Jorge Solari, sin filtro: los secretos de Maradona en Newell’s, sus peleas con el rey de Arabia Saudita en el Mundial de 1994 y las enseñanzas de Zubeldía y Griguol

En diálogo con Infobae, el ex entrenador habla sin ningún tabú. Su vida en el fútbol le dejó una historia que repasa con orgullo y pasión

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Jorge Solari fue una de las figuras del Estudiantes de Zubeldía
Jorge Solari fue una de las figuras del Estudiantes de Zubeldía

A Jorge Solari le dicen El Indio por cómo jugaba en el sur de Rosario. Corría de acá para allá, pateaba pelotas, piedras, se trepaba a los árboles y era medio salvaje. Tenía un despliegue superior a la mayoría de los jugadores. El apodo lo recibió en la década del 60´, cuando pasó de Newell’s a Vélez. Y lo acompañó durante el resto de su carrera.

El Indio Solari jugó en La Lepra, El Fortín, River, Estudiantes y Torreón de México. Ganó la Copa Libertadores en 1970 de la mano de Osvaldo Zubeldia. Dirigió a Independiente, Argentinos y Newell’s, a Millonarios y Junior (Colombia), al Tenerife (España), a la selección de Arabia Saudita, al América (México), al Huachipato (Chile), al Barcelona (Ecuador) y al Yokohama Marinos (Japón).

Además, impulsó un club donde se formaron Martin Demichelis, Javier Macherano, Fabian Cubero y Pablo Piatti, entre otros: Renato Cesarini. No obstante, Solari es parte de una familia muy futbolera que respira, anda y habla de futbol. Es hermano de Eduardo, tío de Santiago, Esteban y David. También, el padre de Jorge, Paola y Natalia (la esposa de Fernando Redondo), y el abuelo de Augusto, el mediocampista del Celta de Vigo.

—Se cumplen 51 años de aquel Estudiantes tricampeón de la Copa Libertadores ¿Qué recuerdos tiene?

—Los mejores. Ser campeón de América con Estudiantes no se vive todos los días. Yo llegué para el tercer año. Estuve una temporada y me fui a México. El plantel estaba acostumbrado a los triunfos. No lo festejó mucho, fue algo normal porque llegaba siendo bicampeón de la Libertadores. La final fue contra Peñarol. La ida se desarrolló en La Plata (1 a 0), la revancha en Montevideo (0 a 0). Recuerdo que cuando terminó el encuentro en el Centenario hubo un lío tremendo en el campo de juego, aquel 27 de mayo de 1970.

—¿Qué pasó?

—Hubo piñas porque los uruguayos se habían quedado muy calientes. Se pusieron en fila para agredirme y quedé solo contra ellos, eran 7 u 8. Mis compañeros estaban dando la vuelta olímpica. Mientras esperaba que vinieran, pensé: “Cuando lleguen se arma y le vamos a meter con todo a éstos”. Se armó un tole-tole, volaban piñas por todos lados. Hubo patadas en la cabeza. Me la banqué solo, porque al final los muchachos nunca llegaron, se quedaron festejando. El único que se acercó fue Carlos Bilardo, que para tenerlo de compañero es buenísimo. Entró en la trifulca y sacamos el lío a flote. Luego, nos sumamos a los festejos. En esa época, los partidos terminaban todos en pelea por la ignorancia del fútbol sudamericano.

—Qué equipo tenía el Pincha con Bilardo, Carlos Pachamé, la Bruja Verón y Osvaldo Zubeldía como entrenador…

—Sí, tuve un año muy bueno, hice muchos amigos. Un plantel que era esquematizado en base a las jugadas del offside. Estábamos acostumbrados a jugar libremente. Marcábamos hombre a hombre, salvo la Bruja Verón que jugaba libre. Un buen equipo con gente de experiencia que se formó en base a Zubeldía. Empezamos a trabajar para no quedar en offside. Lo fuimos trabajando y mejorando. En la final ante Peñarol muchas veces quedábamos en posición adelantaba. Los uruguayos sacaron ventajas con los chanfles de costados y los tiros de esquina; con las marcas hombre a hombre era difícil marcarles goles. Verón era un destacado, sobresaliente, que se desempeñaba por izquierda. Nos dio muchos frutos para que Estudiantes de La Plata se consagrara, convirtiendo goles importantes durante el torneo.

—¿Por qué catalogaron de antifútbol a ese Estudiantes?

—Fue un equipo que marcaba bastante. La charla técnica previa a los encuentros era fácil: con quién vas vos y yo voy con éste, nada más. Íbamos a la cancha y hacíamos lo que podíamos. Éramos medio giles y quedamos siempre en posición adelantada. No sabíamos cómo jugaba el rival. Nos tildaron de que marcábamos mucho y el rival se quejaba. Decían: “No se puede jugar contra este equipo (Estudiantes)”. Por eso, el fútbol es divino, porque tiene muchos esquemas y sistemas. Nos tildaron de antifútbol pero de esta manera le dimos un resultado bárbaro a Estudiantes y les cerramos la boca a todos. Fuimos tricampeones de América y no hay muchos equipos que hayan logrado semejante hazaña.

—¿En qué lo marcó Zubeldía como entrenador?

—Los técnicos de esa época no tenían mucha experiencia, no estaban tan capacitados como los de ahora. Antes se manejaban diferente. El lunes, descanso. El martes iban a correr. El miércoles trabajaban en velocidad. El jueves había fútbol. El viernes entrenábamos en lo físico, abdominales y trote. El sábado jugábamos un picado, y recién ahí participaba el técnico. El domingo se disputaba el partido oficial. Se trabajaba poco. Hoy, el entrenador tiene mucho más trabajo. La diagramación cambió. Se observa el esquema del rival, videos tácticos, y se prepara un poco más. Hoy, el técnico debe estar más capacitado que los de antes.

Durante sus días como entrenador en México
Durante sus días como entrenador en México

—¿A los de la vieja guardia se les complicaría dirigir en este fútbol argentino?

—A todos se les complica. Cambió todo. El fútbol progresó tanto como la comunicación, la medicina, evolucionó mucho. En mi época, el técnico no estaba preparado si lo comparamos con el de ahora. El actual tiene que conocer su rival, sus jugadores, porque debe tener un plantel más numeroso ya que se juegan varias copas. Elegir los refuerzos, cambiar los sistemas tácticos y adaptarse a las características del rival. Los viejos decimos que en el fútbol todo está inventado, pero no es así. Messi es el mejor jugador del mundo ahora. Maradona fue el mejor de todos en su momento. Pelé fue el mejor futbolista en su época. Con los técnicos pasa lo mismo.

—Dijo que el fútbol cambió. ¿La llegada del VAR desnaturaliza el juego?

—Sí, pero hay cosas que se deben corregir. No hay que demorar tanto los partidos, hay que darle más velocidad. Deberían profesionalizarlo un poco más, pero su inclusión es muy buena. El VAR es como la policía, no se puede vivir sin la seguridad en las calles. Es un control para el árbitro y se siente más protegido. Si se equivocó, acude a la tecnología. Es muy difícil ser árbitro. No se puede mirar a 22 jugadores, a los suplentes, a las tribunas y un montón de cosas más. No es para nada fácil decidir en una décima de segundo. Entonces, el VAR lo controla, lo corrige y lo ayuda para que esté más tranquilo.

—¿Le sorprendió lo que le pasó a River con Conmebol o ya en el fútbol nada le sorprende?

—El técnico Marcelo Gallardo tuvo que tomar buenas decisiones y no lo hizo. Mandó una planilla corta para no tener que trabajar con muchos jugadores y le llegó el virus; y lo mató. Son los riegos que tiene que correr. Si los partidos no se desarrollan con los jugadores poderosos, se pierde la importancia que debe tener un torneo.

—En 1975 fundó un club y le puso “Renato Cesarini. ¿Cómo surgió la idea?

—Juntamos unos pesitos con Ermindo Onega, Luis Artime y compramos un campo deportivo. Construimos 10 canchas para que los chicos pudieran jugar y desenvolverse. En esa época, no existían los campos de entrenamientos. Las marcamos, pusimos dos arcos, cortamos el césped y buscamos preparadores físicos. Además, contratamos a directores técnicos y nos transformamos en dirigentes. Construimos un club para jugar en la liga rosarina, y después se dio la gran alegría de que nos clasificamos para los Nacionales ’82 y el ’83. Pensamos en un club que tuviera mejor formación de jugadores, ya que los clubes más reconocidos en general tenían una formación muy básica en inferiores. Hacíamos todo a pulmón: sueldos, viajes, indumentarias, y con 500 socios no se puede jugar ni en la primera de la liga rosarina. Se necesitaba plata para mantener eso y comprar jugadores. Hoy, tenemos 56 campos de juego. Yo me puse viejo y no podía recluir a jóvenes de otros lados. Entonces, necesitaba que jueguen los torneos para observarlos. Fue una manera fácil de recoger jugadores y no tener tantos gastos ni recorridos en busca de talentos.

—¿A qué jugadores de renombre tuvieron?

—Demichelis, Mascherano, Cubero, Piatti, Iván Pillud. Hay cinco Solari que jugaron en Renato Cesarini. Esteban, Santiago, Augusto los más reconocidos. Tengo otro que está jugando en San Lorenzo. En mi familia, son todos futbolistas porque nacieron en una casa lindera a las canchas de fútbol. Lo más importante de su infancia fue jugar a la pelota.

—¿Cuál es el mejor de la familia Solari?

—Santiago porque estuvo en River, Atlético de Madrid y en el Inter de Italia. Ahora, está Augusto en el Celta de Vigo (España) que está muy bien. Los hermanos de Santiago estuvieron en Europa y en México. Los Solari tenemos sangre de futbol. Natalia esta casada con Fernando Redondo.

—Jugó en River entre 1964 y 1969. ¿Cómo calificaría su desempeño durante esos cinco años?

—Fui un jugador importante. Salvo el primer año, en el que me tuve que ganar el puesto porque no era titular y jugaba en la reserva, después fui titular durante 4 años en la Primera. Los técnicos me querían mucho, especialmente Don Renato Cesarini. Me aportaba desde la palabra porque no tenía la experiencia de trabajar en el campo, como sí la tienen ahora. También los ayudantes de campo. Cuando fui a Independiente, trabajé junto a cuatro colaboradores. La dirigencia del Rojo se quejaba porque éramos muchos. Nosotros veíamos la necesidad de que haya más gente acompañando al entrenador. Con el tiempo, se sumaron el preparador físico, el entrenador de arqueros, el veedor de videos, el médico, son muchos integrantes en un cuerpo técnico.

—Estuvo en la etapa en la que a River le costaba ganar títulos. ¿Cómo sintió el plantel esa presión que arrastraba desde hacía tiempo?

—River fue un equipo espectacular. Gracias al Millonario tengo una buena salud, de fierro. Me la cuidaron y también me la cuidé yo. Algunos lograron muchas cosas, pero no se cuidaron con la salud, por eso andan mal físicamente o se murieron. River jugaba de igual a igual, pero había equipos que lo superaban físicamente. Y sacaron ventajas.

Cuando participó del Mundial que organizó Inglaterra en 1966
Cuando participó del Mundial que organizó Inglaterra en 1966

—¿Habla de doping?

—No había control antidoping. El ser humano es ventajero. A lo que juegue, quiere sacar ventaja sí no lo controlan. Todos somos ganadores y queremos ganar, pero para eso hacemos cualquier cosa y eso no está bien. Algunos aprovecharon y sacaron ventajas a raíz de eso, ventaja tonta porque ganás por un lado pero perdés por el otro. Algunos se quedaron en el camino, en la largada y no llegaron al final.

—¿Le dolió la manera en la que falleció Diego Armando Maradona?

—Sí, mucho. A Maradona no lo hemos cuidado ninguno de nosotros. Le hemos exigido de todas las formas, pero nadie lo cuidó. Tampoco los que se quedaron hasta último momento a su lado. No tenían la capacidad, fuerza e inteligencia necesaria para hacerlo. Diego fue un tipo extraordinario como persona. Muy bondadoso, agradable y simpático. Pero después, futbolísticamente, le hacíamos hacer desastres que terminó pagando caro. No se controlaba ni se cuidaba bien y queríamos que el domingo ganara los partidos. Me dolió verlo morir de esa manera. En sus últimos días, el andar de Diego fue triste. Nosotros lo tuvimos en Newell’s y lo disfrutamos al máximo. Fue un tipo solidario. Ayudó a un montón de gente de forma económica, directa o indirectamente, a familiares, a amigos y a gente desconocida que aparecía…

—¿A gente que no conocía? ¿Cómo es eso?

—En Newell’s tuvimos que hacer cambios en las instalaciones del club por su llegada. Entre esos cambios, pusimos un alambrado por un pasillo de 10 metros para separar al público de Maradona cuando llegábamos al Coloso Marcelo Bielsa. Pusimos un alambrado de un lado y del otro para que pudieran pasar por el medio los futbolistas. La gente quería sacarse fotos, autógrafos y no lo dejaban en paz. Todos los partidos había una mujer mayor que lo llamaba: “Diego, Diego”. Entonces, le dijimos al jefe de prensa que cuidara a Diego para que no se le acercaran periodistas ni nadie. Se acercó a la mujer y le preguntó qué deseaba. La anciana estaba empecinada en hablar con Maradona. De esta manera, a los 15 días Diego se acercó a la señora. La charla quedó entre ellos. Al día siguiente, el astro se acercó al hombre de prensa y le dio un papel doblado en cuatro. Era un cheque de 7.500 dólares para que le llevara a la señora, porque tenía que operar a su hijo en los Estados Unidos por una problema en la columna vertebral. Al final, Diego le dijo al jefe de prensa de Newell’s que no comentara nada porque si no no iba a trabajar más con él.

—Que generoso era…

—Sí, con todos. Con la familia, con sus amigos y con algunos que se abusaron de él por ser tan bueno. Fue un tipo con mucho carisma y simpático. Entrador y de buena memoria. En Rosario, lo tuvimos a Diego junto a su ex mujer, Claudia Villafañe, y una de sus hijas. Cuando jugamos frente a Boca, viajamos en el bus rumbo a Buenos Aires. Él se sentó en el primer asiento. En tanto, en un auto privado viajaban atrás Claudia y su hija. Entonces, le dije: “Mira, al colectivo mío nunca se subió una mujer, pero vamos a hacer una excepción. ¿Querés que tu mujer y tu hija viajen con nosotros?”. Me respondió: “No, si vinieron que viajen solas, no hay drama. Cómo se van a subir a este colectivo”. Diego solucionaba todos los problemas, sabía de esto y no te generaba ninguno.

—¿Cómo consiguieron fichar a Diego en Newell’s?

—Vimos que Diego se había peleado con Bilardo en Sevilla y, aunque yo todavía no era el técnico de Newell’s, le hablé a Ricardo Giusti, al que había dirigido, para que lo convenciera. “Hay que traerlo”, le dije. “¿Le parece?”, me contestó. Fuimos a hablar con la mujer, con los padres y después con Diego. Y lo convencimos.

Con La Lepra, siempre presente
Con La Lepra, siempre presente

—¿Cómo llegó a dirigir a la selección de Arabia en la década del 90?

—El embajador de Arabia fue con su comitiva a la Casa Rosada a charlar con el ex presidente, Carlos Saúl Menem, y comentó que estaban sin entrenador. Enseguida, el riojano le aseguró que les conseguiría al mejor de Argentina. Lo llamaron a Bilardo, pero Carlos dijo que no porque venía de dirigir al seleccionado argentino, siendo subcampeón del mundo en Italia 90. Entonces, me recomendó un amigo mío, que era parte de la custodia presidencial. Era la única manera de dirigir un seleccionado. Con el de mi país estuve cerca, pero había pasado de largo. Le dijeron a Menem, y como yo había jugado en River, dijo que sí. Lo llamó al Rey para decirle que le mandaban al mejor de Argentina. Tuvimos suerte. Clasificamos para la segunda ronda del Mundial de 1994: perdimos dos y le ganamos a Holanda.

—¿Por qué se fue?

—Porque el Rey quería que jugase un delantero que no estaba en condiciones de hacerlo. Carecía de velocidad y tenía 40 años. Quisieron imponer un jugador y no les hicimos caso. Utilizamos al que creíamos que estaba en condiciones y morimos con la nuestra. No me llamaron nunca más, a pesar de que no repitieron una campaña como la nuestra.

—¿Le quedó alguna cuenta pendiente en el fútbol?

—No. Uno de nuestros eslóganes como cuerpo técnico fue: “Toma un club y déjalo mejor de lo que lo agarraste”. Cumplimos e hicimos cosas importantes; tuvimos grandes equipos. En Colombia, con el Junior de Barranquilla. En Ecuador, con el Barcelona. En Independiente, la reserva se consagró por primera vez campeón en su historia, desarrollando un buen fútbol y funcionamiento. En Atlético Tucumán hicimos un equipo champan. A Newell’s le generamos 30 mil socios más, al Rojo de Avellaneda, 20 mil nuevos, a Atlético le enseñamos el camino para tener más abonados.

—¿Llevó al Pulga Rodríguez a Atlético Tucumán?

—Sí, el Pulga tenía muy buena trayectoria de pibe. Lo llevaron a Europa pero no anduvo y se volvió a la Argentina, se vino a Tucumán. Lo fui a ver a un torneo amateur. Había un petiso, chiquito y medio culón. Estaba en la mitad de la cancha y pateó fuerte al arco. Me sorprendió. El arquero detuvo el tiro. Volvió hacerlo, también desde el mismo lugar. El portero volvió a responder bien. Ahí le vi cualidades de buen jugador. Lo llamamos para llevarlo a Atlético y lo observamos de cerca. Descubrimos su capacidad, habilidad y buena pegada. Además, es vivo para cabecear, inteligente para jugar. Toma buenas decisiones a la hora de definir. Muy completo.

—¿Cómo era Griguol como persona y como técnico?

—Lo quería mucho porque me permitió arrancar con la carrera de director técnico. Me llevó a trabajar a las divisiones inferiores de Rosario Central. Él trabajaba en la primera. Me mandó a llamar para que agarrara la cuarta, quinta y sexta división. Después, fui su ayudante de campo. Por él aprendí la vocación al trabajo. Llegaba al club a las 9 AM y se iba a las 21 horas. Yo hacía lo mismo. Gracias a esa vocación, aprendí un montón de cosas. Murió por esta pandemia de porquería que se llevó un montón de gente.

—¿Cree que Messi puede llegar a jugar en Newell’s?

—Sí, Messi tiene que jugar en Newell’s porque es hincha del club. Y porque debería agradecerle a la entidad rosarina que lo vio nacer. Su último partido como profesional tiene que ser con la camiseta roja y negra, como agradecimiento al club por lo que representa como jugador.

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