
Cesáreo Bernaldo de Quirós nació en Entre Ríos, provincia litoraleña argentina, hace exactamente 142 años. Tuvo una carrera destacada y creó gran parte del imaginario de las tradiciones y personajes que iban desapareciendo con la modernidad, como El embrujador, que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de su país.
Comenzó a destacarse ya en su niñez y su primer hito fue realizar un boceto facial que resultó en la detención de un criminal fugitivo. Faltaba mucho a clases y pasaba gran parte de sus días entre los gauchos de la zona; durante una de esas oportunidades, presenció un duelo e inspirado por el evento creó su primera pintura conocida.
A los 13 años deja Gualeguay para llegar a Buenos Aires. Su padre lo manda a un internado por su excaso interés en la escuela y ya en la ciudad ingresa al taller del maestro valenciano de dibujo Vicente Nicolau Cotanda y 3 años después a la Academia de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes.
Recibió una beca completa del gobierno de Entre Ríos para educarse en Roma en 1898, aunque fue su progenitor, un asturiano que había sido elegido recientemente concejal de su ciudad natal, quien la objetó al considerar que su hijo no merecía tal honor. Sin embargo, ganó el Premio de Roma de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de España en 1899, por lo que se ganó el derecho a un aprendizaje de tres años en la filial romana de la academia. Y ya no se la pudieron objetar.

Vivió en Mallorca, España, hasta 1910, realizando breves visitas a Roma para la Exposición Universal de 1905, a la Bienal de Venecia -donde recibe una mención- y regresa a Buenos Aires, donde expuso en la calle Florida junto a Pío Collivadino y Fernando Fader. Este último evento de 1906 estableció el Grupo Nexus, que popularizó el postimpresionismo entre la clientela conservadora de Argentina.
Fue una época de éxito comercial y reconocimiento internacional: el Museo de Arte Moderno de Barcelona adquiere Los segadores en 1907, y gaba el Gran Premio y medalla de oro en la Exposición Internacional del Centenario (1910), donde se le dedicó una sala especial, y expuso en muestras realizadas en España, Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña en los años 20 y 30.
Si bien su legado temático pictórico es amplio, fueron sus pinturas dedicadas a gauchos y otros personajes identificados con la vida rural y la historia argentinas, en especial la época de las montoneras, las que más se destacan.

Entre 1916 y 1926 se retiró al interior de Entre Ríos, donde estudió minuciosamente a los hombres y mujeres que trabajaban y frecuentaban el lugar, materia prima a partir de la cual realizó la serie de Los gauchos, presentada en una gran exposición en Amigos del Arte (1927). El poeta Leopoldo Lugones llamó a Quirós “el pintor de la Patria”, definición aún vigente en algunos círculos de la cultura argentina.
El embrujador es una pieza de 1919 y fue presentada en una muestra individual en la galería del marchand Federico Müller, donde causó un gran efecto, y fue adquirida entonces por el Estado para formar parte de la colección del MNBA. “Es un óleo de gran tamaño concentrado en una figura singular, la del gallero dueño de oscuros poderes, que le da nombre. Esta relación entre la imagen y la palabra, que se establece también en el caso de las obras con varios personajes y aun en aquellas con contenido narrativo, no es ajena al carácter esencialista del discurso pictórico de Quirós, abocado a ‘fijar la vida pasada, la vida guerrera y romántica de esa provincia [Entre Ríos]’”, escribe Marta Penhos.
Y agrega con respecto a la serie Los Gauchos: “El curandero, El patrón y también Aves de presa y Lanzas y guitarras, por nombrar solo algunos ejemplos, no son retratos propiamente dichos, si bien se conoce la identidad de los modelos que posaron para su elaboración, ni escenas históricas, sino más bien versiones de una tradición y unos valores vernáculos que trascienden el paso del tiempo”.
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