Putin odia al siglo XXI: no es el único

Las imágenes de Bucha recorren y espantan al mundo. La ola de repudio y rechazo a los crímenes de lesa humanidad que cometen las tropas rusas se multiplica. Salvo en los casos en que la simpatía con el jefe de estado ruso prevalece

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La caricatura que la cuenta Twitter oficial de Ucrania compartió en sus redes el primer día de la invasión rusa al país vecino. En ella puede verse cómo Adolf Hitler saluda cariñosamente a Vladimir Putin (@Ukraine)
La caricatura que la cuenta Twitter oficial de Ucrania compartió en sus redes el primer día de la invasión rusa al país vecino. En ella puede verse cómo Adolf Hitler saluda cariñosamente a Vladimir Putin (@Ukraine)

El documentalista y fotógrafo norteamericano Julien Bryan intuía que el horror era inminente. Sabía que algunos ejemplos de esa guerra que nacía podrían ser capturados por sus cámaras. Fue así como en septiembre de 1939 en Varsovia, Polonia, decidió perseguir la cacería que la Alemania nazi lanzó contra la población. Y fue en una granja de papas donde encontró una síntesis de lo que sería el espanto de la Segunda Guerra Mundial. El retrato inmortal muestra a una niña desencajada -Kazia Mika, 12 años- junto al cuerpo sin vida de su hermana mayor -Andzia Mika, 14- tras ser impactada por un proyectil que atravesó el aire para impactar en su espalda mientras recolectaba los tubérculos desesperada por el hambre. La foto recorrió el planeta los días siguientes provocando indignación en la opinión pública. Ilustraría, sólo en parte, lo que sería desde entonces la barbarie nazi y la tormenta que se cernía sobre Europa.

No fue la única fotografía de Bryan -nacido en Pensilvania, Estados Unidos, en 1899- que graficaría lo ocurrido en el este europeo. Fueron decenas de registros repletos de espanto por vidas que se apagaban frente a los ojos de hijos, madres o hermanos que servirían para proyectar el incipiente genocidio perpetrado por Adolf Hitler.

En las primeras horas de la invasión ordenada por Vladimir Putin a Ucrania, el gobierno de Volodimir Zelensky publicó una caricatura que mostraba a Hitler junto a un pequeño Putin en fraternal condescendencia. Más allá del impacto del meme, habría paralelismos sorprendentes a lo largo de 40 días de asedio. Las fotos que este domingo mostraron lo hecho por las tropas rusas en Bucha parecían haber salido, en color y alta definición, de la lente del mismísimo Bryan. Imágenes del siglo pasado que saltaron en el tiempo para colarse en la actualidad.

Putin extraña el siglo XX y odia al siglo XXI. No disimula su nostalgia. Lo insinuó en 2016 cuando al cumplirse 25 años de la caída de la Unión Soviética dijo que la disolución del bloque constituyó “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”. Añora desde su llegada al poder retornar la grandeza al imperio. Fue por eso que rodeó Ucrania hasta penetrar su territorio. Lo hizo bajo una excusa recurrente: desnazificarla para evitar un supuesta limpieza étnica de la población rusa que vive fronteras adentro. Una burla a la inteligencia de cualquier persona mínimamente informada.

El cuerpo de un civil asesinado por soldados del ejército ruso yace en la calle, en medio de la invasión rusa de Ucrania, en Bucha a pocos kilómetros de Kiev (Reuters)
El cuerpo de un civil asesinado por soldados del ejército ruso yace en la calle, en medio de la invasión rusa de Ucrania, en Bucha a pocos kilómetros de Kiev (Reuters)

El argumento de la provocación ucraniana de amagar con pedir su ingreso a la OTAN y a la Unión Europea para desarrollarse y escapar de la órbita de Moscú tampoco es válida. ¿En qué cabeza bienintencionada puede justificarse culpar a la víctima por el crimen que comete su homicida? Es Rusia -Putin, sus generales y sus tropas- la que está cometiendo crímenes de guerra y de lesa humanidad en Ucrania que son documentados por organismos internacionales independientes. Esta masacre inhumana debería terminar con un largo y masivo Nuremberg.

La comunidad internacional condenó casi unánimemente lo ocurrido en Bucha, una ciudad a 50 kilómetros de Kiev, la capital que por estas horas respira más aliviada con la retirada parcial de las fuerzas invasoras. El último de los repudios llegó de boca de Michelle Bachelet, Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. “Los informes que están surgiendo en esta y otras zonas plantean cuestiones serias e inquietantes sobre posibles crímenes de guerra, graves infracciones del derecho internacional humanitario y graves violaciones del derecho internacional de los derechos humanos”, dijo claramente la ex presidenta chilena.

A su partida de la ciudad fantasma, los rusos dejaron un río de cadáveres. Muchos de ellos en estado de putrefacción. Otros tantos con signos de haber sido torturados hasta morir. También se conocieron detalles sufridos por otras víctimas que quizás no se recuperen nunca de lo padecido: mujeres y niñas ultrajadas por el machismo y la impunidad rusas. ¿Serían estas las “operaciones especiales” a las que hace referencia el Kremlin? Putin ama el siglo XX y las fotos de Bryan.

Es llamativo e irónico. En nombre de la “desnazificación” que dijo emprender en tierra vecina, el dictador ruso podría provocar que el desprecio que hasta el momento se depositaba sólo sobre su persona, su círculo íntimo y sus oligarcas sea contagioso a sus soldados y luego al resto del pueblo ruso. Este peligroso sentimiento podría multiplicarse hasta el infinito, sobre todo, en el resto de Ucrania lo que llevaría a un endurecimiento de las ya férreas defensas nacionales. El odio alimentará la defensa del país. Putin le agrega combustible al aislamiento político y económico.

Sólo le quedan, al jefe del Kremlin, algunos aliados que todavía no repudiaron el genocidio de Bucha ni otras atrocidades. El silencio más condenable es el del principal socio de Rusia. China se mantiene callada pese al espanto que se evidencia cada día. Es aliada de Moscú y como tal es cómplice de estos crímenes de guerra si no explicita su rechazo a lo que el mundo vive horrorizado. Su economía podría verse comprometida si Europa extiende sanciones a quienes apoyan a Putin. Pero al parecer, Xi Jinping también añora el siglo XX. Sobre todo su primera mitad. Sin embargo, habrá que esperar al Congreso del Partido Comunista. En él se debatirá si China se inclina por las ambiciones políticas de su líder antes que por los resultados económicos, que en definitiva son los que hicieron crecer al gigante y que hoy están comprometidos.

Kazimiera Mika llora frente al cuerpo sin vida de su hermana Andzia, asesinada por las tropas nazis en Varsovia, Polonia en septiembre de 1939 (Julien Bryan)
Kazimiera Mika llora frente al cuerpo sin vida de su hermana Andzia, asesinada por las tropas nazis en Varsovia, Polonia en septiembre de 1939 (Julien Bryan)

Pero no es el único silencio. En América Latina nadie levantó la voz contra Putin. Sólo Iván Duque, el presidente colombiano, se comunicó con Zelensky hace unos días para expresarle su solidaridad y ofrecer su apoyo. Otros mandatarios prefieren esquivar el compromiso humanitario. No quieren ofender a su amigo ruso. Le temen a los embajadores. A tal punto que el 31 de marzo pasado, casi por debajo del radar, muchos países de la región votaron una resolución en las Naciones Unidas a medida de Moscú. En ella rechazaban el uso de las sanciones como herramienta de disuasión política. Argentina, Bolivia, Cuba, Honduras y Venezuela levantaron la mano junto con Rusia. De nada, Putin. Brasil, Paraguay y México mostraron algo más de estómago: se abstuvieron. Evidentemente, en la región hay otros nostálgicos del siglo XX.

Este domingo, además, el Papa Francisco emitió un brevísimo comunicado sobre los refugiados ucranianos. Olvidó condenar las prácticas salvajes de las tropas de Putin. Habló de guerra y no de invasión. También tuvo un lapsus matemático: se refirió a “miles” de inmigrantes; son millones. Escribió: “Miles de personas se han visto obligadas a huir de Ucrania a causa de la guerra. Pero muchos también se han visto obligados a abandonar su tierra natal en Asia, África y América. Mis pensamientos y oraciones están con todos ellos”.

Sin embargo, una lectura más benevolente del tuit del Sumo Pontífice permitiría encontrar, quizás, mensajes entre líneas. Enumeró lugares donde Rusia tiene una profunda incidencia política, económica y militar. Habló de Asia: allí Moscú sembró de bombas y muerte Siria, donde millones de personas debieron huir del horror de la guerra civil que permitió perpetuar en el poder a Bashar Al-Assad. Habló de América Latina: Venezuela, otro socio del Kremlin que desde hace años padece la sangría de millones de emigrantes para mantener en el Palacio de Miraflores a Nicolás Maduro. Habló de África: allí los oligarcas hunden sus euros para hacerse con los recursos naturales.

Putin, sus generales y soldados mostraron en Bucha de qué están hechos. Lo peor: todavía quedan capas por descubrir y sacar a la luz. Sobre todo lo que sucede en ciudades asediadas como Mariupol o en otras aún tomadas donde los rusos continúan con su baño de sangre, torturas y violaciones. Aquellas fotografías de Bryan de finales de 1939 que la humanidad creyó haber dejado atrás regresan en altísima definición ante el silencio de quienes aún añoran el siglo XX y cierran su boca ante las atrocidades más aberrantes de las últimas décadas.

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