Salió campeón con San Lorenzo, jugó en Europa y hoy maneja el frigorífico de la empresa familiar

Diego Capria defendió las camisetas de más de diez equipos a lo largo de su carrera. Cómo se preparó para cambiar el deporte por los negocios

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Diego Capria en el frigorífico
Diego Capria en el frigorífico San Antonio

Diego Coco Capria vistió las camisetas de Estudiantes de La Plata, Racing Club y San Lorenzo de Almagro. Con los colores del Ciclón salió campeón de la Copa Mercosur de la mano de Manuel Pellegrini, a quién definió como “el mejor entrenador” de su carrera. Su trayectoria deportiva también incluyó equipos internacionales: Atlético Mineiro de Brasil, Querétaro de México y Zúrich FC de Suiza.

En 2006, con 15 años de carrera y después de haber colgado los botines, se puso el delantal del frigorífico familiar San Antonio, ubicado en un predio de 2.5 hectáreas con 1200 metros cubiertos de instalaciones, en el cual se faenan lechones, cochinillos, corderos y ovejas. Para adentrarse “en un mundo distinto” al que estaba acostumbrado, realizó, entre otras cosas, cursos de coaching empresarial. “Tuve que hacer cursos de liderazgo y de aprendizaje en la parte comercial”, cuenta el ex defensor, de 52 años.

Coco Capria debutó en 1993 en Primera División con Estudiantes de La Plata, club en el que hizo las inferiores desde los 15 años. De 1997 a 1999 vistió la camiseta de la Academia, siendo dirigido entre otros por Gustavo Costas. En 2000 se puso la del Mineiro. En 2002 salió campeón de la Copa Mercosur (hoy Sudamericana) con San Lorenzo. Entre el 2002 y 2003 jugó con el Querétaro para luego volver al Ciclón, en donde le costó readaptarse. En 2004 emigró al FC Zúrich con el que salió campeón de la Copa Suiza, en 2005.

Capria salió campeón de la
Capria salió campeón de la Copa Mercosur con San Lorenzo

“Colgué los botines y no tenía la más mínima idea de donde me iba a meter, ni la forma de cómo iba a meterme. Cuando me metí en el frigorífico, fui responsable de lo que quería hacer “, explica en diálogo con Infobae sobre cómo es trabajar en el emprendimiento familiar que lo transformó en un exitoso empresario de carne bovina y de cordero.

Cuando su hermano, el talentoso Rubén, el Mago, se empezaba a consolidar en Estudiantes de La Plata, Diego empezó a estudiar Veterinaria hasta que decidió que quería ser jugador de futbol y recorrió los 110 kilómetros desde su pueblo, General Belgrano, al country de City Bell para demostrarle a la escuela Pincharrata sus condiciones como defensor. “Elegí el fútbol en lugar de seguir estudiando la carrera y me aboqué por completo en lo que quería. Siempre estoy agradecido a mis padres por la posibilidad que me dieron de poder elegir”, recuerda.

Coco Capria está casado con Mariana, a quien conoce desde los 14 años, y es padre de Robertino y Brunella. Su trabajo de hoy comienza cuando se sube al auto para hacer los 162 kilómetros que unen el barrio porteño de Caballito (donde vive) con General Belgrano, que hoy es ni más ni menos que su oficina. El ex defensor jugó en 13 equipos diferentes, con tres experiencias en el exterior. “Me tomé el fútbol como un medio de vida y todo lo hice con mucha seriedad. El fútbol me dio la posibilidad de poder darle calidad de vida a mi familia”, revela.

- ¿Qué estás haciendo por estos días, Diego?

- Estoy trabajando en un frigorífico en General Belgrano, en un ámbito fuera del fútbol, aunque mantengo relaciones con gente metida en el fútbol. Estoy con el tema del campo, con emprendimientos con talleres en Buenos Aires y en General Belgrano. Desde que dejé el futbol, me metí en la empresa familiar y arrancamos a buscar mercado en el consumo interno. Logramos posicionarnos en la estructura en la Argentina en lo que tiene que ver con la carne bovina y de cordero.

- ¿Es una empresa vinculada a tu familia?

- Sí, arrancó mi viejo con el frigorífico y me gusta mucho. En el fútbol llega un momento donde uno es consciente en el posicionamiento donde se encuentra y me llegó el momento de retirarme. Entonces, arranqué con este emprendimiento, siguiendo la línea de mi papá. A partir de mi involucramiento, hubo un desarrollo que se hizo como empresa y hemos logrado los objetivos que nos propusimos.

- ¿Te preparaste para manejar un frigorífico o seguiste los lineamientos de tu padre?

- Me preparé. Colgué los botines y no tenía la más mínima idea de donde me iba a meter, ni la forma de cómo iba a meterme. Cuando me metí, fui responsable de lo que quería hacer y me aboqué a hacer cursos de coaching, de liderazgo y de aprendizaje en la parte comercial. Entonces, hay que preguntar mucho y tener la oreja bien despierta para escuchar y hablar lo menos posible. Pero sí escuchar todo lo que te van diciendo para tenerlo en cuenta e ir sumando experiencia y volcarlo a la empresa.

Coco Capria está al frente
Coco Capria está al frente del frigorífico de la empresa familiar

- ¿Cómo se manejan en ese rubro y con qué te encontraste?

- Obviamente que tuve que readaptarme, como la vida misma. Hubo un cambio, un giro en el formato que te da el fútbol y un bienestar que es muy lindo en la diaria. Mas allá de todo lo que se dice, el fútbol te motiva todos los días con el solo hecho de ir a entrenar, ser parte de un vestuario y preparar un partido. En el frigorífico es un mundo distinto, porque uno se tiene que ir preparando todas las semanas, en cómo llevar a cabo el trabajo porque mucha gente de la empresa depende de tu accionar. Por eso digo que siempre hay que prepararse para que todo vaya de la mejor manera.

- ¿Previo a meterte en el negocio familiar no vinculado al fútbol, te costó colgar los botines?

- Me costó, pero traté de meter mi cabeza en esto y mantenerme ocupado. Quise poner mi cabeza en actividades que hicieron que todo sea más leve, porque vos largas el fútbol y al otro día, sos un desocupado más. Entonces, uno tiene que tratar de ocupar su tiempo y aprender cosas nuevas, tratar de estar bien de la cabeza que es lo que te permite tener claridad para meterte en lo que quieras hacer.

- ¿Es una decisión que venías analizando o la tomaste de un día para el otro?

- Tuve una carrera en la que jugué en muchos clubes. Fui de un lado al otro, y en el último, que fue Quilmes, tuve una propuesta para irme a Universitario de Perú, pero había tenido una lesión de rodilla, previamente había tenido siete operaciones, y no me sentía diez puntos para continuar. Entonces, luego de firmar el contrato con el equipo peruano llamé al presidente y le dije que no estaba en condiciones de seguir. Yo ya tenía dos hijos y no me sentía de la mejor forma física para continuar jugando. Así que preferí hablarlo con él más allá de su enojo, y dejé el futbol definitivamente.

- ¿Tus inicios con la pelota fueron en Estudiantes de La Plata?

-Sí. Arranqué en General Belgrano, en un club de barrio. Cuando me fui a estudiar veterinaria a La Plata, se me dio la posibilidad de ir a probarme a Estudiantes y entré en la Cuarta División. A partir de ahí, empecé mi carrera hasta debutar en la máxima categoría. Mis viejos me dieron la libertad para que haga lo que quisiera. Elegí el fútbol en lugar de seguir estudiando la carrera y me aboqué por completo en lo que quería. Siempre estoy agradecido a mis padres por la posibilidad que me dieron de poder elegir. Me anoté en febrero en la carrera de veterinaria y le dejé a los pocos meses.

- ¿Tanto vos como tu hermano Rubén arrancaron paralelamente en el fútbol?

- No, Rubén arrancó un tiempo antes. Él empezó en Infantiles en Estudiantes. Luego cortó para estudiar y después regresó cuando tenía 15 años. Hizo un sacrificio muy grande. A los 14, viajaba solo en un micro desde General Belgrano a La Plata, entrenaba en Estudiantes y luego volvía, con dos horas y media de viaje. Hizo todo su camino y cuando terminó quinto año en la secundaria, volvió al fútbol. La pasión por el fútbol es única. Viene de familia en un pueblo como es General Belgrano que te permitía estar con la pelota todo el día bajo el brazo. Luego, con el club Belgrano disputamos la liga local que pertenecía a La Plata, donde jugaban también Gimnasia y Estudiantes que eran catadores de muchos juveniles en distintos pueblos, y de ahí pasé a Estudiantes.

- ¿Cómo fue tu paso por Racing Club?

- Cuando me fui de Estudiantes, llegó a Huracán de Corrientes, me toca ascender y me voy a Rosario Central, donde no pude jugar en Primera División. Después, me voy a Racing y continuó mi carrera. Me encontré con gente querida y compartí nuevamente el vestuario con Rubén.

- ¿Lo tuviste a Ángel Cappa como entrenador?

- Yo llego con Carlos Babington como entrenador. Después, hubo un interinato y estuvo Gustavo Costas con Roberto Zapata y el Bocha Maschio. Luego, llegó Ángel Cappa en 1998. Fue un momento difícil en Racing, aunque el equipo estaba para ser campeón. Ese equipo encontró un formato de juego y una idea futbolística que llevó adelante Ángel, pero se nos escapó el torneo sobre la hora.

- ¿Cómo fue tener a Costas como entrenador?

- Fue en 1999, en mi última etapa en Racing. Él estuvo como técnico junto a Maschio y Zapata. Para mi fue un entrenador que recién arrancaba con su carrera. Ahora es otro Costas, que lo ha logrado todo con Racing. El sentido de pertenencia que logró Costas en el plantel y en sí es único.

- Tuviste otro Costas que daba sus primeros pasos. ¿Tenés un buen recuerdo de él?

- Cada técnico te deja lo bueno y lo malo. Hay cosas que compartía de él, sobre cómo se brindaba al equipo y la manera de manejarse, y otras que no. Uno debe compartir todo, más allá de lo que uno piensa.

Rubén y Diego Capria, juntos
Rubén y Diego Capria, juntos en Chacarita. También compartieron plantel en Racing

-Es poco habitual que compartan vestuario de Primera División dos hermanos. ¿Qué tal fue esa convivencia con Rubén en Racing?

- La verdad que fue muy buena. En 1995 compartimos vestuario en Estudiantes de Primera. Yo me voy a Huracán y él a Racing. Desde 1997 a 1999 fuimos compañeros en Racing, y posteriormente durante seis meses en Chacarita, hasta que me fui a Atlético Mineiro que estaba en pleno desarrollo, con una visión de grandeza, y hoy nada es casual de haber llegado a la final de la Copa Libertadores. En Racing había tenido a varios compañeros y se hizo un poco más fácil. La idea era la responsabilidad en la que encaraba las cosas. Cuando estuvo Rubén, que es una persona que tiene muy clara lo que quiere, fue un privilegio para mí tenerlo y aprender de él. Era una referencia la cual había que seguir y fue muy bueno tenerlo al lado.

- Luego de Atlético Mineiro, jugaste en Belgrano y llegaste a San Lorenzo de Almagro, donde fuiste campeón de la mano de Manuel Pellegrini, un equipo que quedó en la historia…

- Sí. Cuando regreso de Brasil ya tenía todo arreglado para volver a Racing que tenía como presidente a Daniel Lalín. En su momento, cuando me fue a buscar el Mineiro, saltó la opción de ir a Flamengo y hubo un problemita que tuvo que ver con la venta del pase, y terminé jugando en Belgrano, en donde logramos mantener la categoría. De ahí, recalé en San Lorenzo que fue una de las cosas más lindas que me pasaron en el fútbol.

- ¿Cómo definirías a ese equipo campeón que quedó en la historia del club?

- Manuel (Pellegrini) fue uno de los mejores entrenadores que tuve en mi carrera, por la simpleza, la bajada de línea y la visión que tenía con relación a lo que quería para el equipo. Eso es lo más difícil de trasladar a un plantel. La idea era tan simple que se hacía muy fácil para todos los que integrábamos el grupo, con una responsabilidad muy grande y sabiendo que función uno debía cumplir dentro del equipo. Entonces, estábamos muy mentalizados en lo que pretendía Manuel que bajaba una línea muy directa y clara, que es fundamental para la dirección de un plantel. No sólo de un equipo, sino de un plantel de fútbol que no requiere de 11 jugadores o de 22, porque detrás hay un cuerpo médico y un cuerpo técnico que están muy direccionados a la idea de Manuel.

- ¿Luego te fuiste a México y volviste al Ciclón para tomar revancha?

- Sí, me fui a Querétaro, donde me compraron el pase. Luego, volví a préstamo a San Lorenzo con la idea de quedarme acá, pero surgió la oportunidad de irme a Sion de Zúrich. Estuve un tiempo allá hasta que tuve una lesión en la rodilla, lo que generó que regresase para jugar en Instituto de Córdoba. Cuando estuve en Suiza, había en el fútbol de allá mucha proyección en la categoría de base. El juego es más tranquilo que acá, únicamente se iguala en Brasil con Argentina. El fútbol es un deporte más y el deporte más importante es el hockey sobre hielo. Ahora, fue variando y mutando, y el fútbol se hizo muy fuerte. En las últimas Eurocopas, a Suiza le ha ido bien y se hizo fuerte. En el 2006, colgué los botines estando en Quilmes. Permanecí dos años en Primera y cuando descendimos, me fui. No jugué en el Nacional B.

- ¿Cuál fue tu entrenador preferido y con el que más aprendiste en estos 13 clubes donde jugaste?

- Manuel Pellegrini fue un gran entrenador. Pero siempre digo que, desde Estudiantes hasta Quilmes, de todos los entrenadores que tuve aprendí lo bueno. Si hubo algo que no me gustó, lo observé para no hacerlo. Lo que no me gusta lo dejo a un costado y lo que sí, trato de tomarlo. Así es mi vida, siempre.

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