Cómo es la nueva Guerra Fría de las vacunas

China y Estados Unidos son los principales rivales. Pero también están la Unión Europea, Israel e Irán. El conflicto global para determinar quién tendrá una ventaja en la revolución científico-tecnológica de la segunda mitad del siglo XXI

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Estados Unidos y China compiten por ser los primeros en conseguir la vacuna contra el coronavirus. Quien lo logre tendrá una ventaja en la revolución científico-tecnológica.
Estados Unidos y China compiten por ser los primeros en conseguir la vacuna contra el coronavirus. Quien lo logre tendrá una ventaja en la revolución científico-tecnológica.

No es solo el hecho de salvar vidas. También es un asunto de poder, dinero y prestigio internacional. El país que logre desarrollar primero la vacuna contra el coronavirus tendrá una ventaja en la carrera por quién lidere la revolución científica y tecnológica de la segunda mitad del siglo XXI. Y ante una pandemia que está diezmando economías, afectado vidas y sacudiendo la política en todo el mundo, lo más probable es que esa batalla sea más feroz que nunca. La guerra de las vacunas está desatada y amenaza con provocar una nueva Guerra Fría global.

La última semana un grupo notable de líderes de todo el mundo se reunió en una conferencia virtual para juntar esfuerzos en el desarrollo de una vacuna y terapias para combatir el Covid-19. Allí anunciaron que se comprometen a sumar unos 8.000 millones de dólares para lograr el objetivo. La convocatoria la hizo la Unión Europea pero también estuvieron los primeros ministros y presidentes de Canadá, Japón, Jordania, Noruega, Israel y Sudáfrica. Fue notoria la ausencia de Estados Unidos, India y Rusia. China, después de varios días de negociaciones, sumó a su embajador ante la UE como “oyente”. En su laboratorio de Wuhan tiene un desarrollo de vacuna muy avanzado. Ese mismo día, el primer ministro indio Narendra Modi tuvo otra “cumbre” sobre el mismo tema con varios mandatarios asiáticos, incluido el presidente iraní Hassan Rouhani. Israel está teniendo un desarrollo propio del Instituto de Investigación de Galilea (MIGAL) que comenzará a testear en humanos en junio. También tiene otros desarrollos secretos de sus laboratorios militares. Donald Trump se apartó de todos y utilizó su habitual conferencia de prensa sobre el desarrollo de la pandemia para asegurar que “la vacuna estará lista antes de fin de año”.

China está aprovechando la situación para ganar ventaja. En principio, a pesar de haber sido el país donde se produjo el estallido de la pandemia y ocultó la información por varios días agravando los contagios a nivel global, se muestra como un ejemplo a seguir en la contención del virus. Una vez que tuvo éxito en el epicentro de Wuhan, el politburó del gobierno de Beijing se ofreció a ayudar al resto del mundo. Envió médicos y ventiladores a Italia y otros insumos a Francia, Alemania y España. El mes pasado, cuando la Unión Europea prohibió las exportaciones de equipo de protección, el presidente de Serbia, Aleksandar Vucic, dio la bienvenida a la mano que le tendieron los chinos y hasta besó la bandera roja con las cinco estrellas doradas. “La solidaridad europea no existe”, dijo Vucic. “Creo en mi hermano, mi amigo, Xi Jinping, y creo en la ayuda de China. El único país que puede ayudarnos ahora es China”.

La viróloga china Shi Zhengli trabaja en el laboratorio epidemiológico P4 de Wuhan, la capital de la provincia de Hubei. Allí se está desarrollando una de las vacunas contra el coronavirus con la supervisación de la Academia de Ciencias de China. JOHANNES EISELE / AFP)
La viróloga china Shi Zhengli trabaja en el laboratorio epidemiológico P4 de Wuhan, la capital de la provincia de Hubei. Allí se está desarrollando una de las vacunas contra el coronavirus con la supervisación de la Academia de Ciencias de China. JOHANNES EISELE / AFP)

Los laboratorios chinos producen el 80% de los antibióticos que se consumen en el mundo y la mayoría de componentes básicos de los medicamentos que se desarrollan en otros países. Ahora, el gobierno chino anunció que está desarrollando ocho de los proyectos de vacunas contra el coronavirus. En total, son más de 90 los grupos de científicos que compiten en esta carrera. China tiene una gran ventaja: fue la primera en descifrar el genoma del Covid-19 y tiene laboratorios lo suficientemente grandes como para producir los 7.000 millones de vacunas que se necesitarían, si es que alguna vez se distribuyen en todo el mundo. “Ciertamente, si lo logra, va a proyectar el poder blando de China”, dijo Yanzhong Huang, especialista en salud del Council for Foreign Relations. “Y también demostraría el poderío que da ser el principal proveedor de insumos farmacéuticos activos”.

Todo esto creó una enorme preocupación en Washington, donde el presidente Trump está presionando para que se llegue a presentar una vacuna “americana” antes de las elecciones de noviembre. De acurdo a la agencia Bloomberg, el equipo especial que trabaja en la Casa Blanca con ese objetivo denominó al esfuerzo como “Operación velocidad de la luz”. Todos los expertos coinciden en que para desarrollar una vacuna y producirla en masa se necesitan entre cinco y diez años. En este caso, por el enorme interés y la urgencia, se podría obtener en unos 12 a 18 meses desde que comenzó la epidemia, es decir para principios o mediados del 2021. Y en Europa hay temor de que la Administración Trump pueda “hacer cualquier cosa” para lograr su objetivo. Como ejemplo señalan el hecho de que “enviados especiales” de la Casa Blanca quisieron comprar los derechos exclusivos de una vacuna que está desarrollando el laboratorio alemán CureVac. También creen en Bruselas que las duras críticas públicas que Trump le hace a la Organización Mundial de la Salud y su promesa de no seguir financiando sus actividades “podrían dejarle las manos libres para distribuir el antídoto sólo a sus aliados”.

El proteccionismo con el lema de “America First”, que es el caballito de batalla del trumpismo, y todos los otros ejemplos en el mundo de cerrar sus economías y ventilar un rancio nacionalismo, ya tuvo su momento cumbre cuando se desató la guerra por la comprar de respiradores y barbijos. Por lo menos 69 países prohibieron o restringieron la exportación de equipos de protección, dispositivos médicos o medicamentos, según el proyecto Global Trade Alert de la Universidad de San Galo en Suiza. Y hasta hubo intentos de quedarse con los equipos que había comprado otro país como ocurrió cuando un avión que llevaba respiradores de China a España fue retenido en Turquía donde pretendían quedarse con el cargamento. La Organización Mundial de la Salud ya advirtió que el proteccionismo podría limitar la disponibilidad global de las vacunas. “Quienes tengan más dinero asegurarán esas vacunas y medicamentos y, básicamente, gran parte del mundo en vías de desarrollo estará completamente fuera del panorama”, le comentó al New York Times, Simon Evenett, de la Universidad de San Galo. “Habrá racionamiento por precio. Será brutal”.

El equipo de biotecnología del instituto MIGAL de Israel donde se está trabajando en una vacuna para tratar el COVID-19. (Foto: cortesía MIGAL)
El equipo de biotecnología del instituto MIGAL de Israel donde se está trabajando en una vacuna para tratar el COVID-19. (Foto: cortesía MIGAL)

El desarrollo de la vacuna más adelantado en Estados Unidos pareciera ser el del gigante farmacéutico Pfizer que ya presentó para la revisión técnica de expertos la BNT162 que tiene programado producir en su laboratorio de Portage, un suburbio de Kalamazoo, en Michigan. En la competencia con desarrollos propios también están los laboratorios Moderna, Johnson & Johnson, Regeneron, Inovio Pharmaceuticals, Novarax y Gilead Sciences.

La más rápida, hasta ahora, resultó ser la farmacéutica Moderna, que el 7 de febrero terminó de rellenar los viales de vacunas, apenas 25 días después de secuenciado el genoma del virus, y el 27 de marzo comenzó la fase clínica en humanos. Esta vacuna se basa en la tecnología ARN mensajero. Big Pharma todavía está ausente de los ensayos clínicos y parece haberse retrasado en esta carrera frenética. Sin embargo, tiene una capacidad de producción superior a sus competidores. Sanofi, que ha formado una alianza con la compañía británica GSK, cree que es posible comercializar una vacuna dentro de dos años como máximo. El laboratorio de capitales franceses se basa en su trabajo previo relacionado con otros coronavirus. Y se espera que Johnson & Johnson, a través de su filial Janssen, lance sus primeras pruebas en septiembre. El grupo presentó su investigación con su propio reality show titulado “The Road to a Vaccine” que se puede ver en YouTube y otras redes sociales. De hecho, la vacuna ya está en producción, aunque aún no terminó todas las etapas de prueba.

Y el CEPI (Coalition For Epidemic Preparedness Innovations), una entidad que se dedica a la promoción de la investigación de vacunas frente a potenciales amenazas pandémicas, ha comenzado a financiar ocho proyectos, que podrían ser desarrollados en Estados Unidos o con el apoyo económico de Washington. Son vacunas de diferente tipo. Una recombinante que usa como vector al virus del sarampión está siendo investigada por científicos del Instituto Pasteur, Themis y la Universidad de Pittsburgh. Otra vacuna recombinante basada en el virus de la gripe la testea la Universidad de Hong Kong. La recombinante que emplea como vector un adenovirus del chimpancé, ChAdOx1 es el desarrollo del Jenner Institute de la Universidad de Oxford, que está en una etapa muy avanzada. La vacuna de proteína recombinante obtenida por tecnología de nanopartículas, adyuvada, está en proceso del laboratorio Novavax. Otra, de proteína quimérica recombinante mediante la tecnología de la “pinza molecular”, en la Universidad de Queensland, Australia. También está la prometedora vacuna mRNA-1273 de la estadounidense Moderna. La ARNm de CureVac. Y la DNA INO-4800 de Inovio Pharmaceuticals. El Instituto Paul Ehrlich de Alemania aprobó el primer ensayo clínico y ya comenzaron las pruebas en humanos por parte del fabricante BioNTech.

La voluntaria Rebecca Sirull, recibe una dosis de una posible vacuna contra COVID-19, en el Kaiser Permanente Washington Health Research Institute de Seattle. (Foto AP / Ted S. Warren)
La voluntaria Rebecca Sirull, recibe una dosis de una posible vacuna contra COVID-19, en el Kaiser Permanente Washington Health Research Institute de Seattle. (Foto AP / Ted S. Warren)

En China, CanSino Bio está realizando un estudio de fase II, la prueba en humanos, solo tres semanas después del lanzamiento de la fase I, a pesar de que los resultados no se publicaron. Esta es una situación inaudita en la industria farmacéutica. Se trata de una vacuna de tipo de vector viral que utiliza un adenovirus y que ya se estaría testando en su segunda fase en 108 personas de entre 18 y 60 años en Wuhan, ciudad donde se originó la epidemia. Mientras tanto, otra empresa china, Sinovac Biotech lanzó un doble estudio de Fase I / II al mismo tiempo. Aquí tampoco se dieron a conocer los resultados a la comunidad científica.

Y se especula con la posibilidad de que haya laboratorios secretos como los que manejan las agencias de defensa bacteorológica de varios países, que estarían trabajando en cadena para aportar una solución en el combate del Covid-19. Es probable que esto esté sucediendo en este momento en alguno de los innumerables centros de estudios del ejército estadounidense o el chino. También se sabe que un grupo de biólogos de Irán están trabajando en un proyecto dirigido por la Guardia Revolucionaria.

La gran duda es si una vez que se haya llegado a un resultado exitoso, todas las competidoras se van a rendir ante la evidencia o si continuarán con las investigaciones hasta tener una vacuna que pueda abastecer sus propios mercados. Esto también lanzaría una guerra comercial entre laboratorios y, por supuesto, la rivalidad entre los superpoderes. “La peor situación sería, si estas herramientas están disponibles, que vayan al mejor postor, eso sería terrible para el mundo”, comentó Melinda Gates, quien, junto con su esposo Bill, lidera la fundación que dedica miles de millones de dólares a la investigación en salud. “Covid-19 en cualquier lugar es Covid-19. No hay un virus y una vacuna para un solo país. Aquí no hay fronteras que valgan. Y es por eso que tiene que haber una cooperación global”.

Además de los desarrollos de posibles vacunas contra el coronavirus anunciados por la Organización Mundial de la Salud que se están produciendo en laboratorios de todo el mundo, hay otros que se producen en secreto por parte de científicos militares en China, Estados Unidos e Israel.
Además de los desarrollos de posibles vacunas contra el coronavirus anunciados por la Organización Mundial de la Salud que se están produciendo en laboratorios de todo el mundo, hay otros que se producen en secreto por parte de científicos militares en China, Estados Unidos e Israel.

Algo imposible si prospera la iniciativa lanzada por Trump de exigir a China reparaciones por el costo económico y humano de la pandemia. “Cometieron un error horrible y no quisieron admitirlo”, dijo el presidente en un programa de Fox News que se emitió desde el monumento a Lincoln en el Mall de Washington. “Intentaron encubrirlo. Intentaron apagarlo, como un incendio, pero fallaron”. Dos días más tarde agregó que “aún no hemos determinado la cantidad final (que exigiremos). Es muy sustancial”. Un alto funcionario de la cancillería china, Le Yucheng, rechazó los comentarios de Trump como una “farsa” y dijo que la idea de las reparaciones “es un chantaje”.

El primer ministro de Australia, Scott Morrison, también pidió una investigación independiente sobre los orígenes del coronavirus y dijo que si se comprobara que hubo alguna negligencia por parte de algún gobierno éste tendría que recompensar por las pérdidas a todos los otros afectados. La respuesta de China fue rápida e incluyó amenazas de un boicot económico a los productos australianos y acusaciones de que Morrison estaba participando en un “oportunismo despreciable”. Yong Wang, quien dirige el centro de estudios estadounidense en la Universidad de Beijing, cree que la retórica implacable de la administración Trump, que culpa a China por el brote de coronavirus, “podría desatar una nueva y feroz Guerra Fría". “También podría socavar la opinión de Estados Unidos entre el público chino. Antes se daba por sentado en China que el sistema político de Estados Unidos era razonablemente confiable. Eso ha comenzado a cambiar”, dijo. Al igual que muchos expertos políticos chinos y funcionarios gubernamentales, Wang cree que las acusaciones de Trump contra China son parte de una estratagema para desviar las críticas internas de su propio manejo de la pandemia. Las encuestas de aprobación marcan un descenso pronunciado de Trump. Y su rival demócrata, Joe Biden, dicen los sondeos, mantiene una ligera ventaja de apoyo en varios estados clave para llegar a la Casa Blanca.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, presentó en Bruselas la iniciativa de una ayuda especial de 8.000 millones de dólares para el desarrollo de una vacuna contra el coronavirus que sea accesible para todo el mundo. John Thys/Pool vía REUTERS
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, presentó en Bruselas la iniciativa de una ayuda especial de 8.000 millones de dólares para el desarrollo de una vacuna contra el coronavirus que sea accesible para todo el mundo. John Thys/Pool vía REUTERS

“Tanto el Partido Comunista chino como la Casa Blanca saben que quien encuentre una vacuna viable en este momento, básicamente gobierna el mundo”, fue la interpretación de un funcionario de seguridad nacional entrevistado por The Washington Post sin revelar su nombre. “El golpe propagandístico por sí solo ya es un fuerte incentivo para encontrar cuanto antes la vacuna. Pero las implicancias económicas y geopolíticas de ser el primero en desarrollarla, especialmente si Estados Unidos continúa su retroceso como primera potencia, serían enormes para el Partido Comunista chino”, agregó el funcionario de Washington.

La puja por el control del comercio internacional y el mar del sur de China ya hace años que enfrentan a los gobiernos de Trump y Xi Jin Ping. La pandemia vino a poner sal en la herida. Y ambos son poco tolerables al dolor. Para el lado que se incline la balanza en esta guerra de la vacuna, determinará cómo se pintará el futuro, si más autoritario a la china o más abierto a la estadounidense. Por ahora, ninguno de los dos campos mostró interés por una salida global y cooperativa. “Esta es una dinámica demasiado peligrosa para el mundo”, le comentó al sitio Político, Rachel Esplin Odell, una experta en China del Instituto Quincy. “Ambos gobiernos están tratando de beneficiarse internamente de los fracasos del otro. Están jugando con fuego mientras el mundo arde”.

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