Secretos, traiciones y arrojo: así fueron las horas previas al inicio de la guerra de Independencia

El discurso Miguel Hidalgo llamó a los presentes y a toda la nación a levantarse en armas contra las autoridades virreinales

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Se tenía pensado comenzar la guerra por la Independencia de México en diciembre, pero se adelantó (Foto: Wikipedia)
Se tenía pensado comenzar la guerra por la Independencia de México en diciembre, pero se adelantó (Foto: Wikipedia)

Todo estaba listo para levantarse en armas y tomar la capital del virreinato a principios de octubre de 1810. Se tenía pensado comenzar la Guerra por la Independencia de México en diciembre, pero se decidió adelantarla. Entonces, un mensajero de José Mariano Galván, quien participaba en la Conspiración de Querétaro, comenzó a denunciar que existían rebeldes dialogando con el párroco de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla, para hacer una revolución contra la corona.

Aunque las denuncias habían sido desestimadas, el capitán Joaquín Arias, creyendo que todo estaba perdido, se entregó como conspirador al alcalde ordinario de Querétaro, Juan de Ochoa, y con él, también se revelaron los nombres de aquellos que llevaban meses reuniéndose para planear un levantamiento armado que acabara con las injusticias contra los criollos, indígenas y mestizos.

A las reuniones influenciadas por la Conjura de Valladolid asistían Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, José Miguel Domínguez, Josefa Ortiz de Domínguez, Juan Aldama y Mariano Abasolo.

Estos personajes se reunían en la casa del corregidor de Querétaro, José Miguel Domínguez, y su esposa, Josefa Ortiz de Domínguez, bajo la fachada de ser parte de tertulias literarias de las que el corregidor gustaba abiertamente. En lugar de esas actividades, se agrupaban en una zona resguardada del domicilio para discutir los planes del levantamiento armado.

La llamada Casa de la Corregidora en Querétaro, donde Josefina residía durante la conspiración  (Foto: Wikipedia)
La llamada Casa de la Corregidora en Querétaro, donde Josefina residía durante la conspiración  (Foto: Wikipedia)

El objetivo principal de la conspiración era crear una Junta que gobernara de manera autónoma a nombre del rey de España, Fernando VII.

Este movimiento clandestino se llevaba a cabo en la ciudad de Santiago de Querétaro, a 221 kilómetros de lo que ahora es la Ciudad de México, y ha pasado a la historia como el punto de quiebre con el que comenzó la Guerra por la Independencia de México, una lucha armada realizada con un ejército popular de campesinos en contra de los españoles.

A inicios de septiembre de 1810, la denuncia de la conspiración llego al corregidor Dominguez, quien se protegió denunciando a sus compañeros y ordenando la captura de cada uno ellos, aunque retrasó lo más que pudo el procedimiento para dar oportunidad a su esposa y a los demás de escapar.

La persecución de los conspiradores

(Foto: Wikipedia)
(Foto: Wikipedia)

La corregidora, Josefa Ortiz de Domínguez, se apresuró a avisar al alcalde Ignacio Pérez que se fue inmediatamente a San Miguel el Alto a notificar a Juan Aldama para que viajara a Dolores a ponerse en contacto con Ignacio Allende y Miguel Hidalgo. La noticia lo cambió todo. Era momento de actuar.

El aviso de la corregidora fue clave para que el movimiento lograra concretarse. Por esta razón, aunque su esposo sólo fue destituido y liberado por intervención popular por participar. Josefa Ortiz de Domínguez fue declarada culpable de traición, enviada al Convento de Santa Teresa y posteriormente al de Santa Catalina de Sena.

El cura de Dolores decidió que había llegado el momento de levantarse a pesar de que no fuera la fecha concertada por la conspiración para impedir que los españoles se prepararan para su llegada. Varios de sus compañeros ya habían sido capturados y sería imposible llegar al 1 de octubre para dar el golpe con la fuerza que se había planeado.

Ese 16 de septiembre de 1810 se realizó el histórico Grito de Independencia con el que comenzó la insurrección. El discurso Miguel Hidalgo llamó a los presentes y a toda la nación a levantarse en armas contra las autoridades virreinales. Aunque en ese momento se hablaba aún de que hubiera relación con Fernando VII, conforme la lucha avanzó esa intención terminó por desvanecerse. Además de los campesinos llamados a la iglesia, también se liberó a unos 80 presos de la cárcel para que se sumaran a la lucha a cambio de su libertad. A las pocas horas del Grito más de 600 hombres se habían unido a la contienda y la Guerra de Independencia estaba comenzando.