relacionados con el turismo rural. Y creo que una de las cosas que hay que cambiar es que también pueda teletrabajar en un pueblo un ingeniero de una gran empresa, pero para eso se necesita, por un lado, una buena conexión a Internet y, por otro, infraestructuras. Las administraciones también deberían ofrecer más viviendas para que las familias se puedan quedar y tener ahí a sus hijos.