Rob Reiner dejó claro en qué creía, dentro y fuera de la pantalla

En películas como “Cuestión de honor”, las ideas del director sobre justicia y moral se expresan de la manera más explícita posible. Ese es su legado

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Tom Cruise, Demi Moore y
Tom Cruise, Demi Moore y Kevin Polack en “Cuestión de honor” (1992), un clásico de Rob Reiner (Foto: Columbia Pictures)

En la última escena del drama judicial Cuestión de honor(1992), dos marines, Dawson y Downey, acaban de ser absueltos de los cargos de asesinato y conspiración. Admitieron su participación en la muerte de su compañero Willy, quien falleció durante un violento castigo extrajudicial que, según ellos, llevaron a cabo por orden de su oficial al mando. A pesar de esa absolución, han sido declarados culpables de conducta impropia de un marine y serán dados de baja deshonrosamente. Atónito, Downey protesta que su coronel acaba de admitir que les ordenó hacerlo. “¿Qué hicimos mal? ¡No hicimos nada malo!”, dice.

“Sí, lo hicimos”, responde Dawson, con solemnidad y vergüenza en los ojos. “Se suponía que debíamos luchar por quienes no podían luchar por sí mismos. Se suponía que debíamos luchar por Willy”. Por supuesto, tiene razón. Y ese reconocimiento es más grande que cualquier baja deshonrosa. “No necesitas llevar un parche en el brazo para tener honor”, le recuerda el abogado a Dawson al irse.

Es uno de esos momentos en los que se enuncia la tesis, tan comunes en los dramas judiciales clásicos, donde la lección de lo que hemos visto se expresa claramente, por si acaso se nos pasó por alto. Eso puede manejarse de manera torpe —y Aaron Sorkin, quien escribió el guion de Cuestión de honor, ha tenido algunos tropiezos en su carrera—, pero en esta película funciona a la perfección. Se siente sincero y natural. No tengo ninguna duda de que Rob Reiner, quien murió junto a su esposa, Michele Singer Reiner, el domingo, es la razón. Como director, logra que el momento impacte, y también era conocido por trabajar estrechamente con los guionistas en las revisiones del libreto. Pero quizá lo más importante es que ese momento parece encapsular algo clave de quién era Reiner: su impulso de toda la vida por trabajar en las causas en las que creía.

En una entrevista con The New York Times antes del estreno de la película en 1992, Reiner dijo que la historia presentaba “el mismo dilema moral al que se enfrentaron los nazis en Núremberg, o My Lai”. Y no se trataba solo de cadenas de mando militares: “Todos estamos subordinados a alguien más. Todos tenemos que tomar decisiones sobre lo que está bien y lo que está mal”.

Tom Cruise junto a Rob
Tom Cruise junto a Rob Reiner durante el rodaje de "Cuestión de honor" (Foto: Columbia Pictures)

Desde el inicio de su carrera, Rob Reiner estuvo asociado a esas complejas cuestiones morales y éticas. Se hizo un nombre interpretando a Michael Stivic, también conocido como Meathead, el yerno de ideas progresistas en la comedia Mi Familia. Las discusiones del personaje con su suegro racista, Archie Bunker, abordaban temas sociales contemporáneos y la brecha generacional, no siempre en términos de blanco y negro.

Cuando pasó a dirigir películas, demostró ser versátil, capaz de realizar con igual destreza una falsa documental que definió un género (This Is Spinal Tap), un drama de iniciación (Cuenta conmigo), una aventura fantástica (La princesa prometida), comedias románticas (Un gran amor y Cuando Harry conoció a Sally) y un thriller de terror psicológico (Misery). En 1987, cofundó la productora independiente Castle Rock Entertainment, que buscaba dar a los cineastas una libertad creativa extraordinaria, sin importar si sus obras generaban ganancias o pérdidas. Los resultados fueron notables, entre ellos: las propias películas de Reiner, así como Sueños de libertad, Antes del amanecer, Michael Clayton e incluso series de televisión como Seinfeld.

Tan celebrado y exitoso como artista, también fue un activista inusualmente eficaz. A diferencia de algunos en Hollywood que simplemente se pronuncian en redes sociales o llevan un pin en la solapa por una causa, él invirtió tiempo, recursos y su propia reputación en causas y construyó un historial de resultados. Todo ese activismo, en temas como el matrimonio igualitario o el medio ambiente, lo convirtió en un blanco frecuente, tanto de los conservadores como de South Park, donde fue retratado como un hipócrita corpulento. “Rob Reiner era simplemente un gran objetivo”, dijo el cocreador del programa, Matt Stone, en una entrevista en 2006.

Una de las últimas apariciones
Una de las últimas apariciones públicas de Rob Reiner, durante el estreno de "Spinal Tap II: The End Continues" en Los Ángeles, septiembre de 2025 (Foto: REUTERS/Aude Guerrucci)

Pero parecía no dejarse intimidar, y parte de su política apareció explícitamente en su arte. Su drama Conmoción y pavor (2017), sigue a un grupo de periodistas de la empresa periodística Knight Ridder que investigan la justificación de la invasión de Irak por parte del gobierno de Bush en 2003. Un documental reciente que produjo, God & Country, exploró el surgimiento del nacionalismo cristiano en Estados Unidos y sus vínculos con la política de extrema derecha.

Sin embargo, es realmente en películas como Cuestión de honor donde puede verse brillar su idea de lo que significa la verdadera bondad: no se trata de hacerlo todo perfecto, ni de arreglar el mundo, sino simplemente de enfrentarse a los poderosos que dañan a los débiles. ¿Idealista? Por supuesto. Pero el mismo sentimiento aparece de nuevo en otra colaboración entre Reiner y Sorkin, Mi querido presidente, que influyó directamente en la serie de televisión de Sorkin The West Wing. En películas como Cuestión de honor y Mi querido presidente, e incluso en una fantasía como La princesa prometida, el sentido de justicia de Reiner se percibe claramente. Defender al más débil, te beneficie o no, es lo más noble que uno puede hacer.

Ese legado de activismo y de defender a los demás fue mencionado a menudo por amigos y colegas que le rindieron homenaje tras la noticia de su muerte. En una industria donde cada vez parece más raro ver que las palabras se acompañen de hechos, Rob Reiner se destacó. Después de todo, no necesitas llevar un parche en el brazo para tener honor.

Fuente: The New York Times