Argentina 6 - Perú 0, el partido más largo del mundo: todas las sospechas, las teorías y las acusaciones

Para unos, hazaña. Para otros, un partido bajo la lupa. A 41 años del partido más polémico de la Selección en el Mundial 78, un repaso por todas las situaciones que siguen bajo debate

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Kempes celebra uno de sus goles en el Gigante de Arroyito
Kempes celebra uno de sus goles en el Gigante de Arroyito

Pocos partidos más discutidos en la historia de los Mundiales que Argentina 6 – Perú 0. Sobre él han recaído versiones, teorías, rumores, convicciones y secretos. Nadie es indiferente a lo que ocurrió esa noche de hace 41 años en Rosario. Para algunos se trató de un escándalo. Para otros, de una hazaña deportiva. Cada partido que termina en una goleada, y más si es en una gran cita, en su revisión es pasible de objeciones. En el momento los medios extranjeros (con la clara y comprensible excepción de los brasileños) alabaron la actuación de los locales y condenaron las desatenciones peruanas, pero no hablaron de sobornos, ni de brazos caídos. Pasados los años, las hipótesis conspirativas se instalaron con fuerza. El partido se jugó en un clima enrarecido. Pasaron muchas cosas en esos noventa minutos y también antes y después. No se puede contar su historia sólo teniendo en cuenta lo que sucedió entre el pitazo inicial del árbitro y el final del encuentro. Quizá sea el partido más largo del mundo. Se empezó a jugar en enero del 78, cuando se decidieron los horarios de juego de Argentina y todavía se sigue disputando.

Pareciera que nadie, nunca, podrá aportar demasiadas certezas.

EL HORARIO

La primera de las muchas polémicas que planteó este partido fue la de su horario. La FIFA había dispuesto en enero, en las reuniones previas al sorteo del Mundial, que Argentina jugaría sus partidos de primera y segunda fase -en caso de clasificar- siempre a las 19.15. Mientras que los demás (a excepción de la inauguración y la final) se disputarían a las 13 y a las 16.15. Ante la escasa venta de entradas en el exterior, se temía que en los encuentros en los que no estuviera involucrado el equipo local, no hubiera público suficiente en sus tribunas. Si los de Argentina se jugaban simultáneamente a otros, sostenían los organizadores, el público que no fuera a ver a la Selección a la cancha, se quedaría en sus hogares frente al televisor. Al momento de la decisión nadie pareció percatarse de la ventaja deportiva que implicaba. No hubo quejas.

En la primera fase, ese privilegio de jugar en último término pasó desapercibido, no tuvo incidencia. Italia y Argentina llegaron clasificados a su enfrentamiento, el partido sólo definía la posición en la zona. Alemania en el Mundial 74 había gozado de idéntico beneficio. Naturalmente, todo ello cambió al minuto de terminar Argentina-Brasil. En la conferencia de prensa posterior a ese partido, Coutinho, el DT brasileño, se quejó por la ventaja que suponía la diferencia horaria: Argentina iba a jugar con el resultado de Brasil puesto. Los brasileños se movieron y presionaron para lograr jugar ese tercer partido de la segunda fase al mismo tiempo que la Argentina. La FIFA se opuso. Sus directivos argumentaron que por la televisión era imposible el cambio.

LA INCENTIVACIÓN

Los medios argentinos, en los días previos al partido con Perú, hicieron foco en un presunto intento de incentivación de Brasil a los jugadores albirrojos para enfrentar a Argentina. Brasil, genéricamente. Dirigentes, funcionarios o empresarios eran, según quien lo contara, los presuntos responsables. Algunos hablaban de terrenos; otros, de miles de dólares. El diario Crónica tituló en su tapa: Macacos y coimeros: Terrenos y valijas de dólares de la confederación carioca de deportes si le ganan a la Argentina. Todos los diarios difundieron la noticia (o la especulación). Hasta varias agencias de noticias se hicieron eco en su cables. Años después, dos jugadores de Perú, Cubillas y Chumpitaz reconocieron que recibieron la promesa de 5 mil dólares para cada jugador de parte de directivos brasileños.

De lo que no hablaron los medios argentinos fue de un intento de incentivo por parte de dirigentes locales a los polacos. Episodio que, teniendo en cuenta antecedentes y circunstancias, cuesta creer que no haya sucedido. Durante el Mundial 74 los jugadores argentinos incentivaron a Polonia para que supere a Italia y así los albicelestes alcanzaron la segunda fase. Las condiciones en el 78 para un acercamiento eran muchísimo más favorables que cuatro años antes con funcionarios y dirigentes locales que podían acceder a todas las delegaciones casi sin restricciones. A esta altura del torneo, las autoridades gubernamentales mostraban evidente interés en el torneo y en su resolución. El camino más fácil para que Argentina llegara a la final era que Polonia consiguiera un buen resultado ante Brasil.

CÓMO LLEGÓ PERÚ AL PARTIDO

Perú había tenido una primera ronda sorprendente. Su actuación había superado todos los cálculos y había ganado su grupo. Algunos analistas sostenían que Perú podía llegar lejos; otros creían que ya había dado todo lo que tenía para ofrecer. Lo cierto es que Perú era un equipo endeble defensivamente, ciclotímico, con un muy buen manejo de pelota de mitad de cancha para arriba (Cueto, Velásquez), dos veloces delanteros (Oblitas y Muñante) y con una figura como Teófilo Cubillas que había tenido dos actuaciones maravillosas ante Escocia e Irán. A pesar de ello, la seguidilla de partidos -se jugaba cada tres días- se sintió en el plantel veterano, con jugadores que se desempeñaban en el no tan exigente fútbol peruano.

Además, con los años, han trascendido disputas internas que la convivencia agravó. La división entre los jugadores de Sporting Cristal y Alianza Lima era cada vez más profunda. Después del pase de ronda todo cambió para Perú en apenas cinco días. Perdió contra Brasil por goleada con groseros errores de su arquero y la defensa, y contra Polonia, una tarde en la que los europeos tuvieron al menos seis mano a mano con Quiroga, el argentino que atajaba en Perú. Los incaicos llegaron eliminados, sin ánimo y fundidos físicamente al partido contra Argentina.

Luque, uno de los héroes de la jornada en Rosario
Luque, uno de los héroes de la jornada en Rosario

LOS ANTECEDENTES

A partir de 1972, Argentina y Perú jugaron seis veces. Todos triunfos argentinos. 2-0 en Lima en octubre de 1972; 3-1 en Buenos Aires en julio de 1973; 3-1 en Lima en octubre de 1976; 1-0 en Buenos Aires en noviembre de 1976; 2-1 en Buenos Aires en marzo del 78; y 3-1 en Lima también en marzo del 78. En este último partido, a los 28 minutos del primer tiempo, Argentina ganaba 3 a 0. Desde entonces se instaló un rumor, jamás confirmado, que en el entretiempo, un emisario peruano ingresó al vestuario argentino a pedir que bajaran el ritmo en la segunda parte para no dañar a su selección ante su público y en vísperas del Mundial.

EL MARCO

Al declive en el juego y en el físico de los peruanos, la eliminación temprana, las peleas, las ganas de volver a su país, la historia adversa en sus enfrentamientos con Argentina, hay que añadirle otro factor de gran importancia: el marco en el que se jugaría el partido. Rosario era una olla a presión, el único tema de conversación de la ciudad era la posible clasificación a la final. La noche anterior, la gente rodeó el hotel en el que estaban alojados los visitantes y no los dejó dormir, con sus cánticos y bombos. El micro que los transportó a la cancha -en un gesto de picardía típica de las noches de Copa Libertadores- tomó un camino más largo al habitual. Un viaje de veinte minutos se convirtió en una peregrinación entre los miles de argentinos que iban con sus banderas a la cancha de casi una hora y media de duración. Por último, el estadio con capacidad para cuarenta mil espectadores estaba desbordado y se calcula que esa noche había más de cincuenta mil. Todos esos factores convergían en el ánimo del plantel peruano.

EL RESULTADO DE BRASIL

Brasil le ganó 3-1 a Polonia. Así exigía que Argentina le tuviera que ganar por cuatro goles a Perú. Cuando los jugadores argentinos se subieron al micro el partido iba 1 a 1. En el traslado al estado llegó el segundo. Y del tercero se enteraron mientras se cambiaban. Parecía que el ánimo se desmoronaba. Una arenga de Américo Gallego, subido a una camilla de masajes, mejoró el clima interno. Aunque en las tribunas dominara la preocupación.

LA VISITA DE VIDELA AL VESTUARIO

Mientras en el vestuario argentino dominaban las matemáticas y la tensión, en el peruano se abrió la puerta para recibir una visita inesperada. El dictador Videla, acompañado por Henry Kissinger, saludó a los rivales de esa noche, y no se privó de dejarles una breve arenga. "La presencia de Videla en nuestro vestuario fue terrible. Algunos, acaso intimidados, dejaron de cambiarse para escucharlo. Yo, con más experiencia, seguí en lo mío, detrás de una pared, apenas lo oía hablar. No quería que nada interrumpiera mi concentración" declaró años después Oblitas, delantero peruano. ¿Fue una apretada desembozada o una visita protocolar, torpe, extemporánea, fruto de una ceguera propia del poder (en especial de la forma en que se ejercía el poder en esos años en Argentina) y de alguien que no tenía la menor idea del fútbol , de sus modos y de sus manejos?

EL PARTIDO

En los primeros minutos Perú tuvo dos claras situaciones. En la primera Muñante enfrentó a Fillol y su tiro dio en el palo. En la siguiente jugada fue Oblitas el que desperdició por muy poco un mano a mano. Argentina no encontraba el camino ante la presión de la situación y el buen toque del rival. A los 21 minutos, en su primer ataque claro, Kempes hizo el primer gol. Desde allí todo cambió. Argentina fue un aluvión. Tuvo seis claras situaciones de gol, dos tiros en los palos, penales a favor no cobrados. Y Perú se rompió en mil pedazos; dejó de ser una oposición seria. Se desdibujó a niveles de vergüenza. Faltando dos minutos para terminar la etapa un débil cabezazo de Tarantini se le escurrió a Quiroga (su único error de la tarde) y fue el 2-0. La esperanza seguía en pie. El comienzo del segundo tiempo fue arrollador. A los cinco minutos Argentina ya había hecho los dos goles (Kempes y Luque) que necesitaba para jugar a la final. Después vinieron otros dos (Houseman y de nuevo Luque) y muchas otras situaciones de gol ante un rival desaparecido. Fueron seis goles. Podrían haber sido muchos más.

Al terminar el partido la gente se volcó a las calles. Se calcula que esa noche entre el 60 y el 70 por ciento de la población salió a festejar. Mientras tanto en el hotel brasileño, Coutinho, su DT, daba una conferencia de prensa calificando al partido como vergonzoso. Los diarios brasileños hablaban de soborno y de escándalo. Los argentinos, de hazaña.

LAS SOSPECHAS DE SOBORNO

La pregunta que siempre sobrevolará cada vez que alguien se refiera a este partido es si los jugadores peruanos fueron sobornados. La mayoría del público, a casi cuarenta años de aquel partido, cree que así fue. En esta convicción conviven dos hechos peculiares: al ser consultados en mayor detalle casi ninguno ha vuelto a ver el partido y todos (los argentinos) festejaron en su momento la victoria. Las sospechas sobrevinieron pasados los años.

Algunos dan como prueba irrefutable del soborno el hecho de que Perú haya salido a jugar con la camiseta suplente, evitando de esa manera "manchar" la casaca oficial. Ese teoría no resiste mayor análisis: los atuendos eran determinados con mucha antelación por FIFA. La televisión en blanco y negro en varios países (y aún la de color era de escasa definición) exigía que la vestimenta de los equipos que se enfrentaban estuvieran bien diferenciadas, así se le facilitaba el trabajo al espectador televisivo. El principio básico era que uno jugaba con colores oscuros y otro con claros. Como Argentina, por su condición de local, siempre utilizaba la albiceleste, a Perú no le quedó más remedio que utilizar la roja.

El periodista Ricardo Gotta ha dedicado un excelente libro a este partido. Allí analiza todas las posibilidades, derriba mitos y transcribe conversaciones con algunas fuentes que le pidieron reserva. Gotta está convencido de que el partido no se desarrolló por los carriles normales. En una de esas charlas un jugador peruano le reconoció que no fue un partido normal y que sospechaba que alguno de sus compañeros se había vendido. Con los años han aparecido varias personas que sostienen que algún jugador peruano le confirmó que esa noche en Rosario hubo sobornos. Sin embargo cada vez que esa conversación se hizo pública, el peruano involucrado salió a desmentir a su interlocutor de inmediato y con firmeza. Gorriti, Cueto, Chumpitaz y Muñante protagonizaron algunos de estos episodios.

Los goles de aquel histórico partido

El CASO DE RODULFO MANZO

En septiembre del 79, un periodista colombiano produjo un revuelo colosal. Afirmó que el ex campeón de los pesos medianos Jorge Fernández le contó que Rodulfo Manzo, central peruano el día del 6 a 0, le aseguró a él y a D'Accorso (DT de Vélez) que recibieron 50 mil dólares para ir a menos esa noche. Fernández oficiaba de masajista en Vélez, club que había contratado al zaguero peruano. La costumbre de tener ex boxeadores bajo el mote de "masajistas" en los equipos de fútbol provenía de las convulsionadas Copas Libertadores de los sesenta, en los que sus habilidades pugilísticas eran requeridas con frecuencia. Apenas se conoció la noticia en Colombia, tuvo una lógica repercusión en la Argentina. Con celeridad, la AFA y Vélez dispusieron todo para que el jugador hiciera una contundente desmentida.

Esa tarde, escoltado por varios compañeros, Manzo, de traje, se presentó ante los periodistas en el tercer piso de la AFA. Y leyó, con nerviosismo, una declaración manuscrita: "En el local de la AFA, Viamonte 1366, de la Ciudad de Buenos Aires, en el 3° piso, sede del Consejo Directivo y en presencia de los periodistas a los cuales he convocado como así también directivos de Vélez Sarsfield y jugadores de la misma entidad, certifico en forma terminante que yo, Rodulfo Manzo, de nacionalidad peruana, pasaporte n°: 583.177, no he recibido dinero ni mis compañeros de equipo de la Selección de Perú en el partido jugado en Rosario frente a la Selección Argentina por las semifinales del Campeonato Mundial 1978, y certifico no haber hablado con D'Accorso sobre el tema en cuestión".

Manzo siempre se defendió ante los periodistas que consiguieron extraerle alguna declaración. No quiere que nadie le recuerde aquel episodio. Insiste en que lo utilizaron como chivo expiatorio, que era más fácil meterse con él que con los consagrados Cubillas, Chumpitaz o Velázquez. "Estoy enterrado. Esto me persigue de por vida. En mi propio pueblo cuando se habla de fútbol, me dicen 'tú eres el que te vendiste'", dijo hace un tiempo.

Como tantos otros integrantes de ese plantel peruano, pasados los años, mientras clamaba por su integridad, aclaraba que no ponía las manos en el fuego por ninguno de sus compañeros. En las sombras, muchos compañeros lo señalaban a él, que tuvo una actuación paupérrima en ese partido. Pero del mismo nivel (subterráneo) que la de otros defensores o de consagrados como Chumpitaz o Cubillas. Sin embargo, también se debe tener en cuenta que los errores en la defensa peruana eran frecuentes. En los encuentros con Brasil y con Polonia, hubo fallas flagrantes en cada uno de los cuatro goles recibidos. Al visualizar cada uno de los partidos peruanos en el Mundial se percibe que su defensa era de una endeblez poco verosímil. Estos problemas defensivos peruanos, recurrentes y comprobables, no obstan a que pudiera haber existido el soborno para algunos de los integrantes del equipo. Es casi imposible de creer un arreglo abierto que incluyera a todo el plantel: ese es un secreto imposible de sostener en el tiempo entre los 22 jugadores y el cuerpo técnico ante la presión de la prensa -y del que algunos podían haber salido limpios ya sea por no haber jugado o por haber tenido una participación digna en el encuentro. Más factible es que se haya ejercido presión o directamente pagado un soborno a algunos pocos jugadores. La duda nunca se despejará a menos que aparezcan pruebas irrefutables, de esas que este tipo de operaciones no suele brindar. Ni siquiera una confesión alcanzaría (las que algunos dicen haber presenciado fueron desmentidas de inmediato). La convicción que tiene cada espectador de que fue un partido limpio o que los peruanos fueron a menos difícilmente se modifique.

El tema, este partido, persiguió a los jugadores peruanos de por vida. Año tras año han tenido que salir a dar explicaciones, a negar versiones, a desligarse -en muchos casos de manera individual- de las acusaciones. Las explicaciones nunca fueron contundentes. Y en off, los frecuentemente parcos peruanos, se vuelven locuaces. Sus confesiones han sido siempre de madrugada, luego de varias copas, con grabadores apagados, y casi siempre repartiendo culpas a otros. Nadie se autoincrimina. Y todos, a la mañana siguiente, desmienten lo dicho.

CHUPETE QUIROGA

Desde el primer día fue uno de los principales señalados por quienes sospecharon. El arquero siempre se lleva la peor parte -mucho más si le hacen seis goles. La inclusión de Chupete Quiroga en el arco peruano fue muy discutida. Hasta último momento se debatía si tenía que atajar o no contra Argentina. De ocurrir una tragedia futbolística (tanto para Argentina como para Perú) su figura iba a quedar, tal como sucedió, en el centro de la escena. Su familia vivía en Rosario y no la pasó bien. Quiroga volvió a ocupar el arco de Perú en España 82, Mundial en el que Polonia le hizo cinco goles. Era un buen arquero aunque inconstante. No parece tener la culpa en esta goleada.

LAS INTROMISIONES GUBERNAMENTALES. EL ENVÍO DE GRANOS

Dos días antes del partido, Chumpitaz, capitán peruano, recibió un llamado en su habitación. Morales Bermúdez, presidente de su país, lo llamó para darle ánimos y para decirle que ya habían cumplido con su misión. Ambas dictaduras tenían una gran relación. Sin embargo si hubiera existido un acuerdo entre ambos presidentes de facto, éste debió de alguna manera bajar a los jugadores. Se habló de un envío de granos, de una donación argentina a Perú como pago de esta goleado. Lo publicó una periodista argentina en un diario inglés la mañana del día en que Argentina enfrentaba a Inglaterra en México 86. Esta teoría fue demolida con pruebas fehacientes por Ricardo Gotta en su investigación.

Han pasado 41 años de esa noche. En muchos anida la sospecha, casi la certeza, de que sucedieron cosas anormales en ese partido, más cercanas al delito que a meras presiones. Sin embargo, otras voces lo niegan con energía. Imposible que a esta altura existan pruebas de lo uno o de lo otro. El misterio, la duda, la amarga sospecha serán siempre elementos de este partido.

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