
Una se llama Angélica, la otra Ana. A una le dicen la Dueña, a la otra, la Negra. Una es pareja del capo más conocido de la popular Funebrera, Muchinga Escalante. La otra tiene por cuñado a otro histórico del paraavalancha, Juanchi Segal. Una es de Chacarita, la otra también. Pero hay algo que las separa definitivamente: la ambición por ser la única jefa de la banda de San Martín. Así de inédita está planteada la sorda batalla donde dos mujeres de la misma sangre pelean por el control de una de las tribunas más codiciadas del Conurbano. La guerra de las Molina podría ser una serie de Netflix. Pero es real y ocurre acá, a la vuelta de la esquina.
La historia comenzó hace un largo año, cuando Angélica Molina decidió quedarse con todo y echar a su hermana Ana y a un montón de barras históricos de la cancha. Hasta entonces convivían en frágil paz el grupo de Villa Maipú, que siempre tuvo preeminencia en la popu, con las distintas facciones de Villa La Rana, José León Suárez, Villa Hidalgo, Villa Corea, Villa Loyola y Billinghurst. El armisticio había llegado tras una cruenta guerra de casi un lustro que había dejado un par de cadáveres y varios heridos graves.
Por entonces Raúl Escalante, que lideraba la popular desde los 90, había decidido dejar la tribuna en manos de su hijastro, Diego Pulitsik, alias Chucky, y meterse como vocal en la vida institucional del club. Pero Chucky cayó preso por narcotráfico y mamá Angélica creyó dos cosas: que había sido una batida de sus rivales internos para desplazarlo y que, sin su hijo al mando, los rivales vendrían por el resto. Por eso decidió cuidar el terruño y se puso al frente de todo. Oriunda de Villa Maipú, tenía dos elementos a su favor para coronarse: una alianza con la facción de Villa La Rana, con Magú Aguirre y Tinelli Cejas (este último recién salido de prisión) como representantes, que le aseguraban poder de fuego para resolver cualquier situación, y también que su pareja Muchinga no solo era un jefe histórico, sino que ahora estaba metido en las entrañas de la institución.
Ese esquema comenzó a dar frutos en contante y sonante. Pero las monedas no se repartían, dicen, equitativamente. Y cuando aparecieron las voces disidentes, la forma de resolverlo fue como en el Far West. Así, Villa Maipú y La Rana, con Angélica al mando, se quedaron con todo. El resto de los barrios fue echado de la popular. Y Ana, la Negra Ana, que tenía su corazón en los grupos de José León Suárez y Billinghurst, también terminó desterrada.

Desde la escisión, la barra de Chaca comenzó a ganar cada vez más influencia en el club. Coparon todos los puestos de comida y bebida y por ejemplo, en los partidos, muchos denuncian que se clausuran con bulones las canillas de los baños de la popular para que quien quiera apagar la sed esté obligado a tomar la gaseosa que rebajan con agua y que venden ellos. Hicieron el corso de carnaval este año en el playón de la cancha cobrando entrada y con la actuación de La Sonora Master, una de las bandas de cumbia más ascendentes, como atracción principal. Coparon también la venta de indumentaria. Chacarita no tiene tienda oficial y la barra confecciona las réplicas que se venden a 400 pesos por todo San Martín. La barra también comercializa entradas a la mitad del valor original: de hecho hace dos meses hubo una denuncia en la Comisión Directiva por la venta de entradas de protocolo.
"Desde que está esta gestión desde hace cuatro años no aceptamos extorsiones de violentos y le abrimos las puertas del club a la comunidad. Lo que esta gente haga fuera de Chacarita no es nuestra responsabilidad, el club está pacificado", dio su versión Javier Tizado, vicepresidente del "Funebrero" y ministro de la Producción de la provincia de Buenos Aires.
La disidencia en la tribuna se paga con una paliza o una muestra de armas: Chacarita viene de hacer una de sus peores campañas en la B Nacional y si alguien cantaba contra la Comisión, recibía su merecido. Eso provocó el alejamiento de muchos socios e innumerables hinchas. Dos meses atrás, hubo dos detenidos por la Agencia de Prevención de Violencia Deportiva por ingresar con facas a la cancha y subir la foto a las redes sociales, amenazantes. "Los identificamos, al partido siguiente los detuvimos pero al otro día la Justicia ya los había dejado ir", le dice Juan Manuel Lugones, titular de la Agencia, a Infobae.
La base de operaciones de la barra está en el bar El Club, que queda al lado del famoso conventillo de Villa Maipú, hogar de los violentos. Muchos jugadores fueron obligados a posar con una remera del bar. En más de una oportunidad el plantel, sin lugar a queja, debió posar con algún hincha que tenía puesta una remera del bar. Con este esquema de Muchinga en la Comisión Directiva, y sus laderos Fatila y el Indio en el paraavalanchas, Angélica tomó un poder inusitado. A tal punto que decidió inscribir en el registro de propiedad intelectual como propia la marca La Famosa Banda, tal como se autotitula la barra. Increíble. "Un día demoramos por una contravención al Indio y a Angélica. Por ella vino medio San Martín a pedir que la soltaran. Fue muy llamativo", agrega Lugones.
Viendo esta situación, los desplazados comenzaron a juntarse. Y la aglutinadora fue la otra Molina, Ana, también de armas tomar. Para diferenciarse armó La Legendaria Banda, que integran muchos históricos, con base en el barrio Billinghurst. Hasta su morada fueron llegando asado de por medio líderes de los grupos de Villa Hidalgo y José León Suárez. La semana pasada, Ana estuvo reunida con Luis Barrionuevo, el líder gastronómico y ex presidente de Chacarita que entronizó en su momento a Muchinga y a Angélica, y que ahora anda recorriendo San Martín. Charlaron en el marco de un mitín político, pero el tema entre ambos fue el regreso a la patria chica.
Una patria donde comienzan a sonar los tambores de guerra y que tiene a dos generalas al frente de la batalla. Quien gane, se va a quedar con todo el territorio, que también es tierra fértil para un negocio suculento y con olor a muerte como el narcotráfico. De hecho, una facción de La Banda de los Peruanos de la Villa 1-11-14 se instaló en Villa Hidalgo y ve con buenos ojos desde ahí copar toda la zona. Hubo un llamado de atención a fin del año pasado, cuando en una redada la comisaría de Villa Martelli detuvo a dos barras de Chaca con armas y drogas. Mientras, las bandas de Villa Maipú, aún con Chuky preso, resisten. La Justicia tiene abiertas dos causas. Y, en el medio, una barra se debate entre dos hermanas. Y como solo una va a quedar en pie, la cosa se está poniendo complicada. Demasiado complicada.



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