
En un mundo donde las amenazas globales parecen multiplicarse, las historias sobre el fin del mundo han encontrado un lugar permanente en la imaginación colectiva. De eso se trata el libro Everything Must Go: The Stories We Tell About the End of the World (“Todo debe irse: Las historias que contamos sobre el fin del mundo”), del periodista británico Dorian Lynskey. Estas narrativas no solo reflejan los miedos de cada época, sino que también ofrecen una ventana a las formas en que la humanidad enfrenta su propia vulnerabilidad. Lynskey, conocido por su obra previa sobre la novela 1984 de George Orwell, examina cómo los relatos apocalípticos han evolucionado a lo largo de los siglos, desde visiones religiosas hasta escenarios de ciencia ficción, y cómo estos se entrelazan con las crisis reales que enfrentamos hoy.
De acuerdo con el libro, publicado en un contexto de desastres naturales como los incendios forestales en Los Ángeles, la angustia apocalíptica ha pasado de ser un fenómeno ocasional a convertirse en una constante en la cultura contemporánea. Lynskey describe esta situación como “todo flujo y nada de reflujo”, señalando que el bombardeo incesante de noticias sobre catástrofes globales ha eliminado cualquier posibilidad de desconexión.

Un recorrido histórico y cultural por el apocalipsis
El libro de Lynskey comienza con un prólogo que explora las raíces religiosas del concepto del fin del mundo, particularmente en el Libro del Apocalipsis, antes de avanzar hacia una perspectiva más secular. Uno de los primeros ejemplos de una visión apocalíptica moderna se remonta a 1816, cuando la erupción de un volcán en el sudeste asiático provocó un “año sin verano” en Europa. Este evento inspiró al poeta Lord Byron a escribir Darkness (“Oscuridad”), un poema que imagina un mundo sin sol, sumido en la muerte y la desolación.
A partir de ahí, Lynskey organiza su análisis de manera temática, explorando cómo diferentes épocas han proyectado sus temores en narrativas apocalípticas. Desde cometas y asteroides hasta pandemias y el cambio climático, cada amenaza refleja las preocupaciones predominantes de su tiempo. Aunque la aniquilación nuclear dominó el imaginario colectivo durante gran parte del siglo XX, otras crisis, como el calentamiento global y las pandemias, han ganado protagonismo en las últimas décadas.
La ficción como advertencia y espejo de la sociedad
Lynskey también examina cómo las historias apocalípticas han sido utilizadas como herramientas para advertir sobre posibles futuros catastróficos. Según el autor, existe una creencia persistente en que una narrativa suficientemente aterradora podría “traumatizar hacia la conciencia” a las audiencias, impulsándolas a tomar medidas preventivas. Este enfoque se vio reflejado en obras como On the Beach, una película de 1959 ambientada en un mundo devastado por una guerra nuclear. Sin embargo, Lynskey observa con ironía que estas historias a menudo sobreestiman su capacidad para generar cambios reales, calificando de “asombroso” el optimismo de quienes creían que una novela o una película podrían salvar al mundo.

El autor también analiza cómo estas narrativas han evolucionado para incluir una amplia gama de escenarios, desde invasiones de zombis hasta robots asesinos. Aunque muchas de estas historias se centran en la supervivencia tras el colapso social, Lynskey señala que este enfoque es particularmente común en la cultura estadounidense, donde las narrativas de “supervivencia armada” reflejan una mentalidad individualista. Según el autor, estas historias a menudo sugieren que la civilización moderna es inherentemente corrupta y que su colapso podría ser una forma de purificación.
Por otro lado, Lynskey destaca aquellas obras que invitan a reflexionar sobre los privilegios y comodidades que damos por sentados. Según el autor, las imágenes del fin del mundo pueden hacer que la existencia cotidiana parezca milagrosa en comparación. Además, estas historias ofrecen una experiencia colectiva, aunque lúgubre, que puede aliviar el sentimiento de aislamiento individual.
El apocalipsis como distracción y desafío narrativo
Sin embargo, Lynskey también advierte que las fantasías apocalípticas pueden servir como una distracción de los problemas reales que enfrentamos. Según el novelista de ciencia ficción Ted Chiang, citado en el libro, los “tech-bros” de Silicon Valley parecen especialmente atraídos por escenarios heroicos y extravagantes, como la creación de inteligencia artificial amigable o la supervivencia a un apocalipsis zombi, en lugar de abordar problemas más mundanos pero urgentes, como la regulación industrial o la mitigación del cambio climático.

El autor también señala que muchas obras literarias sobre el cambio climático están marcadas por un sentimiento de impotencia. Sin embargo, Lynskey elogia las novelas de Kim Stanley Robinson, quien adopta un enfoque “anti-antiutópico” al evitar las dicotomías simplistas entre el colapso total y el triunfo glorioso. Según Lynskey, son los pequeños detalles humanos en estas historias los que resultan más conmovedores, como la afirmación de Robinson en The Ministry for the Future: “Sobreviviremos, no importa cuán estúpidas se pongan las cosas”.
Un reflejo de nuestra era
En Todo debe irse, Lynskey ofrece un análisis exhaustivo y culturalmente rico de las narrativas apocalípticas, explorando cómo estas historias no solo reflejan nuestros temores, sino también nuestras esperanzas y contradicciones. En un mundo donde las crisis globales parecen inevitables, estas narrativas continúan siendo una forma de procesar lo impensable, al tiempo que nos enfrentan a las preguntas más fundamentales sobre la fragilidad de nuestra existencia y el futuro de la humanidad.
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