Aunque la semana pasada el debate económico sobre la deuda se centró sobre el volumen, la inercia y el empinado calendario de la parte denominada en pesos, la acuciante necesidad de dólares sigue siendo el mayor desafío del Gobierno para mejorar las expectativas sobre la economía y cumplir las metas –en especial, las de acumulación de reservas- acordadas en marzo del año pasado con el FMI y a cuyo cumplimiento se aferra el equipo económico que encabeza Sergio Massa.
Políticamente, se trata de objetivos desafiantes. En las últimas dos semanas el Banco Central debió realizar ventas netas de dólares en el mercado de cambios y la actividad económica sigue dando signos de enfriamiento.
Como expuso Maximiliano Gutiérrez, economista del Ieral, los datos de recaudación impositiva de enero reflejan que continúa el proceso de desaceleración del nivel de actividad que empezó a verse a partir de septiembre de 2022: al punto que la totalidad de recursos del Gobierno presentó una caída real del orden del 2,7% respecto de igual mes del año pasado y los impuestos asociados al mercado interno tuvieron la misma dinámica, aunque atenuada.

En particular, escribió Gutiérrez, la información de IVA Aduana, medido en dólares al tipo de cambio oficial permite inferir que las importaciones de enero habrían sido de unos USD 4.880 millones, un 7% menos que un año antes; un brutal giro respecto del 45% interanual al que aumentaban a mediados del año pasado. De hecho, ya en diciembre el Indec había registrado retrocesos tanto de la producción industrial como de la construcción.
Industria y construcción, en caída
Según el INDEC, tanto la producción industrial manufacturera como la construcción ya habían retrocedido en diciembre. El Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) registra 5 meses consecutivos de contracción, la más larga serie negativa desde 2012, cuando se inició esa serie estadística, y acumula –recordó un informe de la consultora Invecq- una baja desestacionalizada del 24,8%, que la colocó en niveles de mediados de 2021, un retroceso de casi 20 meses en el tiempo. Algo parecido, aunque atenuado, se observa en el rubro industrial. En ambos casos, a una primera mitad de 2022 expansiva siguió una segunda de estancamiento o contracción, que se prolonga pero será más visible en 2023, pues a diferencia del anterior, este año tendrá un “efecto de arrastre” negativo.
Desde el punto de vista de los dólares lo más relevante es la caída proyectada de producción de soja y maíz (20 y 18% respectivamente), por su aporte de exportación y divisas. De este modo, si quiere cumplir las metas con el FMI, Economía debería ajustar aún más las restricciones a la importación, ahondando el impulso recesivo.

Por eso, a pesar del cruce entre oficialismo y oposición sobre la deuda (“bomba” o no) en pesos, los dólares siguen siendo el nervio más sensible de la gestión económica.
Invecq estimó que las reservas netas, según la métrica FMI- eran de USD 3.358 millones al martes pasado. Para cumplir con el organismo, el BCRA debería exhibir reservas netas de USD 7825 millones a fines de marzo. Computando lo que el gobierno recibirá del Fondo (unos USD 2760 millones netos el próximo mes, por cumplir las metas a diciembre, de los cuales podrá computar como reservas netas unos USD 1.640 millones), para cumplir con el FMI el Central debería acumular más de USD 2.600 millones “genuinos” en el mercado de cambios en las próximas 6 semanas.
La liquidación de divisas de la agroindustria de los últimos meses, salvo los picos del “dólar soja” 1 y 2, como puede verse en el gráfico de arriba, no alienta el optimismo. Por eso se percibe cada vez más probable un “dólar soja 3″ o algún esquema alternativa de incentivos a la liquidación de divisas.
Todas demandas que exigirán el continuo activismo de la gestión económica de Massa para mantener la iniciativa en medio de una coalición de Gobierno cada vez más disfuncional y con candidaturas y calendario electoral a la vista.
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