
(desde Santiago, Chile) Santiago Ford era un deportista de alto rendimiento que, tras cinco años en el equipo nacional de atletismo en su Cuba natal, no lograba destacar. Creía que el cuarto lugar que había logrado en el declatón del Mundial Sub 18 de Polonia cambiaría su situación, pero su logro pasó prácticamente inadvertido. “En Cuba tienes que tener oro o plata para que te reconozcan y puedas llamar un poco la atención. Si no, no eres nadie”, comentaba hace un tiempo en una entrevista a Emol. Entonces, aunque vivía “sin problemas” con sus padres, comenzó a soñar con otros rumbos. En 2018 conoció a una delegación de entrenadores chilenos que había viajado a la isla y, tras trabar amistad con uno de ellos, se marchó sin pensarlo dos veces, con la esperanza de una vaga promesa.
Primero voló a Guyana y de ahí pasó a Brasil. Atravesó la selva en una camioneta y entró a Perú. “Me tocó bajar todo Perú por carretera hasta Tacna. Estaba deshidratado, tenía hambre y el frío me tenía mal”, recuerda. En Tacna tuvo que sobornar a la policía para que no lo deportaran de vuelta y con sus últimos diez dólares, llegó a la frontera con Chile. Cruzó el desierto de noche, solo, siguiendo la línea del tren, atravesando un campo minado sin siquiera darse cuenta. Al amanecer estaba en Arica. Su sueño comenzaba a hacerse realidad.
Una vez en Santiago, se las arregló como pudo con la ayuda de su amigo entrenador. Comenzó a trabajar de guardia en una discoteca y así pasó un año. “Me ayudaron para que pudiera entrenar en el Centro de Alto Rendimiento pero por mi trabajo llegaba muy cansado. Dormía tres o cuatro horas. Entraba a la discoteca a las 9 de la noche y salíamos 7 u 8 de la mañana. No aguanté más. No podía seguir el ritmo, no podía entrenar con el trabajo que tenía”, señala.

Pero entonces la suerte se puso de su lado. El entrenador Matías Barrera, sin conocerlo, lo alojó en su casa y lo alentó a volver a entrenar. Luego vino el estallido social y la pandemia. Siguió entrenando, corriendo por las calles desiertas de Santiago, y cuando logró participar en el Nacional de Atletismo de 2021, se impuso en el salto triple. Como aún estaba de ilegal en Chile no fue reconocido como campeón, pero llamó la atención de la entonces Ministra del Deporte, quién lo hospedó en el Centro de Alto Rendimiento. El nueve de enero de este año recibió la carta firmada por el presidente Gabriel Boric que autorizaba su nacionalidad por gracia. Diez meses después, devolvió el gesto con un oro panamericano volando en la pista del estadio Nacional y ganándose el corazón de todos los chilenos.

Hoy, mientras se prepara para los Juegos Olímpicos de París 2024, solo espera que salga su pasaporte para poder visitar a sus padres en Cuba, a quienes no ve hace cinco años. “Yo salí legalmente de Cuba, así es que planeo volver apenas pueda para mostrarles a mi hijo, Matías, que va a cumplir un año”, asegura. La vida, al fin, comienza a sonreírle a Santiago. Ya no es más un inmigrante ilegal. Ahora corre por las calles de Santiago con paso de campeón.
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