Esto pensaba Miguel Uribe Turbay de la muerte, su mayor temor: “A mí me atropelló la muerte muy chiquito”

Miguel Uribe Turbay falleció en la madrugada del lunes 11 de agosto en la clínica Santa Fe de Bogotá, luego de permanecer dos meses internado a causa de un atentado que sufrió durante un mitín político.

El senador y precandidato presidencial, de 39 años, no logró recuperarse de tres disparos, uno de ellos en la cabeza y otro en la pierna, recibidos en el parque El Golfito, en el barrio Modelia, el sábado 7 de junio de 2025.

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La noticia de su muerte conmocionó al ámbito político y social, pues el propio congresista del Centro Democrático había compartido en vida profundos temores y reflexiones sobre la muerte.

De acuerdo con una entrevista con Pacho Alerta, director de Alerta Bogotá, “Mi mayor miedo, sin duda, es la muerte”.

Miguel Uribe explicó en ese momento que este temor había marcado su vida desde la infancia, especialmente por la pérdida prematura de su madre, Diana Turbay.

“A mí me atropelló la muerte muy chiquito”, recordó el congresista, detallando que “tenía apenas 4 años y medio cuando asistí al funeral”. Durante su internación, familiares y allegados evocaron las palabras del senador, quien sostenía que el miedo a la muerte no solo le provocaba angustia, sino que le recordaba la fragilidad de la condición humana.

“Es un miedo en el sentido en que me recuerda nuestra condición de seres humanos”, explicó, asegurando que esa perspectiva lo hizo “más consciente de aspectos esenciales de la vida” y lo sensibilizó ante el dolor de otros y las dificultades que enfrentan las personas.

Uribe Turbay destacó que este tipo de experiencias difíciles en la niñez eran complejas de asimilar, por lo que se refirió al medio mencionado, además, a la pregunta por lo que ocurre tras la muerte, un tema que, afirmó, inquietó a filósofos de todas las épocas, demostrando la complejidad y universalidad del asunto.

Para él, la certeza de la mortalidad constituía un punto de encuentro para todas las personas, lo que, en sus palabras, le permitió una visión empática y consciente a lo largo de su vida pública y privada.

¿Qué más dijo de la muerte?

Al leer las páginas de su propia historia familiar, Miguel Uribe Turbay encontró en la música y en los libros una vía para entender la ausencia que marcó su vida. Durante una entrevista concedida en su casa, y bajo la premisa de no hablar de política, Uribe Turbay compartió aspectos íntimos de su relación con el arte y la literatura al diario El Espectador, mostrando una faceta pocas veces vista de quienes suelen estar en el centro del debate público.

Según relató, “la música, a veces, termina siendo una válvula de escape, genera fortaleza. Particularmente, con la muerte de mi mamá, yo tuve que desarrollar resiliencia y la música es mi instrumento para ser resiliente”.

Así fue como el senador describió su experiencia más personal, en la que la cultura y el arte le han servido como refugio y mecanismo para sobrellevar los episodios dolorosos de su vida.

De acuerdo con lo publicado por el diario mencionado, Uribe Turbay creció entre “ópera, zarzuelas, rancheras, boleros y música clásica”, al influjo de su padre, quien cantaba, y desde su niñez, desarrolló un “amor por la música total”. “Me encanta componer y cantar las canciones que compongo”, confesó al detallar su interés por el piano, la guitarra, la batería y el violonchelo, aunque también soñó con aprender acordeón.

Esta inclinación se volvió esencial tras la pérdida de su madre, la periodista Diana Turbay, secuestrada y asesinada cuando él era un niño.

El recuerdo de su mamá, narró, se asomó con fuerza en determinados momentos, especialmente a través de canciones como Fina estampa, un tema asociado a memorias de la infancia. “Es una canción que, me cuentan, mi mamá cantaba cuando yo era un bebé. También me cuentan que decía que yo era el caballero de fina estampa. Es una canción que no oigo mucho, pero que de vez en cuando se cruza y me genera mucha nostalgia”, relató en ese momento para El Espectador.

En la conversación, el arte y la literatura aparecieron como caminos para reconstruir el pasado.