
La historia de Anni-Frid Synni Lyngstad, conocida mundialmente como Frida, una de las voces emblemáticas de ABBA, ha estado marcada por una sombra que contrasta con el brillo de los escenarios y la perfección de las armonías suecas.
“Éramos dos personas solitarias juntas”, confesó Frida a St Martin’s Press en una de las entrevistas recogidas en el libro The Story of ABBA: Melancholy Undercover.
Esta frase, cargada de melancolía, resume la infancia de la artista, quien creció en Suecia junto a su abuela, lejos de su madre y marcada por el estigma de ser hija de un soldado nazi en la posguerra europea.
El relato de Frida, detallado en la investigación de más de una década realizada por el periodista musical Jan Gradvall, revela una vida personal atravesada por el dolor y la resiliencia, en contraste con la imagen luminosa que proyectaba el grupo en los años 70.

La historia de Frida comienza en Ballangen, Noruega, el 15 de noviembre de 1945, cuando el país aún se encontraba bajo la ocupación alemana. Su madre, Synni Lyngstad, tenía 19 años y se había enamorado de Alfred Haase, un sargento alemán siete años mayor, que formaba parte del ejército nazi.
La relación entre Synni y Alfred no solo fue un romance en tiempos de guerra, sino que también estuvo marcada por el contexto político de la época.
El régimen nazi, bajo la dirección de Heinrich Himmler, había implementado en 1935 el programa Lebensborn, cuyo objetivo era fomentar la procreación entre soldados alemanes y mujeres de los países nórdicos ocupados, considerados ideales para la “raza aria”.
De acuerdo con la publicación, “durante la guerra, los soldados alemanes eran alentados a tener hijos con mujeres noruegas”, lo que situó a Frida en el centro de una política de ingeniería social que buscaba la dominación alemana.

La historia personal de Synni se complicó aún más cuando, en 1944, Alfred fue evacuado de Noruega y reveló a Synni que tenía esposa e hija en Alemania. Para entonces, ella ya estaba embarazada y, al no poder ocultar su estado, se convirtió en blanco de la hostilidad de su comunidad.
Las mujeres que mantenían relaciones con soldados alemanes eran conocidas como “colaboradoras horizontales” y sufrían humillaciones públicas: “A muchas les rapaban el cabello en público y les pintaban esvásticas en la cara”, relató Gradvall en su libro.
Synni y su madre, Anni, fueron obligadas a limpiar los edificios donde habían vivido los alemanes, mientras soportaban insultos y escupitajos en las calles. Tras el nacimiento de Frida, la situación se volvió insostenible.
La abuela Anni decidió emigrar con la niña a Suecia, mientras Synni buscaba trabajo en el sur de Noruega, con la esperanza de reunir a la familia en el futuro. Sin embargo, ese reencuentro nunca llegó.

El 28 de septiembre de 1947, Synni falleció a causa de una insuficiencia renal, cuando Frida aún no había cumplido dos años. La pequeña quedó al cuidado exclusivo de su abuela, quien, según el testimonio de Frida, no era dada a las muestras de afecto.
“No había abrazos ni besos”, recordó la cantante, quien sentía la diferencia al ver a sus compañeros de escuela recogidos por sus padres.
Durante su infancia, Frida creció creyendo que su padre había muerto en la guerra. “Cuando preguntaba por mi padre, me decían que probablemente estaba muerto”, relató Frida a St Martin’s Press.
Esta ausencia marcó su desarrollo emocional y su percepción de sí misma, especialmente al cargar con el estigma de ser llamada “hija de nazi” por parte de la sociedad sueca, que tampoco era ajena a los prejuicios de la posguerra.El destino, sin embargo, tenía preparado un giro inesperado.
En 1977, cuando Frida ya superaba los 30 años y ABBA se encontraba en la cima de la fama internacional tras su triunfo en el Eurovision Song Contest y éxitos como “Dancing Queen”, una joven alemana, hija del medio hermano de Frida, leyó una entrevista en la que la cantante mencionaba a su padre desconocido.

Sospechando que podría tratarse de su propio abuelo, la joven contactó a la familia y, tras confirmar la relación, se organizó un encuentro en la entonces Alemania Occidental. El reencuentro con Alfred Haase fue un momento de emociones encontradas para Frida.
“Pensé que era un hombre agradable, pero en realidad me resultaba extraño. Tenía 32 años, una familia y mis propios hijos”, explicó la artista.
La barrera del idioma también dificultó la conexión: “Además, yo no hablaba alemán en ese momento, aunque recibí ayuda de mi tía, que había conocido a Alfred durante la ocupación”, añadió Frida en su testimonio. La relación entre padre e hija nunca llegó a ser cercana.
“Obviamente, no desarrollamos el tipo de vínculo que podríamos haber tenido si nos hubiéramos conocido toda la vida”, reconoció la cantante.

Las tragedias en la familia de Frida
La vida de Frida no estuvo exenta de más tragedias. En 1998, su hija Ann Lise-Lotte perdió la vida en un accidente automovilístico en Estados Unidos, poco antes de cumplir 31 años.
Al año siguiente, su tercer esposo, el príncipe Heinrich Ruzzo Reuss von Plauen, con quien se había casado en 1992, murió repentinamente de cáncer a los 49 años.
La cadena de pérdidas se prolongó hasta el otoño de 2023, cuando su nieto Jonathan también falleció a causa de la misma enfermedad.
Frida ha reconocido que el dolor la acompañó durante años y que el proceso de recuperación fue largo y complejo.

“Me costó mucho tiempo volver a encontrar la alegría. Fueron muchos años de un dolor incomprensible”, confesó la cantante a St Martin’s Press, en una de las citas más conmovedoras recogidas por Gradvall.
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