En vísperas de fin de año, la defensora del Pueblo, Iris Marín, dirigió una carta pública a la ciudadanía, en la que afirmó que la desigualdad en Colombia es una elección social y no una condena irreductible, instando a la sociedad y a sus líderes a construir un país basado en la igualdad y la solidaridad.
Su mensaje, que coincide con su segunda Navidad al frente de la Defensoría, advierte sobre el riesgo de seguir posponiendo responsabilidades históricas y emocionales, y señaló la necesidad de dotar de sentido común y esperanza a los proyectos colectivos del país.
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En su análisis, Marín dirigió peticiones expresas al Congreso y al presidente de la República para que asuman el liderazgo de una comunidad política verdaderamente incluyente.
“Nos va a costar salir adelante si no se asumen como líderes de una comunidad política que merece que todas las personas y comunidades sientan que pertenecen y tienen un lugar en este barco, incluso sus adversarios”, dijo la funcionaria.

Además, exhortó a quienes disponen de privilegios a elegir la igualdad y compartir sus recursos en favor del bien común, subrayando que este acto va más allá de la simple transferencia económica y exige poner en juego todas las posibilidades a favor de una sociedad solidaria.
En su escrito, atribuido a su experiencia tras recorrer capitales, municipios y veredas en diversas regiones de Colombia, la defensora señaló que la desigualdad persistente alimenta la violencia, tanto en contextos intrafamiliares como en crímenes contra mujeres trans y comunidades indígenas vulneradas por el conflicto armado.
Marín puntualizó: “Todas estas desigualdades y muchas más nos hacen olvidar que estamos en el mismo barco. Sin embargo, cada día me convenzo de que nuestra desigualdad es una elección y no una condena, no es una característica genética de nuestra sociedad”.

Al mismo tiempo, destacó logros parciales, como la reducción de algunos índices de pobreza y desigualdad, pero explicó que lo que permite albergar esperanza es, sobre todo, la capacidad de optar y construir la igualdad como propósito nacional.
Un núcleo relevante de su balance estuvo dedicado al vínculo de la sociedad colombiana con la naturaleza. Recordó que el territorio nacional, caracterizado por su “biodiversidad desde los mares con sus praderas, arrecifes y manglares, los ríos que recorren selvas húmedas y bosques secos tropicales, los páramos, las sabanas y los desiertos”, demanda una corresponsabilidad histórica para su protección.
La funcionaria afirmó: “Este territorio nos ha acogido con generosidad y no le hemos sido gratos”, e instó a asumir, como patria, la custodia ética y sostenible de la riqueza natural, honrando a quienes “han dedicado su vida a custodiarla”.
La reflexión de la defensora abordó también el fenómeno migratorio, al interpretar la colombianidad como una experiencia común que no se circunscribe al territorio y que integra tanto a quienes han cruzado fronteras como a la población que ha llegado al país en busca de refugio.

Según Marín, “la colombianidad no es negación de la humanidad que nos es común a todas las personas que habitamos el planeta”, subrayando la importancia de mantener abiertas las puertas a quienes necesitan protección y oportunidades tras huir de la persecución o la exclusión.
A lo largo de la carta, la jefe de la Defensoría del Pueblo identificó lo que considera “un gran asunto emocional sin resolver” en la sociedad: el miedo, la desconfianza y la fragmentación social.
Propuso que la transformación de Colombia requiere “paciencia histórica”, esfuerzo cotidiano y el reconocimiento del dolor como elemento capaz de unir a una nación afectada por el conflicto, la pobreza y la desigualdad. “Hemos pensado, o quizá nos han hecho creer, que estamos más divididos de lo que en realidad estamos”, remarcó.

Dirigiéndose tanto a actores armados como a quienes protestan o administran justicia, invitó a una desvinculación definitiva de la violencia, a respetar la naturaleza y a “abrir la posibilidad de debatir y comprender que la protesta y el reclamo es el camino de quienes se sienten excluidos o que, en efecto, lo están”.
Recalcó, además, el deber de las instituciones judiciales de actuar con imparcialidad, “ubicando a cada cual en el lugar que le corresponde, por debajo y no por encima de la ley y de la igualdad”.
En su conclusión, Marín expresó que la esperanza no debe ser transitoria ni limitada al ánimo de las fiestas, sino un proyecto deliberado de reconstrucción nacional que reconozca las diferencias y las transforme en potencia colectiva.
“Todos esos factores nos impiden ver con claridad nuestra capacidad de salir adelante juntos, juntas. Nuestro derecho a imaginar un futuro común, un buen futuro para nuestro país. Con amor, confianza y esperanza. Iris Marín Ortiz, defensora del pueblo y la naturaleza”, concluyó.
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