
I
Antes de los vehículos a motor, en las calles de las grandes ciudades surcaban unos novedosos carruajes tirados por caballos. Algunos los llamaban ónmibus, pero con el tiempo pasaron a ser horsebus. En Londres, por ejemplo, a mitad del siglo XIX, cualquier persona podía pararse en una calle céntrica y esperar a que pase el transporte público. No hacía falta reservar un lugar; con levantar la mano alcanzaba para que el conductor frene y pregunte: “¿Adónde desea ir?”
Cualquiera podía subirse. De hecho, ómnibus significa en latín “para todos”. Pero entrado el siglo XX entraron en desuso hasta desaparecer. El último horsebus que corrió por las calles de Londres perteneció al Tilling Group. Fue el 4 de agosto de 1914. Hizo su recorrido habitual entre Peckham y Honor Oak Tavern. Al día siguiente los hombres y mujeres desprevenidos que no se enteraron de su cierre lo esperaron horas y horas. Nunca llegó. Todo quedó como un recuerdo.
En 1895 aún funcionaban pero todo indicaba que pronto serían reemplazados. La Revolución Industrial así lo estaba demostrando. Para el pintor irlandés George William Joy significaba algo más que un medio de transporte. En su interior convivían historias contradictorias, distintas, cercanas, geniales. Con esa fascinación pintó un óleo sobre lienzo de 140 centímetros de alto y 196 de ancho titulado El ómnibus de Bayswater.
II
Cuando Joy nació en 1844 los horsebus ya existían. Era irlandés de Dublín. Su padre era médico, su hermano escultor, provenía de una familia de protestantes calvinistas y tenía el destino signado. O al menos eso decía. Ingresó al Ejército pero tras una lesión en el pie su padre lo declaró no apto para el servicio militar. Sin embargo, su costado sensible estaba intacto: era violinista pero quería ser pintor.
Estudió en Inglaterra, precisamente en Londres, en la South Kensington School of Art, y más tarde en la Royal Academy. Tuvo como maestros a John Everett Millais, Frederic Leighton y George Frederic Watts y entre sus compañeros estaba Hubert von Herkomer. Completó sus estudios en París con Charles-François Jalabert y Léon Bonnat. Allí conoció a Gérôme, Cabanel, Jules Breton, Jules Lefebvre y Philippe Rousseau. Regresó a Londres lleno de ideas.
Pintó retratos, obras de género y paisajes consuetudinarios. Para satisfacer sus ambiciones militares fallidas entró en Artists Rifles, un regimiento de voluntarios que reunió a artistas de todos los orígenes que querían luchar por el Reino Unido. Era bueno, tenía una puntería ejemplar. Los últimos años de su vida los pasó en Purbrook, Hampshire, Inglaterra, rodeado de naturaleza y tranquilidad. Murió en el agosto de 1936 a los 82 años.
III
El mismo año en que fue nombrado miembro del Real Instituto de Pintores al Óleo presentó El ómnibus de Bayswater en la Royal Academy. Fue un éxito, por supuesto. Era una postal de época que muchos entendieron como nostálgica: pronto el futuro borraría esa secuencia tan cotidiana y todo quedaría en el recuerdo. Fue donado al Museo de Londres por la hija del artista, Rosalind B. Joy, en 1966, y desde entonces allí permanece.
La escena está pintada como si el espectador viajara dentro del horsebus. Vemos una madre relativamente pobre con su bebé a upa y una niña, tal vez su hija; una joven vestida a la moda con una sombrilla larga, una cesta de flores y algo de alegría en su rostro; un caballero de la ciudad con sombrero de copa y bigotes largos leyendo su periódico; una enfermera sentada con su uniforme almidonado, todo blanco y pañuelo negro; y una sombrerera, todavía parada, que acaba de subir al carruaje.
Es el antepasado directo de nuestros buses, de nuestros colectivos de línea que surcan como cápsulas repletas de gente las ciudades. Además de una pictórica visibilización de las diferentes clases sociales que convivían en un extraño silencio dentro del transporte, también se ven algunos carteles publicitarios de la época mientras el verde paisaje entra por la ventanilla.
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