
Ninguno de los dos partidos tradicionales de Francia, el Socialista y los Republicanos, pasará de la primera ronda en las elecciones presidenciales del 23 de abril. Y, más extraño todavía, por primera vez en casi 150 años los dos candidatos con más posibilidades niegan enfáticamente que pertenezcan a la derecha o a la izquierda del espectro político.

"Marine Le Pen, la líder del Frente Nacional, bien conocido como un partido de extrema derecha, ha tratado de liberarse de su fundador —su propio padre, Jean-Marie Le Pen, de 88 años— por ser demasiado extremo", describió el sociólogo francés Raphaël Liogier, experto en populismo, a la probable ganadora de la primera vuelta, hoy con un 26% de los votos en las encuestas. "Culpa al presidente socialista saliente, François Hollande, por darle la espalda a los débiles y los desamparados; en otras palabras, por abandonar los ideales de solidaridad social de la izquierda".
En eso se aleja mucho de su padre, quien en su tiempo acusó al socialista François Mitterrand por su "izquierdismo dañino".

El principal competidor de Le Pen, el ex ministro de Economía Emmanuel Macron —que podría quedar a una distancia mínima debajo de ella y ganar en la segunda vuelta, el 7 de mayo—, "ha repetido infatigablemente que aunque él tiene un sesgo socialista, es principalmente un progresista y un pragmático, a favor de la globalización y las finanzas". Desde el partido que creó, En Marche! (¡Adelante!), se ha manifestado a favor de la Unión Europea y la tecnología.
Según Gilles Finchelstein, "vivimos una desestructuración de la división derecha-izquierda sobre la que se organizaba la vida política hace 30 años". El director general de la Fundación Jean Jaurès, cercana al Partido Socialista, observó que el cambio reflejaría la fatiga de décadas de alternancia de los partidos principales y también la aparición de cuestiones nuevas como el euroescepticismo.
Los dos candidatos principales a la presidencia de Francia repiten el enfrentamiento entre populismo y liberalismo que se vio en los Estados Unidos a partir de la campaña del actual mandatario, Donald Trump.

"No conviene confundir populismo con demagogia", distinguió Liogier en The New York Times. "Tampoco se trata de estar en contacto con el pueblo. En cambio, es la reivindicación de que se habla en lugar del pueblo, en su nombre, y se expresa por él una verdad irrefutable compartida. En particular el populismo asegura que expresa la emoción de un pueblo que siente atribulado, disminuido y perdido. Su discurso es la nostalgia de un poder pasado y está unido a una defensa frenética de la identidad".
El sociólogo describió que los candidatos ignoran los rasgos típicos de la derecha y la izquierda. Macron ofrece una versión de liberalismo del futuro mientras Le Pen emplea palabras —"los desempleados", "los oprimidos", "pobreza", "los desposeídos"— que su padre no hubiera pronunciado. Sus dichos causaron un efecto curioso, señaló el sociólogo: "Los candidatos de la izquierda, inclusive de la extrema izquierda, terminan por sonar como si estuvieran en la misma longitud de onda que ella".
El ex banquero de inversiones Macron ha ido un paso más allá: no sólo se declaró fuera del espectro político tradicional —ni izquierda ni derecha— sino que también rechazó la idea del centro. "Prefiere presentarse como un defensor de la renovación de la clase política, algo que también es uno de los letmotifs favoritos del Frente Nacional", comparó Liogier.

La nueva línea divisoria es la identidad cultural: el miedo a su desintegración o la confianza en que no corre peligro. La islamofobia del Frente Nacional o la defensa de Francia como "una oportunidad para todos", según el lema de En Marche! La nostalgia del pasado o la promesa del futuro.
Si el público de Le Pen está magullado por la globalización, la Unión Europea, el euro, la inmigración y la islamización, el de Macron retoma la tradición de las libertades individuales y la consigna de la Revolución Francesa: libertad, igualdad, fraternidad.
"Los dos candidatos principales ofrecen miradas antagónicas de la globalización, de Europa y del laicismo, la forma acérrima del secularismo en Francia", sintetizó el profesor de Ciencia Política de Aix-en-Provence y el Collège International de Philosophie de París. "Pronto la izquierda y la derecha no serán más que vestigios del siglo XX ya pasado".
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