Racing de Córdoba, el equipo de barrio que se codeó con los poderosos y llegó a ganar el Prode

Tuvo su momento de gloria, con grandes jugadores surgidos de la barriada cordobesa de Nueva Italia y grandes técnicos como Alfio Basile, Enrique Sívori y Pedro Marchetta. La noche que acertaron los trece partidos de los prónosticos deportivos y pensaban llevarse una fortuna

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Mostaza Merlo en uno de los entrenamientos cuando dirigió a Racing de Córdoba (@jmsponton)
Mostaza Merlo en uno de los entrenamientos cuando dirigió a Racing de Córdoba (@jmsponton)

El sueño del pibe. O mejor dicho, de los pibes. De aquellos jóvenes que vivían en el barrio Nueva Italia de la provincia de Córdoba, cerca de la cancha de Racing y que se formaron en sus inferiores, con la premisa del buen trato de balón. Varios llegaron a la primera del club y de pronto se encontraron jugando los torneos de AFA. Ni en sus mejores deseos habrán supuesto que llegarían a ser finalistas de un Nacional y que el barrilete se iba a remontar hasta las nubes más altas, jugueteando en el limpio cielo de los sueños, bien celeste y blanco como su camiseta.

Un club de barrio, que llegó a la cumbre, con gran sentido de pertenencia de parte de sus integrantes como lo señala el que es, en forma incuestionable, su mejor jugador de todos los tiempos: el Pato Roberto Gasparini: “El día que cumplí 13 años me llevaron a la Liga Cordobesa y firmé para Racing, luego de un año en Instituto y tras haber jugado los campeonatos de baby fútbol se transmitían por televisión para el colegio Robles. Para nosotros eso era como la Champions (risas). Ya en las inferiores nos conocimos con Osvaldo Coloccini, Lucio del Mul, Pascual Noriega y Juan José Urruti entre otros, con quienes llegamos a primera”.

Enrique Vivanco fue un defensor que cubrió varios puestos de la última línea de aquel equipo, aunque preferentemente era lateral izquierdo. Una vez alejado de la práctica activa se dedicó con éxito al periodismo deportivo. Al igual que Gasparini, evoca con emoción los tiempos fundacionales: “Es un recuerdo hermoso haber sido parte de un proceso que se basó en el sacrificio y en el trabajo de un grupo casi amateur en los inicios. Para buena parte de nosotros, estar en el fútbol de primera división era algo inédito allá por 1978. Éramos un plantel muy joven, donde casi el 80% pertenecíamos a las divisiones inferiores y con la particularidad, que no es menor para mí, que muchos vivíamos cerca de la cancha, en los barrios vecinos, lo que habla a las claras del amor a la camiseta. Algunos desde el comienzo y otros con el paso del tiempo, fueron adhiriendo a la causa de Racing”.

En los años ’70, las inferiores del cuadro de Nueva Italia eran ejemplo y por ahí se puede comenzar a descubrir la sólida base: “Había verdaderos maestros sin título, que enseñaban a tratar bien la pelota, a disfrutar jugando y a la hora de defender la camiseta, se lo hacía con mucho orgullo, porque privaba el honor de ponérsela, como lo sentíamos todos los chicos que éramos de la zona”, rescata Vivanco.

El equipo ya había mostrado su intención de buen trato de pelota en el Nacional de 1978, pero sin poder avanzar a las instancias finales, como dice Gasparini: “Tras ganar el título local del ’77 accedimos a esa posibilidad, que fue un cambio muy grande para nosotros. Tuvimos una participación normal para lo que pensábamos, terminando cuartos en una zona de ocho, pero era la gran oportunidad de hacernos conocidos”.

La hinchada de Racing de Córdoba en un partido de la Copa Argentina frente a San Lorenzo en 2018. (FotoBaires)
La hinchada de Racing de Córdoba en un partido de la Copa Argentina frente a San Lorenzo en 2018. (FotoBaires)

Alfio Basile había comenzado su carrera como técnico en 1975, un año después de su retiro como jugador. Pasó por Chacarita, Rosario Central y Racing de Avellaneda, hasta que ancló en Nueva Italia, como lo recuerda Ramón Gómez, experimentado periodista de la provincia: “El presidente Mario Spirópulos fue a buscarlo hasta Buenos Aires en 1977, diciéndole que lo invitaba unos días a Córdoba, sin mencionarle su real intención. Fueron a la cancha a ver a Racing y allí si le preguntó si quería ser el técnico. El Coco volvió a decirle que no se movía de la Capital. Le insistió tanto, que lo sedujo y logró que sea el entrenador”.

Tras pasar por Instituto en el ’79, el Coco regresó para la inolvidable campaña del Nacional ’80: “Fue muy importante para nosotros. Recuerdo que llegaba a las prácticas en un particular Opel K 180 (risas). Se topó con un buen plantel, que enseguida le hizo caso, con su especial manera de decir las cosas, basado en su fuerte personalidad. Lo que más remarco es el apoyo que nos dio, lo importantes que nos hizo sentir y el cambio de mentalidad que implementó: nosotros somos mejores que los rivales y les podemos ganar” (Vivanco). “Lo conocíamos bien desde el ’78 y sabíamos como trabajaba. Era un personaje. Yo tenía tendencia a engordar y él me cuidaba en las concentraciones. Si llegaba a pedir doble postre, se levantaba de su mesa y venía como loco, con ese vozarrón tan particular: “Usted no, usted se me cuida en la comida”. En el entretiempo de un partido de la liga local, Amuchástegui no había corrido mucho y lo agarró en el vestuario: “Mirate Araña, ni transpiraste y tus compañeros se mataron corriendo. Ahora, vos tenés que ganarme el partido solito”. Goleamos 6-0 y metió cuatro goles. Coco era un ganador nato, que nos ayudó mucho, porque para los equipos del interior era complicado ir a Buenos Aires y él nos convenció que dentro de la cancha éramos 11 contra 11 y que el público no jugaba. Su personalidad más el fútbol que teníamos dio como resultado la mejor campaña de la historia de Racing” (Gasparini).

Un torneo brillante de Racing de Córdoba, que llenó de fútbol cada centímetro de césped que pisaron sus jugadores. Clasificó en su zona junto a Rosario Central, relegando a equipos como Racing, Estudiantes y Velez. En la fase final dejó en el camino a Argentinos Juniors e Independiente, antes de caer ante los Canallas en la final

Gasparini: “Fue una campaña sensacional. La semifinal que ganamos en Córdoba 4-0, debe haber sido uno los mayores bailes futboleros que recibió Independiente en su historia. Fue un partido perfecto. Perder la final con Rosario Central fue algo doloroso, pero íntimamente teníamos la satisfacción de la tarea cumplida, por el modo en que jugamos. Muchos lo emparentaron con lo que había vivido Talleres unos años ante contra Independiente, pero fue distinto. Ellos tenían tres futbolistas más, ganaban 2-1 y se les escapó. Lo nuestro fue diferente, porque habíamos sido goleados 5-1 en la ida en Rosario, pero la gente confió y llenó el estadio, con el detalle que la popular Norte estaba llena de hinchas de todos los equipos de la provincia”

Gómez: “Era un equipo sensacional. Sólida defensa, con un arquero de gran personalidad como Juan Manuel Ramos, el talento del Pato Gasparini, Atilio Oyola, que era puntero, pero bajaba y los corría a todos, Guillermo Aramayo como volante central, el hombre que realmente manejaba los hilos, Miguel Ballejo, a quien llamamos el goleador implacable y por supuesto el Araña Amuchástegui, el mejor puntero que vi en mi vida. Más que Houseman y que cualquiera. Fue una pena que se escapara ese título. Soy amigo de Basile, pero él se equivocó en la final de ida al poner un debutante (Obed) como central, porque Coloccini había sido expulsado en la semi. Y por eso perdieron por goleada”.

Hay un detalle insoslayable, de alguien que aportó su impronta innovadora, para ayudar a que Racing pase a ser un chico con sueños grandes: Su presidente Mario Spirópulos: “Fue el mejor dirigente que tuve a lo largo de mi carrera e hizo una revolución a partir de su aparición en la institución en 1976. A fines del ’75 estaba jugando en reserva, se me venció el contrato y nadie se acercó para la renovación. Estaba libre y mi padre me decía que escuchara otras ofertas, pero yo quería seguir en Racing. Mario vino hasta mi casa y en media hora se solucionó todo. Me dijo: “¿Te deben 1.000?, yo te doy 5.000 y te venís a entrenar urgente. Y así fue, me incorporé, pero con el detalle que estaba en el último año del secundario, por lo que si las prácticas me coincidían, tenía que pedir permiso o escaparme de las escuela (risas)”. (Gasparini). “Era un hombre de muchos contactos y hábil para las relaciones públicas. Estuvo a tono con el crecimiento de la institución en esos años, resolviendo cualquier inconveniente, como mejorar el estado del césped de la cancha o los temas de logística. Cuando Juan José Urruti fue vendido a España, ese dinero se reinvirtió en remodelaciones del estadio”. (Vivanco)

Macaya Márquez entrevista a Pedro Marchetta, técnico de Racing Córdoba cuando el equipo ganó el Prode.
Macaya Márquez entrevista a Pedro Marchetta, técnico de Racing Córdoba cuando el equipo ganó el Prode.

Un detalle poco recodado es el efímero paso de una leyenda del fútbol argentino y mundial como Enrique Omar Sívori, por la dirección técnica de Racing en 1981: “Si Basile nos había cambiado la mentalidad, este hombre quiso redoblar la apuesta. Era un dandy en su forma de vestir para lo que era Racing de Córdoba (risas). Sometía a los arqueros con zurdazos tremendos como si tuviese 20 años, una cosa admirable. Era muy buena persona y trataba que nosotros tuviésemos ambiciones más allá de la pelota. Las prácticas también eran innovadoras: cortas, pero muy intensas, porque decía que así iba a ser en el futuro y tenía razón” (Vivanco). “Un señor con todas las letras. Con nosotros estuvo solo seis partidos en el torneo local, donde ganamos los cuatro primeros, empatamos los otros dos y lo echaron. En esos últimos, hizo un cambio que no le salió bien, que fue ponernos a los zurdos del medio para arriba (Oyola y yo) a la derecha y a la inversa con los compañeros que iban por el otro lado (Amuchástegui y el Pato López). Nunca supe porque se le ocurrió eso que acatamos, pero que se nos hizo muy complicado” (Gasparini).

La fama de buen juego y espectáculo de Racing rompió las fronteras y llegó lejos. Muy lejos. Fueron invitados a disputar un torneo en Corea del Sur a mediados de 1981 como lo rememora Vivanco: “Fue un campeonato que duró un mes, en tiempos que era muy duro estar tanto tiempo fuera del país, con escasa comunicación. Disputamos siete partidos y terminamos invictos. La final la empatamos con la selección local 2-2 con goles de Atilio Oyola y Rubén Molina y nos dieron el trofeo como campeones. Fue una experiencia inédita, maravillosa y con una organización impecable, digna de Oriente. Nosotros jugamos igual que si estuviéramos en Nueva Italia y nos pagaban más o menos así (risas). Eran 250 dólares por partido, nada que ver con las cifras de ahora.

En 1979 la Asociación del Fútbol Argentino aprobó la ley 1.309 que establecía que aquel equipo indirectamente afiliado que llegara como mínimo a cuartos de final del Nacional dos veces en el lapso de tres años, podría sumarse al torneo de primera división (ex Metropolitano). Talleres fue el precursor en 1980, Instituto lo siguió al año siguiente y Racing lo obtuvo en 1982: “Fue un paso vital para la institución. Recuerdo a la perfección la tarde que le ganamos 3-2 a un buen equipo de Velez donde estaba el Beto Alonso en el estadio Mario Kempes y al clasificarnos a los cuartos del Nacional, automáticamente tuvimos la chance de pasar a jugar en primera división. Fue un festejo doble”. (Vivanco)

El campeonato de 1983 fue muy malo para Racing de Córdoba al punto de terminar en el último lugar de las posiciones, con el alivio que justo allí se implementaron los promedios y zafó del descenso. Para el año siguiente, llegó un hombre importante de su historia a la dirección técnica: Pedro Marchetta: “Es un tipo muy divertido. A veces te citaba a la charla técnica a las 13:32, no una y media. Quizás te demorabas por el ascensor del hotel y cuando entrabas al salón, él se tocaba el reloj y te anotaba la multa. Entonces le decías: “Mire Pedro, en mi reloj dice 13:32” y el te respondía: “El único que vale es el mío, así que multa” (risas). Era algo simbólico, pero se hacía un pozo para comprar regalos y esas cosas ayudaban al grupo” (Gasparini). “Pedro era una persona muy agradable, siempre con una broma a mano. Como entrenador era una extensión de Basile, ya que sus equipos tenían que tratar de jugar bien a la pelota como premisa, con el arco rival como objetivo. Era muy gracioso para describir circunstancias del juego y a algún rival”. (Vivanco)

La campaña fue muy buena en el torneo de 1984, el último de Gasparini, donde consiguió un meritorio cuarto puesto. Allí ocurrió un hecho sobresaliente y fue cuando el plantel y cuerpo técnico ganó el juego de los pronósticos deportivos (Prode): “Yo jugué en muchas posiciones de la defensa y también en la mitad de la cancha. Esa noche contra Ferro lo hice como primer marcador central, ante uno de los mejores equipos del fútbol argentino. Estaba recuperándome de una lesión y esa noche volví a sentir molestias, por eso salí en el segundo tiempo con el resultado 1-1. Estando en el vestuario escuché el griterío de la gente por el segundo gol de Gasparini. Pocas horas después tomamos noción que no íbamos a ser millonarios (risas) porque había muchos ganadores con los 13 puntos. Fuimos a cenar a una parrilla y nos arrancaron la cabeza, fue el asado más caro del mundo (risas)”. (Vivanco). Tuve la suerte de hacer los dos goles y festejamos como locos, pero hubo cerca de 100 boletas ganadores y no nos tocó casi nada. La charla técnica de Marchetta fue una de las mejores. Nos esperó en un salón del hotel donde concentrábamos con la boleta en la mano y nos dijo: “¿Que charla técnica? Vamos para la cancha y ganemos”. (Gasparini)

Así tituló el diario La Voz del interior, cuando el equipo de Marchetta no sólo ganó el partido sino el PRODE, el juego de los pronósticos deportivos que repartía millones de pesos.
Así tituló el diario La Voz del interior, cuando el equipo de Marchetta no sólo ganó el partido sino el PRODE, el juego de los pronósticos deportivos que repartía millones de pesos.

Aquel fue el último vestigio de gloria. A partir de 1985, Racing pasó a ser un actor de reparto con la sombra del promedio cada vez más amenazante. El 25 de mayo de 1990 dio su última función en primera división, al perder con Chaco For Ever 5-0 el desempate por el descenso. Fue la sentencia de un declive anunciado: “Amuchástegui y Gasparini eran los dos jugadores desequilibrantes que teníamos y cuando ellos se fueron, el equipo lo sintió. Se trató de sostener con la mayor jerarquía posible, pero no se pudo. También hay que tener en cuenta que Racing no mueve masas de público ni grandes cantidades de dinero. Siguió siendo un club de barrio con mayor reconocimiento, pero sin poder superar aquel nivel y se fue quedando”. (Vivanco). “Aquel gran equipo se fue desmantelando y no hubo una renovación acorde a los nombres que se iban. También influyó que Mario Spirópulos no estuviera más como presidente. Demasiadas cosas para un club que terminó acostumbrándose a pelear el descenso”. (Gómez)

En cada mercado de pases, sonaba Gasparini para irse a cualquiera de los equipos grandes o al exterior por su excelsa calidad. Varias veces estuvo a punto de concretarse y se frustraban por diversos motivos, como él mismo lo recuerda: “En la temporada 82/83 nos compró el Milan, que estaba en la B, a mí y a Urruti, con la idea que nos incorporemos si ascendían al terminar el torneo. El total de la operación eran 600.000 dólares y a Racing le entregaron 120.000 de adelanto. En marzo del 83, Aragón Cabrera me vino a buscar a Córdoba para que vaya a River, acordamos todo, pero estaba el impedimento del contrato firmado con los italianos. Tuve que decirle que no y allí lo fueron a buscar a Francescoli. Milan ascendió, pero no tuvimos ni noticias y me quedé en Racing. Algo similar ocurrió cuando estuvo a un paso de actuar en el Hércules de Alicante, incluso estaba en España listo para debutar. Llegó un momento que me cansé y le dije a mi representante que el primero que hiciese una oferta concreta, me iba, porque necesitaba hacer una diferencia económica. Por eso pasé al Junior de Barranquilla a comienzos del ’85”.

Como esas parejas desparejas del cine y las series de televisión, Gasparani y Amuchástegui conformaban una dupla así, que quedó en la historia. El Pato talentoso, con una pegada admirable y un andar refinado, que parecía moverse en puntas de pie. El Araña era pura habilidad, a veces desordenado, pero siempre genial, con amagos y maniobras que desorientaban a los marcadores: “Toda la gente piensa que con Luis jugamos desde las inferiores, pero no fue así. Él se incorporó cuando ya estábamos por jugar el Nacional. El entendimiento fue mutuo e instantáneo. Yo lo miraba y él ya sabía qué hacer. Son esas duplas que se dan en el fútbol, a veces inexplicables, pero con grandes resultados” (Gasparini).

De aquella alta alcurnia de lucir ropas de primera calidad, codeándose con los grandes, nada ha quedado. La modestia del torneo Regional Federal lo cobija ahora, con las intactas ganas de volver a ser, como dice Gasparini: “Es un orgullo inmenso que se asocie mi apellido con el nombre de Racing de Córdoba, lo mismo que el reconocimiento de la gente y de mis compañeros. O el hecho que una tribuna del estadio Mario Kempes lleve mi nombre. Ojalá Dios me de vida para volver a ver a Racing en primera. Es un grande nuestro fútbol y merece la oportunidad de estar más arriba”. Seguro que sí, Pato. Tu jerarquía indeleble y las grandes tardes de fútbol que regaló Racing, lo merecen.