La guerra en Ucrania: ninguna diplomacia tendrá éxito sin flexión de músculo y valentía

Vivimos en un momento peligroso, incluso más peligroso que durante la guerra fría

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Solados ucranianos trasladan el cuerpo de una persona que murió durante un ataque a un edificio residencial en Kiev, Ucrania 18 de marzo de 2022. REUTERS/Thomas Peter
Solados ucranianos trasladan el cuerpo de una persona que murió durante un ataque a un edificio residencial en Kiev, Ucrania 18 de marzo de 2022. REUTERS/Thomas Peter

En varias entrevistas y artículos, expresé y escribí que era posible un compromiso con Putin. Hasta cierto punto yo también creía que la exigencia de que la OTAN dejara de expandirse en Europa era razonable.

Hasta ahora no estoy del todo convencido de que la OTAN y la Administración Biden ofrecieran algo tangible a los rusos para evitar la guerra, como el compromiso de no incorporar a Ucrania a la OTAN. Los medios de comunicación no informaron sobre ninguna oferta como esta. Tampoco la Casa Blanca ni la OTAN hicieron público que existiera tal oferta.

De hecho, el sitio web de la OTAN condena las múltiples violaciones de los acuerdos de seguridad por parte de Rusia, incluida la realización de ejercicios militares prohibidos, el movimiento militar junto a países aliados de la OTAN, la violación de su espacio aéreo y, sobre todo, la anexión de Crimea en 2014.  Sin embargo, no menciona nada con respecto a ofertas propuestas a Rusia en la última ronda de negociación.

Si había alguna posibilidad de llegar a un acuerdo con Rusia o no, ya no es relevante.

Ahora sabemos que Putin es un déspota, un tirano con instintos totalitarios. El comportamiento de Putin no tiene ningún sentido ya que va en contra del interés nacional. Rusia se enfrenta a sanciones sin precedentes con enormes consecuencias económicas para el gobierno y el pueblo rusos. Las tropas rusas se han visto obligadas, en muchos casos a regañadientes, a atacar un país con el que Rusia ha tenido una relación durante siglos, primero bajo el imperio ruso y luego bajo la Unión Soviética. Esto significa que hay personas de etnia rusa que viven en Ucrania y personas de etnia ucraniana que viven en Rusia. Hay matrimonios mixtos e hijos de familiares a ambos lados de la frontera. Los soldados rusos se ven obligados a matar a las personas con las que han convivido y con quien incluso podrían tener lazos de sangre. Como ya señaló Hannah Arendt, los tiranos como Putin no piensan en términos de intereses nacionales sino en poder absoluto. Sus acciones desafían cualquier sentido común.

Por lo tanto, la invasión rusa demuestra que vivimos en un momento peligroso, incluso más peligroso que durante la guerra fría. Durante la guerra fría las reglas eran claras. EEUU se comportó responsablemente. Nikita Khrushchev dio un paso peligroso durante la crisis de los misiles en Cuba, pero fue lo suficientemente inteligente como para retroceder y negociar un trato conveniente con John F. Kennedy.

En los tiempos actuales nos encontramos en una situación anterior a la Primera Guerra Mundial donde los poderes agresivos se han fusionado, donde el equilibrio de poderes se rompió y los poderes se enfrentan ominosamente entre sí. Esto no solo involucra a Rusia, sino que también puede involucrar a China. No sabemos cómo actuará China hacia Taiwán y otros vecinos. Todo depende de cómo actúe y reaccione Occidente.

El presidente de Ucrania, Vladimir Zelensky, ha pedido una zona de exclusión aérea impuesta por Occidente. Hasta el momento, esta solicitud ha sido rechazada por considerar que tal acción constituiría un acto de guerra. El argumento es que, si las fuerzas de la OTAN se ven forzadas a disparar contra los aviones rusos, se podría desencadenar una Tercera Guerra Mundial. Como ha señalado el secretario de Defensa de los EE. UU., Lloyd Austin, “hacer cumplir una zona de exclusión aérea en realidad significa que nos encontramos en combate, en confrontación directa con Rusia”. Otros en EE. UU. y Occidente también han argumentado que los ataques rusos no se basan en el poder aéreo sino en la artillería y los misiles, por lo tanto, lo que Ucrania necesita es armamento antimisiles.

Sin embargo, la mente totalitaria como la de Putin por lo general no reacciona con mutua caballerosidad a este tipo de actitud moderada. Él ve el rechazo de una zona de exclusión aérea y otras acciones militares o semi militares como signos de debilidad. Tal vacilación por parte de occidente lo alienta a redoblar su agresión.

Del mismo modo, si queremos llevar a Putin a la mesa de negociaciones lo antes posible, ¿cómo podemos hacerlo si no mostramos coraje o voluntad de luchar si es necesario? Sanciones y comunicados de condena no parecen detener la ofensiva de Putin.

Vladimir Putin
Vladimir Putin

Las fuerzas rusas han mostrado una sorprendente debilidad según varios analistas militares. Según algunos informes, en las últimas tres semanas murieron más soldados rusos que soldados estadounidenses en 20 años de guerra en Afganistán e Irak. La moral es baja entre los soldados rusos y algunos de ellos se han rendido para evitar pelear. El presidente del comité militar de la Unión Europea, general Claudio Grazziano, señaló que el plan A de los militares rusos ha fracasado y por ello se encaminan a una guerra de destrucción contra la población civil, Esto con el objetivo de someterla y ahuyentarla.

Dada la debilidad demostrada por el ejército ruso, imponer una zona de exclusión aérea o incluso una fuerza de paz dentro de Ucrania, como lo ha propuesto el gobierno polaco, podrían ser opciones dignas de consideración. Esto bien podría traer a Putin a la mesa de negociación dado que él también podría temer a una confrontación bélica.

La Administración Biden y la OTAN deben recalibrar. Necesitan mostrar fuerza.

Es hora de que la OTAN no solo actúe unificada (Biden se desempeñó notablemente bien en ese frente) sino que también abandone la actitud pacifista radical que ha caracterizado a los europeos a partir de la Segunda Guerra Mundial.  Y aquí no estoy sugiriendo de que tal acción deba llevar a una catastrófica guerra. Yo estoy sugiriendo apostar al poder de disuasión.

Estamos mostrando públicamente un miedo histérico a la escalada militar mientras vemos en la televisión la carnicería del pueblo ucraniano. Esto podría ser contraproducente. Putin es como un animal salvaje que se vuelve más hambriento cuanto más su presa muestra su temor. La OTAN ni siquiera está considerando que Putin podría también temer a una guerra.

Para duplicar esta imagen fláccida, la Administración Biden se acercó a Venezuela e Irán con la idea de reemplazar el suministro de petróleo ruso después de que dos aliados, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, no estuvieran dispuestos a atender la llamada telefónica de Biden.

Irán es un país que estaría feliz de llegar a un acuerdo nuclear si la Guardia Revolucionaria iraní es eliminada de la lista de terroristas extranjeros y si no se les exige que cesen su apoyo a sus representantes como Hezbollah y los hutíes.

Estamos tratando con dos regímenes tiránicos antioccidentales y se está considerando darles concesiones que no merecen.

Rusia ha utilizado a Venezuela durante décadas para ganar influencia en el continente. De igual manera ha utilizado a Cuba, Nicaragua, así como a Bolivia con quienes Rusia tiene un acuerdo de cooperación militar desde la época en que Evo Morales estaba en el poder.

Rusia ha ominosamente colocado en suelo venezolano un sofisticado avión bombardero que puede transportar armas nucleares.

¿Quién podría pensar que Venezuela renunciaría a esta relación como espera Biden? Venezuela ha estado aislada durante años y esto no parece intimidar a Maduro. Maduro va en dirección de Cuba y Rusia donde la bancarrota y miseria económica del país es menos importante que el poder de su privilegiada élite política y militar.

Ha llegado el momento de desarrollar una estrategia de seguridad global. Rusia no solo está realizando una intervención militar en Ucrania. Durante décadas, Rusia ha estado apoyando dictaduras, particularmente aquellas que desafían a Occidente. Además de las dictaduras latinoamericanas ya mencionadas, habría que agregar Hungría, Turquía (no sé qué rumbo tomará Turquía), la extrema derecha y la extrema izquierda en Europa occidental y otras. Putin busca dividir Occidente, destruir el orden liberal y democrático y por supuesto debilitar a la OTAN y la Unión Europea.

Existe una ofensiva política rusa (y china) que existe desde hace décadas, donde se fomentan y fortalecen dictaduras antioccidentales o democracias iliberales, pero como ha señalado la historiadora y periodista Anne Applebaum, “todavía Occidente no se ha dado cuenta”.

EE. UU. ha tenido dos presidentes, Obama y Trump, que alentaron o apoyaron el aislacionismo y la retirada del mundo. Asimismo, Biden rechazó el consejo de los generales y se retiró descuidadamente de Afganistán. Pero el mundo sigue andando y EE. UU. no estará exenta de ser afectada por sus sucesos.

La OTAN no puede ser una mera fuerza de mantenimiento de la paz. Debe ser una verdadera entidad política estratégica y militar en defensa del orden liberal más allá del Atlántico Norte. Debería tratarse de todo el mundo libre. Debería tratarse de proteger (no necesariamente militarmente) a países democráticos vulnerables en Europa, América Latina, Asia y otros lugares. Los países de occidente deberían actuar con determinación y crear una estrategia global común

La diplomacia siempre debe ser prioridad. Sin embargo, dicho esto, es importante hacer gala de fuerza y valentía para proteger esa democracia y libertad que nos permite ser pacíficos y razonables.

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