
“En la escuela se lee y se escribe y eso no es negociable”. Con frases fuertes y parada en la certidumbre que la da la experiencia, Julieta Pinasco habló sobre la responsabilidad de la escuela en la comprensión lectora de los estudiantes. La charla, moderada por Cecilia Criscuolo, se produjo en el marco de una serie de jornadas de debate organizadas por la solución educativa Ticmas, en donde distintos referentes de la educación abordaron los problemas y desafíos que el nuevo ciclo educativo plantea para directivos, docentes, estudiantes y padres.
Pinasco es docente, escritora y asesora pedagógica de libros de Lengua y literatura. Escribe para diferentes editoriales y ha sido jurado en concursos organizados por Unión Latina, así como del Foro de lectura de la Fundación Mempo Giardinelli y de Filba. Fue ganadora de premios de narrativa en Jerez de la Frontera, España, y de literatura infantil de la Fundación El Libro.
Estos son algunos pasajes del encuentro.
—¿La literatura sólo debe proporcionar placer?
—Cada vez más vivimos inmersos en una cultura escrita. Hoy gran parte de los vínculos —sobre todo, el año pasado— se han tejido a través de plataformas de video o a través de manera escrita. Nuestra cultura es una cultura escrita y los seres humanos somos seres de lenguaje. Sin embargo, parecería que la escritura y la capacidad lectora, en vez de ir en un crescendo va disminuyendo: los chicos presentan dificultades para comprender y muchas más dificultades para pasar de la idea que tienen en la cabeza al texto escrito. No creo que el objetivo de la escuela sea formar lectores: podría formar geógrafos, matemáticos, hay múltiples posibilidades. Pero en la escuela se lee y se escribe y eso no es negociable. La escuela tiene para aportar herramientas de lectura, tiene que ofrecerle al chico los recursos que necesita para comprender un libro y luego poder sistematizarlos para que esos recursos los pueda transferir a otras lecturas.
—La comprensión lectora no solo se juega en el texto literario y la literatura, pero si uno piensa en los lectores potenciales, como suele recordar María Teresa Andruetto, es la única ocasión para entrar en ese universo.
—¡Por eso en la escuela hay que leer y escribir! Por eso en quinto año hay que leer el Martín Fierro. A lo mejor es la única oportunidad que ese alumno va a tener de conectarse con algo que forma de nuestra concepción política, nacional, como quieras llamarlo. Hay ciertos textos que corresponden al canon nacional que hay que leer.
—Muchos autores hablan de una experiencia lectora casi mística con un libro en particular, pero no siempre es así. Diría que en general no es así. ¿No se da la formación del lector en el trayecto de los años, de los distintos libros y de las distintas voces, de aquellos libros que gustan y de los que no gustan?
—Yo creo que la experiencia de lectura y escritura, mal que le pese a la institución escolar, no depende de manera exclusiva de los profesores de Lengua y Literatura. A los profesores de Lengua y Literatura nos cargan muchas cosas. Cualquiera que sea profesor de Literatura entra a una sala de profesores e inmediatamente escucha: “¡No entienden nada de lo que leen!” Y uno siente que hay que trabajar la comprensión lectora. O: “Escriben y no se entiende”. ¡La ortografía! Y encima, además, nos cargan el placer. Nadie postula que los chicos tengan que sentir placer ante el binomio cuadrado perfecto, ante las isobaras, ante las causas y consecuencias de la Revolución de Mayo. Pero parece ser que ante la lectura hay que tener una situación placentera. Yo creo que la enseñanza de la lectura y la escritura es un contenido transversal en toda la escuela, y que cada área debe hacerse cargo de los discursos que engendran. No es lo mismo leer una crónica periodística para Construcción de Ciudadanía que leer un cuento en literatura, que leer un problema en Matemática o una definición o un axioma. Son fragmentos del discurso diferentes que deben ser abordados desde su especificidad. Y lo mismo pasa con la escritura. No es todo es nuestra responsabilidad. Nosotros tenemos un trabajo específico que tiene que ver con el lenguaje.

—Una frase de Graciela Montes en La frontera indómita: “Quién dijo que leer es fácil, quién dijo que leer es contentura siempre y no riesgo y esfuerzo. Precisamente porque no es fácil es que convertirse en lector resulta una conquista”.
—Las razones por las cuales alguien se hace lector creo que son tan infinitas como lectores hay sobre la tierra. En general se dice que si los chicos ven leer a los padres. Cuento mi experiencia: somos tres hermanos crecidos en la misma casa, con la misma biblioteca y con los mismos padres lectores. De los tres, solo yo soy lectora. Así que debe haber algo más. Uno se transforma en lector cuando hay un vacío interior que necesita llenarse con historias, necesita llenarse con las palabras de otras personas acerca de cómo leer la realidad. El placer no solo está ligado con el hedonismo de leer un cuento y entretenerse, entender es un esfuerzo. Muchas veces miro a los chicos y digo qué cosa terrible debe ser no poder entender lo que uno está leyendo. Como cuando uno viaja a otro país con otro lenguaje y otro alfabeto y se pregunta qué dicen los carteles. Es una experiencia muy frustrante, porque, a la larga o a la corta, la escuela es una acreditadora de saberes. Por eso se produjo tanto ruido cuando este año evaluamos de otra manera. Usamos trayectorias, rúbricas y la respuesta de los padres era: “¿No le van a poner una nota?!” Que la escuela nos pida que nosotros le pongamos un número a un chico según entiende lo que está leyendo es bastante pobre.
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