
La decisión del Gobierno de transformar al Banco Nación en Sociedad Anónima puede ser el primer paso hacia el ingreso de capital privado a la entidad de un camino que, hasta ahora, luce demasiado largo. Aún cuando el decreto presidencial disparó el proceso, la motosierra está encendida y el vocero presidencial Manuel Adorni la racionalización de una empresa pública “es un paso necesario hacia su irremediable privatización”, en el corto plazo se esperan pocas consecuencias concretas en la composición accionaria.
Lo cierto es que el proceso arrancó. En el sistema financiero algunos prevén que en el corto plazo el único efecto que puede traer es allanar el camino para conseguir fondeo, en la certeza que una S.A. tiene mucha más flexibilidad para gestionar cualquier clase de colocación en los mercados internacionales que lo que tiene un ente estatal autárquico. Los dólares que consiga Banco Nación S.A., ingresados en el mercado de cambios oficial, ayudarían tanto como cualquier otro préstamo a fortalecer las arcas públicas.
Es claro que el Nación, como ningún otro banco argentino, no necesita fondeo para responder a la demanda de crédito. Aún cuando el crédito al sector privado creció muy fuerte el año pasado, la Argentina sigue siendo el país con peor relación crédito/PBI de la región. Sobran fondos para prestar: lo que falta es bajar la inflación y tener un crecimiento de la economía que demande esos préstamos.
Lo que puede hacer el Gobierno en base a este decreto es limitado. El plan oficial, en una primera etapa, consiste en que una parte del capital del Nación cotice en la Bolsa de Nueva York, tal como lo hizo en su momento el Banco do Brasil, y en la Bolsa porteña, en un futuro más lejano. Aunque la letra chica del diseño legal del plan, elaborado por el estudio de Horacio Liendo, aún no se conoce, aparece como algo difícil dar esos pasos sin tener apoyo del Congreso para modificar por ley su Carta Orgánica.

El presidente del Banco Nación, Daniel Tillard, no obstante, tiene un antecedente que conoce de cerca. Durante ocho años presidió el Banco de Córdoba, que en 2004 hizo un giro similar. Por la vía de un decreto del entonces gobernador José Manuel De la Sota, el Bancor se transformó en sociedad anónima con un 99% de su capital en manos del estado cordobés, un formato que conserva hasta el presente. Allí no había búsqueda de eficiencia ni de potencial el crédito: aquel decreto era una exigencia del Banco Mundial para otorgar un plan de financiamiento que tanto la provincia como el banco necesitaban con premura.
Tillard condujo el Bancor mucho después, entre 2015 y 2023, pero conoce de cerca la diferencia entre ser o no ser S.A. en un banco público. Antes de esa etapa, fue director también por ocho años del Banco de la Provincia de Buenos Aires, parte de ellos bajo la presidencia de Guillermo Francos, hoy jefe de Gabinete.
En el sistema financiero, quienes conocen a Tillard elogian su capacidad de gestión al mismo tiempo que su elasticidad: después de tantos años de defender el rol social de la banca pública y su contrapeso frente a los bancos privados, ahora le tocará encarar el proyecto de “irremediable privatización”, según Adorni. El vocero señaló que “el Estado no tiene que hacerse cargo de ninguna función que el mercado pueda hacer mejor”, tras hablar de “fracaso” y “privilegios” en la banca pública de la que funcionarios como Tillard fueron protagonistas.
Un punto central es que, hasta ahora, la gestión de Tillard no necesitó la conversión en S.A. para pasar la motosierra. En el último año la dotación del banco se redujo en más de 1.000 empleados, un 7% del total, tras un plan de retiros voluntarios y jubilación anticipada. También se suprimieron algunas áreas y hasta se planea el cierre de sucursales, en línea con la decisión de dar pelea a los municipios que cobran tasas excesivas al sector financiero.
El Banco Nación es líder histórico en depósitos, activos y préstamos. Y también en personal: uno de cada cinco empleados bancarios del país trabaja en la entidad, por lo que los planes del Gobierno ya recibieron una respuesta gremial negativa. La Asociación Bancaria, liderada por el dirigente kirchnerista Sergio Palazzo, enarboló como un éxito cuando el Congreso eliminó al Nación de la lista de empresas privatizables. Pero ahora enfrenta un nuevo escollo ya que los recortes siguen su marcha y cualquier cambio societario incluye cambios profundos en el personal.
El argumento que asegura que los bancos públicos son relevantes porque están presentes con una sucursal en cada ciudad choca con un dato insoslayable: hoy el sistema financiero está presente en cada teléfono celular
El banco tiene además un conjunto de empresas conexas en el Grupo Banco Nación que también pueden ser parte central del plan. Al ser entidades autónomas pueden formar parte de otras formas de ingreso del capital privado, aunque no todas pueden generar interés en accionistas privados en virtud de la cantidad de personal que poseen y su posición de mercado. Nación Servicios tomó protagonismo en forma reciente porque administra el sistema SUBE, que competirá con otros medios de pago en el transporte público. Otras compañías son Nación Seguros, Nación Bursátil y Pellegrini Fondos Comunes de Inversión, entre otros.
Al mismo tiempo que avanzó la motosierra, también impactó la desregulación del ministerio que conduce Federico Sturzenegger. El sistema que obligaba al sector público a contratar empresas estatales, por el cual los funcionarios viajaban solo en Aerolíneas Argentinas y los autos oficiales cargaban nafta solo en YPF, también pegó en el banco estatal. Así se desarmaron algunos negocios cautivos en los que progresivamente empezó a competir con los bancos públicos, tales como la recepción de los depósitos judiciales o el pago de salarios a los empleados públicos.
Además de la repercusión gremial, la transformación puede impactar en la relación del gobierno central con las provincias. En muchos lugares del país, las autoridades del Banco Nación tienen tanto peso como los gobernadores e intendentes, ya que son la rueda de auxilio más cercana para financiar lo que haya que financiar.
La transformación del Nación no representará por ahora grandes cambios en el escenario del sistema financiero que seguirá teniendo sus tres patas clásicas, banca pública, privada local y privada extranjera. Lo que sí pone en juego es la pelea de la banca tradicional vs banca digital.
La clásica imagen de que en cada pueblo del país, frente a la plaza central hay una escuela, una iglesia, la municipalidad y un banco público, sigue siendo icónica pero atrasada en los tiempos. El argumento que asegura que los bancos públicos son relevantes porque están presentes con una sucursal en cada ciudad de la Argentina entra en confrontación con un dato insoslayable: hoy el sistema financiero está presente en cada teléfono celular.
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