Aprendiendo de Amos Poe

Su figura sintetiza una resistencia creativa y una pedagogía disruptiva que desafía las convenciones, inspirando tanto a sus discípulos como a nuevas generaciones internacionales

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Amos Poe murió a los
Amos Poe murió a los 76 años (Foto: (Foto: Pieter Vandermeer)

El siguiente artículo es una traducción al español de un ensayo escrito originalmente para Filmmaker Magazine por Jaime Levinas. El texto será publicado en su próxima edición impresa dentro de la sección Reflections, dedicada a repasar 33 años de cine independiente estadounidense y de la historia de la revista. Tras la triste noticia del fallecimiento de Amos Poe el día de Navidad de 2025, Filmmaker Magazine decidió abrir el ensayo al público, acompañándolo de un mensaje de condolencias a su familia y amistades.

Todo se funde a negro. La escena final de la película de Amos Poe de 1976, Unmade Beds, acaba de terminar de proyectarse ante una sala llena en el cine Metrograph de Nueva York. Aparecen los créditos, pero antes de que el público pueda aplaudir, las últimas escenas de la película comienzan a reproducirse de nuevo. El público se queda en silencio mientras intenta averiguar qué hay de diferente en este final, si forma parte de la película o si se trata de un extraño error del proyeccionista.

La versión de Unmade Beds que se proyectó esa noche era una nueva digitalización a partir de una cinta maestra DigiBeta que Amos guardaba en su apartamento después de un intento fallido de encontrar la copia personal en un depósito de Jersey City. Misteriosamente, la cinta maestra contenía el final dos veces, algo que descubrí durante un control técnico ese mismo día, antes de la proyección. Conociendo a Amos, no era difícil creer que pudiera haberle dado intencionadamente dos finales a la película, así que le envié un mensaje. Su respuesta fue: “¿Un segundo final? Mmmh… que siga andando". Y eso hicimos.

La película terminó de nuevo y todo el mundo empezó a aplaudir, sin darse cuenta de que acaban de presenciar “lo que podría ser la última decisión de Amos como director sobre una de sus películas”.

Lamentablemente, Amos no pudo asistir a la proyección esa noche; el día anterior había comenzado una nueva ronda de quimioterapia que lo había dejado agotado. En su lugar vino su amigo y colaborador Eric Mitchell, que ocupa su propio lugar esencial tanto en las películas de Amos como en el movimiento del cine No Wave.

Amos Poe participó del fotograma
Amos Poe participó del fotograma Midnight Coffee(2020) film de Jaime Levinas

Para quienes aún no se hayan iniciado en Amosville (una expresión popularizada por Jim Jarmusch), Amos Poe es uno de los pioneros centrales del cine No Wave, un movimiento que tomó prestado el espíritu inquieto de la Nueva Ola francesa y lo fusionó con la electricidad cruda y caótica de la escena artística y musical del downtown neoyorquino de los años setenta y ochenta. A lo largo de esos años, Poe dirigió obras influyentes como The Foreigner (1978) y Subway Riders (1981), moviéndose en paralelo con otros cineastas del No Wave como Vivienne Dick, James Nares, Michael Oblowitz y Beth B y Scott B. Una de las cosas que me sigue cautivando y que aún hoy resuena en muchos de mis compañeros cineastas al hablar del No Wave, es su convicción punk de que el cine no necesita permisos ni guardianes para existir. Años antes del video digital y de los múltiples movimientos de microcine, el No Wave ya había demostrado que cualquiera, con suficiente terquedad y una cámara, podía hacer una película.

Una renovada apreciación del No Wave puede encontrarse hoy entre la generación actual de Letterboxd. En sus comentarios y reseñas, reaccionan a estas películas como si hubieran sido invitados a una especie de desafío estético: “La mejor obra sin trama, abrasiva e ininteligible que he visto en toda la semana”, escribe un usuario sobre Subway Riders. Otro califica la película como “un desastre, pero un desastre absolutamente fascinante”. Los comentarios siguen así: mitad crítica, mitad admiración, siempre reconociendo la forma errante y deshilachada de las películas, pero de alguna manera motivados por su existencia. Es como si los comentarios hablaran tanto sobre el cine actual — profesional, filtrado, correcto, sin alma— como a estas primeras películas underground. Y es precisamente en las películas de Amos donde como cineasta encuentro inspiración en un cine que fracasa hacia adelante, que tropieza hacia la belleza y la emoción.

Poe estuvo muy involucrado en
Poe estuvo muy involucrado en la industria musical durante la década de 1970 (Foto: Pieter Vandermeer)

Conocí a Amos Poe en 2017, cuando me mudé a Nueva York para estudiar cine en la Feirstein Graduate School of Cinema. En uno de mis primeros cursos de dirección lo tuve como profesor. La materia era tan inconvencional como uno puede imaginarse. Recientemente, Amos me recordó cómo fueron sus primeras clases: “Al principio, ni siquiera era consciente de cuánto me asustaba dar clases. No sabía cómo enseñar. Nunca fui a la escuela de cine, así que no tenía una referencia de la que aprender. Lo que me di cuenta fue esto: hagamos una película. Así se aprende. Y eso fue lo que se volvió la clase. Se nos ocurría una historia y/o un sentimiento y lo transformábamos en una película”.

Hacer una película era realmente la única estructura de las clases con Amos. Durante la semana construíamos los sets y los viernes rodábamos. Entre toma y toma, a Amos se le ocurrían ideas descabelladas y sin filtrar: “¿Por qué no hacen que un personaje sea bien alto y el otro un enano?" o “¿Y si tuviera un parche en el ojo y hablara a través de uno de esos altavoces de garganta?“. Lanzaba esos disparadores con total naturalidad, como si estuviera hablando del tiempo. Eran pequeños estímulos destinados a hacernos pensar de otra manera. Luego, cuando ya le habíamos agarrado la mano y los rodajes empezaban a tomar forma, Amos se retiraba y nos dejaba filmando solos mientras se echaba una siesta en un sillón del siglo XIX, en la sala de utilería.

Con el tiempo, algunas de las frases de Amos se convirtieron en una especie de lenguaje compartido entre nuestro grupo de cineastas: axiomas Amos-ianos. Cuando los colores del diseño de producción no funcionaban: Intenta filmar en blanco y negro. Cuando la única toma utilizable estaba claramente desenfocada o el director de fotografía no estaba satisfecho: “El enfoque es para cobardes. ¡Sigue adelante!“. Esa frase en específico me quedó siempre clavada en la memoria. Cuando le pregunté a Amos de dónde venía esa filosofía, me respondió: “Por supuesto que quiero las cosas en foco, pero ¿qué quiero ver? Me gustan las imágenes en las que no todo está en foco. Lo más interesante es lo que no está enfocado. Hay cientos de lugares que no lo están. ¿Qué parte quieres que vea el público? El baile que hacen cuando sus ojos se mueven por el encuadre".

Poe dirigió "The Blank Generation"
Poe dirigió "The Blank Generation" con Ivan Král en 1976 y posteriormente trabajó en películas como "The Foreigner", "Subway Riders" y "Alphabet City". (Foto: Pieter Vandermeer)

Después de asistir a su clase, Amos y yo seguimos en contacto, y nuestra relación pasó de ser la de profesor y alumno a la de amigos y mentoría. Amos fue la primera persona en proyectar una de mis películas en una sala de cine —el Roxy Cinema de Nueva York— y más tarde tuvo un pequeño cameo en mi cortometraje Midnight Coffee (2020), donde interpretaba a un personaje que removía sin parar una taza de café en un rincón, como si le diera cuerda al mundo cinemático de la historia.

En 2022, a Amos le diagnosticaron cáncer, lo que marcó el comienzo de su lucha contra la enfermedad, pero también una nueva urgencia en su proceso creativo. Amos comenzó a trabajar en un libro, varios guiones y una presencia en Instagram más fuerte que nunca. Lleno de yuxtaposiciones artísticas, su feed se lee como un archivo que se va desplegando lentamente: retratos en blanco y negro de Fernando Natalici, fotogramas de sus películas, retazos del mundo del centro de la ciudad que hace tiempo que se pavimentó. Los pies de foto oscilan entre la confesión, la historia del cine y la poesía. Albert Camus, Lucy Sante, Max Porter. Claramente la voz de alguien que no cree en la separación entre el cine y la literatura, entre una vida vivida y una vida documentada.

Un día, recibí un mensaje de Instagram de Amos: “La otra noche tuve un sueño en el que habíamos escrito un guión al estilo de Robbe-Grillet que era una reinterpretación de El año pasado en Marienbad... Ambientada en el sur de Argentina... En el género neo-western... encarnando los temas de la acción y la inacción... del colonialismo y la respiración animal... se llamaba Best Western... y el sueño era muy bonito...”. Y antes de darme cuenta, empezamos a escribir esa película. Para mí fue un momento para aprender de él y crear un verdadero vínculo a nivel creativo. Lo que me sorprendió fue la maestría de su escritura, muy diferente del estilo underground y fragmentario de sus primeras películas, por las que es más conocido, y mucho más cercana a la parte post-No Wave de su obra.

Después de películas como Subway Riders, Amos escribió unos 30 largometrajes en un periodo de 15 años. La mayoría eran trabajos para estudios, pero dos de ellas se llegaron a producir: The Guitar (2008) y Frogs for Snakes (1998), que también dirigió. Pero entre esas películas que no se llegaron a rodar hay guiones que han adquirido una estatura mítica, como La Pacífica, un proyecto coescrito por Joel Rose. Se trata de un neo-noir de gran presupuesto que recorre todo EEUU, con una femme fatale para la posteridad y escenas cada vez más violentas. Según la gente que lo leyó, es uno de los mejores guiones jamás escritos. Warner Brothers estaba produciendo la película, con Bruce Willis en el reparto, pero el proyecto se frustró cuando cambiaron los ejecutivos del estudio. Sin embargo, a uno de los ejecutivos le gustó tanto el proyecto que ayudó a llevarlo a DC Comics que en ese entonces estaba abriendo una nueva filial llamada Paradox Press, que publicó la historia como novela gráfica para adultos.

En los últimos meses, cuando Amos pasó de luchar contra el cáncer a la fase de cuidados paliativos, los proyectos en los que trabajábamos juntos quedaron en pausa. Los momentos de trabajo dieron paso a visitas para escuchar historias del pasado, un intento de preservar, a través de la memoria, aquello que pronto podría perderse.

“Morir es una serie de renuncias, cosas que solías hacer y que ya no vas a hacer”, dijo Amos en una de estas visitas. “Ahora miro atrás y digo: ‘Joder’. Puede que nunca vuelva a caminar por la playa, ni a conducir un coche, ni a ir al cine y sentarme a ver una película de dos horas”.

“¿No es la vida siempre un poco así?“, recuerdo que le pregunté. ”Siempre hay una última vez que vas al parque de juegos o la última vez que tienes una pijamas party. ¿En qué se diferencia esto?“.

“Es diferente”, respondió. “Sé cómo va a ser ir a la playa: va a ser difícil y voy a sentir dolor. Y como voy a tener que lidiar con el dolor, voy a estar limitado. Así que tengo que dejar atrás mis experiencias anteriores y decir: “Listo, ya hice eso, ahora voy a aceptar esta nueva realidad y verla tal y como es, sin apoyarme en mi ego o el pasado y sin querer hacer otra cosa”. Esa es la parte más difícil".

Pensé en preguntarle: “¿Cuál fue la última película que viste en el cine?“.

“Ikiru”, respondió Amos. "Fui a ver Ikiru en Año Nuevo en Metrograph, sentí algo muy especial"

A medida que nos acercamos a lo inevitable, no puedo evitar pensar en los proyectos que quedan por hacer, sus historias que aún rondan en los márgenes. Lo que me reconforta ahora es saber que siempre tendré los fragmentos en los que trabajamos juntos, los rastros de su instinto y su forma de ver las cosas. Me acompañarán en el futuro durante las horas solitarias de escritura, como un silencioso recordatorio de que, mientras sus películas siguen siendo redescubiertas por las nuevas generaciones, parte de él seguirá aquí para mí, enseñándome y colaborando conmigo.