
La Plaza del Zócalo, es una de las más conocidas y representativas de la Ciudad de México. Como todas las cosas en este mundo, la Plaza ha cambiado a través de los años por los distintos gobiernos que han ocupado el poder de la capital. Son recordados sus jardines, las palmeras que hubo en el periodo alemanista, o los tranvías que llegaban hasta la plaza en los tiempos de Porfirio Díaz.
Sin embargo, durante varios años se acomodó un mercado en el corazón de la plaza en la que se vendían todo tipo de baratijas y mercancías extranjeras. En la Plaza, mejor conocida como Zócalo, estuvo el celebre mercado del Parián.
El Parián fue un mercado que estuvo entre los siglos XVIII y XIX, pues las autoridades virreinales buscaban regular el comercio informal y un lugar donde congregarlos. Antes de este estuvieron los establecimientos llamados cajones en los que se vendía todo tipo de artículos, pero fueron destruidos durante el motín de 1692 en el que indígenas y mestizos incendiaron el Palacio Virreinal y el fuego alcanzó los puestos.
Después del incidente se buscó construir un complejo de mayor aguante, lo que dio paso al Parián. Fue construido por secciones: una en 1695, otra en 1699 y se concluyó en 1709, aunque en 1757 se construyeron otras dos secciones. Dentro de la compleja estructura estaban ubicados los cajones donde se establecieron, en su mayoría, filipinos y chinos que vendían artículos importados.

De acuerdo a Luis González Obregón, el edificio contuvo unos 181 puestos. Además representó una buena fuente de ingresos para el Ayuntamiento, pues de acuerdo al artículo El Parián: un siglo y medio de historia y comercio, recibía por concepto de rentas alrededor de 15 mil pesos.
Al respecto el cronista González Obregón escribió que el Parián fue un “edificio consagrado a la venta de muchas mercancías” y que junto a la estatua del Rey Carlos IV establecida en 1796 “la plaza presentó un aspecto más hermoso y artístico”.
El lugar fue el mercado más importante en la capital de la Nueva España y no solo representaba un punto de comercio, también de socialización pues dentro de sus paredes se llevaban a cabo partidas de ajedrez y juegos de azar, aunque preponderaban las peleas de gallos.
Sin embargo, el lugar sufrió daños durante 1828. En ese año hubo elecciones presidenciales en las que contendieron Manuel Gómez Pedraza y Vicente Guerrero. Las votaciones favorecieron a Gómez Pedraza pero en diversas partes de la República se alzaron en armas para apoyar a Guerrero. Y en la capital aconteció un motín en la cárcel de la Acordada a favor de Guerrero.
El desorden y el caos beneficiaron los robos y el vandalismo que llegó hasta la Plaza Mayor, como era conocida entonces. La turba incendio y saqueó el lugar, lo que dejó en un pésimo estado al Parián durante muchos años. Además algunos de sus vendedores comenzaron a desalojarlo para mudarse a las calles circundantes.
No fue hasta el mandato de Antonio López de Santa Anna que determinó demoler el Parián en un bando de 1843 y como la estatua del Rey había sido removida en 1821 por la amenaza de los insurgentes, quedando solo un enrejado, Santa Anna se propuso a instalar un monumento en memoria de la victoriosa independencia.
Esta nunca llegó a concluirse, solo se construyó el zócalo que permaneció ahí por muchos años hasta ser olvidado y enterrado. Y el Parián lo mismo. A pesar de que las personas que ocuparon los cajones se opusieron fuertemente a su demolición, el edificio fue borrado de la existencia. Esto causó la indignación de muchas de las personas que vendían dentro del edificio y el aplauso de los que consideraban que empobrecía la vista y la apariencia de la Plaza.
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