
Cientos de turistas, familias y parejas de luna de miel indios, atraídos por la impresionante belleza del Himalaya, disfrutaban de una pradera de postal en Cachemira. Desconocían que hombres armados con uniformes militares acechaban en el bosque.
Cuando los atacantes tuvieron la oportunidad, dispararon principalmente a hombres hindúes, muchos de ellos a quemarropa, dejando cuerpos esparcidos por el prado de Baisaran y a sobrevivientes gritando pidiendo ayuda.
Los tiradores desaparecieron rápidamente entre la espesura del bosque. Para cuando llegaron las autoridades indias, 26 personas habían muerto y otras 17 estaban heridas.
India calificó la masacre del 22 de abril como un ataque terrorista y culpó a Pakistán de respaldarla, acusación que Islamabad niega. India anunció rápidamente acciones diplomáticas contra su archirrival Pakistán, que respondió con sus propias medidas de represalia. Los atacantes siguen prófugos.
Y, como se esperaba, el conflicto escaló aún más: el Ejército de la India bombardeó pasada la medianoche del miércoles nueve supuestas bases terroristas ubicadas en Pakistán y en la Cachemira administrada por Pakistán.
Las autoridades pakistaníes informaron que los ataques dejaron al menos tres muertos.
Los líderes mundiales están trabajando para reducir las tensiones entre dos vecinos poseedores de armas nucleares, que históricamente han dependido de terceros países para la gestión de conflictos.
Pero la masacre también tocó una fibra sensible.

La administración del primer ministro indio Narendra Modi ha gobernado Cachemira con puño de hierro en los últimos años, afirmando que la militancia en la región estaba bajo control y que la afluencia de turismo era una señal del regreso a la normalidad.
Esas afirmaciones ahora han quedado destrozadas.
Los expertos en seguridad y ex oficiales de inteligencia y militares de alto rango que han servido en la región dicen que el gobierno de Modi —que se aprovecha de un fervor nacionalista sobre Cachemira para complacer a sus partidarios— pasó por alto las señales de advertencia.
El gobierno reconoció esto en una rara admisión.
Dos días después del ataque, Kiren Rijiju, ministro de Asuntos Parlamentarios de la India, dijo que en una reunión crucial de todos los partidos se discutió “dónde se produjeron los errores”.
“Nos perdimos totalmente de vista… respecto a las intenciones de nuestro vecino hostil”, dijo Avinash Mohananey, ex oficial de inteligencia indio que ha operado en Cachemira y Pakistán.
Se puede llegar a la pradera, cerca de la ciudad turística de Pahalgam, a pie o en poni. Para llegar, los visitantes deben cruzar al menos tres puestos de seguridad y una comisaría. Según medios indios, ese día no había presencia de seguridad para los más de 1.000 turistas.
Pahalgam sirve de base para una peregrinación hindú anual que atrae a cientos de miles de personas de toda la India. La zona está rodeada de densos bosques que conectan con las cordilleras forestales de la región de Jammu, donde las tropas indias se han enfrentado a ataques de los rebeldes en los últimos años tras el apaciguamiento de los combates en el valle de Cachemira, epicentro de una rebelión antiindia.
La masacre devolvió la administración de Modi casi al punto inicial, cuando un atentado suicida con coche bomba en la región en 2019 impulsó a su gobierno a despojar a Cachemira de su semiautonomía y someterla a un gobierno federal directo. Las tensiones han disminuido desde entonces, pero la región también ha atraído a millones de visitantes en medio de una extraña calma reforzada por una intensificada represión de seguridad.

“Probablemente empezamos a creer nuestra propia narrativa de que las cosas eran normales en Cachemira”, dijo Mohananey.
En el pasado, los insurgentes han perpetrado ataques descarados contra peregrinos hindúes, trabajadores inmigrantes hindúes e musulmanes, así como hindúes y sijs locales. Sin embargo, en esta ocasión, un gran número de turistas fueron atacados, convirtiéndose en una de las peores masacres de civiles en los últimos años.
El ataque indignó a la población de Cachemira y de la India, donde provocó llamados a una acción rápida contra Pakistán.
Los canales de noticias de la televisión india amplificaron estas demandas y los panelistas argumentaron que India debería invadir Pakistán. Modi y sus ministros de alto rango se comprometieron a perseguir a los atacantes y a quienes los apoyaban.
Los expertos dicen que gran parte de la presión pública sobre el gobierno indio para que actúe militarmente contra Pakistán se enmarca en un patrón de animosidad prolongada y latente entre ambos países.
“Todas las conversaciones sobre opciones militares contra Pakistán ocurren principalmente en cámaras de resonancia y alimentan una narrativa nacionalista”, dijo en India Ajai Sahni, experto en contraterrorismo con base en Nueva Delhi.
“No importa lo que se haga. Nos dirán que se hizo y que fue un éxito”, dijo. “Y, aun así, se celebrará”.

“Con este ataque, Pakistán quiere transmitir que no hay normalidad en Cachemira y que el turismo no es un indicador de ello. Quieren internacionalizar el asunto”, declaró DS Hooda, ex comandante militar del norte de la India entre 2014 y 2016.
India ve una conexión entre Pakistán y el ataque
Expertos en seguridad indios creen que el ataque podría ser una represalia por el secuestro de un tren de pasajeros en Pakistán en marzo por parte de insurgentes baluchis. Islamabad acusó a Nueva Delhi de orquestar el ataque, en el que murieron 25 personas. India lo niega.
Mohananey dijo que las autoridades indias deberían haber tomado las acusaciones en serio y reforzado la seguridad en Cachemira, aunque argumentó que había una sorprendente similitud entre ambos ataques ya que sólo los hombres fueron el objetivo.
“Fue inusual que mujeres y niños se salvaran” en ambos casos, dijo Mohananey.
Dos altos oficiales de policía, que tienen años de experiencia en contrainsurgencia en Cachemira, dijeron después del ataque al tren en Pakistán que estaban anticipando algún tipo de reacción en la región por parte de los militantes.

Los oficiales, que hablaron bajo condición de anonimato debido a la delicadeza del asunto, afirmaron que las autoridades de seguridad percibieron la amenaza de un ataque inminente, por lo que se canceló la inauguración de una línea ferroviaria estratégica en la región por parte de Modi. Sin embargo, no se previó un ataque a gran escala contra turistas, ya que no existían precedentes, según los oficiales.
Hooda, quien comandó lo que Nueva Delhi llamó “ataques quirúrgicos” contra militantes en la parte de Cachemira controlada por Pakistán en 2016, dijo que el ataque ha profundizado la idea de que es hora de enfrentar al estado paquistaní, no solo a los militantes.
Este cálculo podría representar un cambio significativo. En 2016 y 2019, India afirmó que su ejército atacó infraestructura militante dentro de Pakistán tras dos importantes ataques militantes contra sus soldados.
“Tras este ataque”, afirmó Hooda, India quiere impedir que Pakistán “utilice el terrorismo como instrumento de política de Estado”.
“Necesitamos reforzar nuestra seguridad y corregir las fallas, pero es necesario abordar la fuente del terrorismo”, dijo Hooda. “La fuente es Pakistán”.
(Con información de AP)
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