
Con una mayor presión sobre los dólares financieros y reservas que no paran de caer, Sergio Massa termina de definir medidas que alivien al menos temporalmente el frente cambiario. Se trata solo de ganar algunas semanas de tiempo, mientras se apuran las negociaciones con el FMI en la búsqueda de un nuevo desembolso del organismo, en lo posible para fin de mes.
Las definiciones estarían muy cerca, sencillamente porque el FMI entra en receso estival y la mayoría de los técnicos y funcionarios se ausenta durante casi todo agosto. Por lo tanto, esta semana sería la última para llegar a algún entendimiento. De lo contrario ya habría que pasar todo para septiembre.
Massa está apurado por varias razones, pero sobre todo la necesidad de enfrentar el extenso calendario electoral sin la incertidumbre relacionada con el FMI. Si bien venía pidiendo desembolsos extra para ganar poder de fuego en materia cambiaria, ahora al menos precisa que el organismo desembolse para hacer frente a los próximos vencimientos, que suman unos USD 3.200 millones entre el 31 de julio y el 1 de agosto.
Contar con esos recursos liberaría algo de dólares que quedan y también yuanes para seguir abasteciendo a los importadores, pero también para mantener algo de intervención en el mercado cambiario.
Doble urgencia
Las urgencias del ministro de Economía coinciden con las del candidato presidencial. En ambas situaciones, Massa precisa asegurar un acuerdo con el FMI que reduzca las posibilidades de un desborde cambiario junto antes de las elecciones. La típica dolarización pre-electoral ya se está haciendo notar, como lo demuestra el impulso del contado con liquidación y del dólar libre, que el viernes cerró a un récord nominal de 528 pesos.

La puesta en marcha de un dólar agro en su cuarta versión (a un tipo de cambio de $ 350) abarcaría a las economías regionales, que todavía estaban dentro del esquema anterior y también otros productos como el maíz, más girasol, cebada y sorgo. Según las estimaciones del economista Fernando Marull, ingresarían unos USD 2.000 millones adicionales, lo que daría algo de alivio a las reservas del Central.
Como contrapartida, y para no malvender esas divisas compradas a un tipo de cambio más alto, se implementaría un el impuesto PAIS (hasta ahora para turismo) también a las importaciones. La tasa seria del 30% para pago de servicios y productos suntuarios, aunque por ahora no hubo mayores detalles.
Aplicar un impuesto al dólar importador va en línea con la lectura de que tiene el staff del FMI respecto a la situación cambiaria de la Argentina. En el último “staff report” de marzo ya se hacía referencia a un atraso cambiario del orden del 25%.
Prohibido saltar
Massa sigue negándose a un salto cambiario brusco y evita por todos los medios de quedar con el cartel de “devaluador”. Y prefiere que este sinceramiento del tipo de cambio le quede en todo caso al próximo Gobierno. Pero el FMI viene presionando para que el “trabajo sucio” se haga desde ahora y no seguir alimentando la bomba.

Con los próximos anuncios, el tipo de cambio oficial quedará como un valor casi testimonial. Más bien seguirá como una referencia, por ejemplo para el cálculo del “dólar turista”.
Además, esta multiplicidad de tipos de cambio también avanza hacia un mayor desdoblamiento cambiario. No sería extraño que los primeros meses del próximo Gobierno mantengan este mismo esquema. Quizás el principal dato es que el dólar oficial continuará vigente para los contratos en medio de esta devaluación en cuotas o parcial que piensa llevar adelante Massa.
Quienes compraron dólar futuro de Rofex para cubrirse de un posible salto devaluatorio no lo lograrán, porque la referencia del dólar oficial se mantendrá en los próximos meses. Incluso lo más probable es que el próximo Gobierno que asuma el 10 de diciembre tampoco lo haga de un día para el otro, como sí lo hizo Mauricio Macri con el entonces titular del Central, Federico Sturzengger.

Lo mismo sucederá con los bonos “dollar linked”. Que ajustan su cotización a la evolución del dólar oficial. En este caso los inversores verán en sus portafolios ese salto, ya que el encarecimiento del tipo de cambio se “dibuja” con la aplicación de un nuevo impuesto.
¿Para qué más seguiría vigente el tipo de cambio oficial? Seguramente para las empresas y provincias que precisan acceder a divisas para hacer frente al pago de deuda en el exterior. Y también para los contratos (incluyendo alquileres) cuyo pago mensual o anual está estipulado a ese valor.
La normalización del mercado cambiario choca, por lo tanto, con las dificultades ya conocidas. Básicamente la falta de confianza y en particular una brecha entre el dólar oficial y el financiero que se acerca al 100%. Se trata de más del doble de la brecha que le dejó Cristina Kirchner a Mauricio Macri.
En 2015 fue más sencillo plantear la salida del cepo y la unificación cambiaria porque el “shock” devaluatorio estaba contenido. Ahora no solo hay peligro de un salto cambiario mucho mayor, sino que la deuda en pesos también es sustancialmente mayor, lo que complica mucho más las cosas.
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