Turrón, un deleite que exige cordura: los posibles efectos en la salud si se consume con frecuencia

El postre tradicional de octubre es un regalo para el paladar, pero qué pasa cuando su consumo colinda con un daño. La clave está en algunas equivalencias y sobre todo en la prudencia, dicen especialistas.

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La imagen, que copó algunas cuentas de Twitter este jueves, mostraba una mesa con panes, azúcar, chocolates y otros productos asociados a un combo de calorías. Al fondo, el conductor de ATV Noticias sostenía un plato con una porción de turrón (un cuarto de kilo), el dulce tradicional peruano. A un lado, la nutricionista Claudia Agüero explicaba algunas equivalencias.

Esa misma cantidad de postre, decía la especialista, es similar al consumo de una botella de aceite, ocho panes francés y 1/4 de taza o 130 gramos de azúcar rubia, 1/2 taza o 100 mililitros de leche condensada, 1 botella de bebida energizante, 100 gramos de mayonesa, 250 gramos de harina de trigo y hasta seis galletas bañadas en chocolates.

Las comparaciones desalentadoras no tardaron en llegar a las plataformas sociales, pese a que son el recordatorio de cada mes morado: en 2019, EsSalud había mencionado que un kilo de turrón equivale a más de 40 panes con mantequilla; una porción de 25 gramos, a dos.

En rigor, ese exceso de componentes —y la razón por la que produce tanto deleite, claro— tiene origen en insumos como la harina, la manteca, chancaca, miel, azúcar, grageas y otros ingredientes altos en calorías, cuya ingesta en exceso es perjudicial para la salud.

Las grasas saturadas que contiene el turrón incrementan los niveles de glucosa en sangre, colesterol y triglicéridos, lo cual, a su vez, eleva el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, la principal causa de muerte en la región, señalan los especialistas.

No es un asunto complejo. El control de peso realmente se reduce a una cosa: las calorías. Una persona en promedio requiere 2000 al día. Son la energía que se encuentra en los alimentos. El cuerpo tiene una demanda constante de energía y las emplea para seguir funcionando.

La energía de las calorías impulsa todas nuestras acciones, desde pequeños movimientos hasta una carrera de maratón, por ejemplo.

Los hidratos de carbono, las grasas y las proteínas son los tipos de nutrientes que contienen calorías y que constituyen las principales fuentes de energía del cuerpo. Independientemente de dónde provengan, las calorías consumidas se convierten en energía física o se almacenan dentro del cuerpo como grasa. Allí está el detalle.

Aspan estima que este año
Aspan estima que este año se venderá 4 millones de kilos de turrón a nivel nacional. Fuente: Andina.

Los altos niveles de grasa y azúcar que se encuentra en el turrón interrumpen el funcionamiento regular del sistema nervioso —como todo producto afín, sin satanizar— y por ello, algunos procesos cognitivos. Aumenta el padecimiento de enfermedades cardiovasculares, agrega Maguiña.

Conocer para evitar

El aumento repentino de azúcar en la sangre lesiona los vasos sanguíneos inflamándolos. Es la mecánica del cuerpo, que es perfecto. “Al analizar un poco más el turrón, podemos conocer los detalles, pero no hay que asustarnos”, comenta la experta.

“Es importante que tengamos un equilibro en nuestras vidas. Por supuesto que de vez en cuando debemos darnos el gusto”; sin embargo, conocer las equivalencias devendrá en un cálculo correcto al momento de estar frente al postre de octubre.

La literatura científica confirma que el consumo de las conocidas como grasas trans —industriales— está asociado con la mortalidad por cualquier causa, y concretamente con la enfermedad y mortalidad coronaria.

¿Por qué? Porque elevan los niveles plasmáticos de LDL-colesterol —el conocido como colesterol ‘malo’— y también los de triglicéridos, reducen los de HDL-colesterol —el ‘bueno’— e incrementan los marcadores inflamatorios.

Lo peor es que eso pasa sin que a estas grasas trans se les pueda atribuir a cambio ni un solo efecto beneficioso. Ni de rebote. “Por eso, el no rotundo en cuanto al turrón es para pacientes con enfermedades crónicas o que presenten un diagnóstico de hígado graso”, añade Maguiña. Del gusto al daño solo hay una dosis de prudencia.

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