
Netflix confirmó esta semana que la serie Narcos: México tendrá una tercera temporada ambientada en los años 90, cuando se desató la globalización del negocio de la droga. La historia examina la guerra que estalló después de que se quebró el imperio de Miguel Ángel Félix Gallardo, el Jefe de Jefes.
En sus primeras dos entregas la producción abordó el nacimiento del Cártel de Guadalajara con Félix Gallardo en los años 80. Hasta ese momento había pequeñas bandas operadas por jefes locales, pero la asociación encabezada por Gallardo, secundado por Rafael Caro Quintero y Ernesto “Don Neto” Fonseca, sentó las bases del narcotráfico.
Este sindicato criminal también fue semillero de hombres como los hermanos Arellano Félix, los Beltrán Leyva, Héctor “el Güero” Palma y el futuro y poderoso líder Joaquín “El Chapo” Guzmán, quien era un jefe de seguridad al principio.
“Campesinos casi analfabetos como Caro Quintero, Don Neto, El Azul, El Mayo y El Chapo no hubieran llegado muy lejos sin el contubernio de empresarios, políticos y policías”, detalló la periodista Anabel Hernández en su libro Los señores del narco.

Después de su caída a prisión por el asesinato de Camarena, Miguel Ángel Félix Gallardo repartió el territorio nacional entre los integrantes de su organización, con la esperanza de que se mantuvieran unidos, tal como lo habían hecho los primeros grandes capos sinaloenses, pero su deseo no se cumplió.
Las rutas y plazas para el trasiego de droga tenían nuevos dueños y a diferencia de los primeros narcos de origen rural, la capacidad de organización de esta segunda generación aumentó exponencialmente, así como su control para transportar la droga y paulatinamente la violencia.
Un camino pedregoso y plagado de traiciones caracterizó el ascenso de algunos de los narcotraficantes, ya que la repartición del territorio no satisfizo a todos, por lo que vinieron las disputas y luego la guerra, de acuerdo con fuentes policiales.
Joaquín “El Chapo” Guzmán comenzó a pelear con los Arellano Félix por el pago del “derecho de piso” en Tijuana. La muerte de Armando “El Rayo” López, compadre de Guzmán Loera, en 1989, y un intento fallido de Ramón Arellano de ejecutar al Chapo en Mariano Otero y Periférico, en Zapopan, fueron los eventos que avivaron el fuego de la guerra entre los sinaloenses y el Cártel de Tijuana.
En medio de la disputa por las plazas, Carrillo Fuentes se convirtió en el capo más poderoso de México.

Sin embargo, en 1996 Carrillo Fuentes murió sospechosamente tras una cirugía plástica, ya que presuntamente intentaba cambiar su apariencia para evitar a sus enemigos y a las autoridades.
Un domingo de noviembre de 1997, en la carretera que va de la Ciudad de México al puerto turístico de Acapulco, aparecieron abandonados tres tambos que llamaron la atención de los policías federales de caminos. Un olor fétido los envolvía, aunque estaban sellados, y tenían manchas de sangre. Allí mismo los policías abrieron uno, rompieron el cemento y encontraron restos humanos. En el Servicio Médico Forense de la ciudad de Iguala extrajeron otros dos cuerpos de los dos bidones sin abrir.
El misterio de los “entambados” se resolvió esa misma tarde. Las víctimas eran tres hombres, altos, con huellas de tortura, que las autoridades identificaron como Jaime Godoy, Carlos Ávila y Ricardo Reyes. El primero era otorrinolaringólogo y los otros dos cirujanos plásticos. El último además colombiano. Todos habían sido parte del equipo que el 3 de julio de ese mismo año, en un hospital de la Ciudad de México, habían sometido al narcotraficante Amado Carrillo a una reconstrucción facial y una liposucción que le costaron la vida.
Para entonces, otros dos médicos que habían participado en aquella operación estaban muertos y uno más desaparecido.
Nadie supo quién secuestró y asesinó a los médicos. Tampoco hubo certeza sobre las verdaderas circunstancias en las que murió Amado Carrillo. La versión oficial anota que un paro cardiaco le sobrevino tras ocho horas de operación, pero hubo testigos que afirmaron que del quirófano había salido vivo. Luego la autopsia reveló que le habían suministrado un medicamento hipnótico mezclado con anestesia, que le produjo un paro respiratorio.
Su lugar fue ocupado por su hermano Vicente, quien no tenía el mismo talento que Amado. Un año antes de la muerte de Carrillo Fuentes, otras organizaciones criminales salieron a la luz pública.
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