
La humanidad enfrenta una etapa decisiva en relación con los glaciares, formaciones que almacenan agua dulce y cumplen un rol central en la regulación del clima.
Su retroceso acelerado, impulsado por el calentamiento global, desencadena consecuencias directas sobre la disponibilidad de agua, el equilibrio de los ecosistemas y la seguridad de millones de personas que dependen de estos recursos.
En 2025, la comunidad científica concentró su atención en la protección de los glaciares tras la declaración del Año Internacional de la Conservación de los Glaciares por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la UNESCO y la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Aquí, un repaso por seis hallazgos científicos clave sobre el tema.
1. La desaceleración temporal del deshielo en el Ártico
Un estudio publicado en Nature Communications evidenció que el deshielo del Ártico desaceleró su ritmo desde 2012. El análisis, realizado por científicos de la Hong Kong University of Science and Technology (HKUST), atribuye este fenómeno a un patrón atmosférico natural conocido como Oscilación del Atlántico Norte (NAO).

Según el informe, la superficie de hielo marino llegó a su punto más bajo en septiembre de 2012, pero desde entonces el ritmo de pérdida descendió de casi 11% por década a menos de medio punto porcentual. Los datos provienen de bases internacionales como Hadley, NSIDC y ERA5, cuyos registros coinciden en la magnitud del cambio.
El trabajo indica que esta desaceleración afecta solo a la superficie del hielo, no a su grosor ni a su masa total, que podrían seguir en descenso. Los autores advierten que la cantidad total de hielo podría continuar disminuyendo, incluso si la superficie cubierta se mantiene estable.
La investigación relaciona la tendencia con fases de la NAO, que alternan periodos de ingreso de aire cálido o frío al Ártico y modifican el balance térmico. Se prevé que este período de ralentización se mantenga hasta 2030 o 2040, cuando podría terminar y dar paso a un retroceso acelerado si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero. El profesor Zhai Chengxing, coautor del estudio, advierte que el mundo atraviesa un “período de amortiguamiento climático” que otorga una ventana para implementar medidas de mitigación antes de una posible crisis ambiental.
2. El retroceso acelerado de los glaciares patagónicos y su impacto global

Los glaciares patagónicos ya perdieron más de un cuarto de su volumen desde 1940. Una investigación publicada en Nature Communications reconstruyó ochenta años de transformaciones y detectó que el aumento de la escorrentía superficial, es decir, el agua que se escurre del deshielo, explica la aceleración en la pérdida de masa glaciar.
De acuerdo con el investigador Brice Noël, uno de los autores del estudio: “identificamos el aumento de la escorrentía superficial como el principal impulsor de la pérdida de masa glaciar, ya que las nevadas se han mantenido constantes desde la década de 1940”.
Según el mismo reporte, los glaciares patagónicos representan la mayor pérdida de agua dulce de origen glaciar en el hemisferio sur fuera de las regiones polares. Contribuyeron con un aumento de 4 milímetros en el nivel del mar en el período que analizaron los expertos. Solo en los últimos 20 años, la Patagonia perdió un promedio de 26.500 millones de toneladas de hielo por año.
Los investigadores concluyeron que el calentamiento del aire y la llegada de vientos cálidos desde el norte aceleraron el deshielo, provocando que la región se caliente un 17% más que el promedio global. Las proyecciones indican que los glaciares patagónicos podrían desaparecer en unos 250 años si no se aplican medidas para protegerlos, lo que pondría en riesgo el suministro de agua para millones de personas en Chile y Argentina.
3. Transformaciones en la biodiversidad marina debido al deshielo en Groenlandia

El deshielo acelerado del glaciar Jakobshavn en Groenlandia muestra cómo el retroceso de estas grandes masas también transforma los ecosistemas marinos. Un análisis publicado en Nature Communications Earth & Environment señala que el flujo de agua dulce arrastra nutrientes desde las profundidades hacia la superficie, lo que impulsa el crecimiento del fitoplancton en la bahía Disko.
Los modelos utilizados por los científicos, validados con observaciones satelitales, indican que la productividad del fitoplancton aumentó entre 15% y 40% en verano en los años de mayor deshielo, como 2012 y 2019.
Sin embargo, el informe advierte que, aunque estos organismos absorben más CO₂ durante la temporada estival, el calentamiento de las aguas y los cambios químicos pueden limitar la capacidad del océano para retener este gas. El balance entre mayor fotosíntesis y menor solubilidad de CO₂ podría reducir el papel de las aguas costeras como sumidero de carbono.
El estudio advierte que el aumento de nutrientes y la productividad fitoplanctónica pueden alterar la estructura de los ecosistemas, favorecer la aparición de algas nocivas y modificar las cadenas alimentarias, con posibles consecuencias para la pesca y la biodiversidad.
4. El papel del deshielo del permafrost en el ciclo global del carbono

Una investigación publicada en Science Advances identificó el aporte del deshielo del permafrost del norte planetario al aumento de CO₂ tras la última glaciación. Según la especialista Amelie Lindgren, autora del estudio, “las tierras al norte del trópico de Cáncer, a 23,5 grados de latitud norte, emitieron una gran cantidad de carbono cuando la temperatura media aumentó en el hemisferio norte tras nuestra última glaciación. Estimamos que este intercambio de carbono podría haber explicado casi la mitad del aumento de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera”.
El equipo de científicos reconstruyó la dinámica del carbono terrestre durante los últimos 21.000 años mediante análisis de polen fósil y modelos climáticos. Entre 17.000 y 11.000 años atrás, el deshielo del permafrost liberó grandes volúmenes de CO₂, lo que elevó la concentración atmosférica de 180 a 270 partes por millón.
El trabajo también mostró que la expansión de turberas compensó parte de las emisiones de carbono, ya que actúan como un sumidero natural. Sin embargo, Lindgren advirtió que las condiciones actuales, con menos espacio para nuevas turberas y el ascenso del nivel del mar, podrían impedir que este mecanismo vuelva a operar con la misma eficacia.
5. La relevancia de los ríos subglaciares en la Antártida

En la Antártida Oriental, la cuenca subglacial de Aurora se posiciona como una de las regiones clave para comprender el futuro del deshielo y el aumento del nivel del mar. Un estudio dirigido por la Universidad de Waterloo analizó la evolución de los sistemas de drenaje subglacial durante 34 millones de años y proyectó su impacto hasta 2100. Según el informe, los canales subglaciales reorganizan el flujo de agua y aceleran la fusión basal, lo que debilita las plataformas de hielo y facilita el desplazamiento del hielo terrestre hacia el mar.
El trabajo señala que los modelos climáticos tradicionales subestiman la influencia de la hidrología subglacial. La pérdida total de hielo en la región de Aurora podría elevar el nivel global del mar hasta 4 metros, una magnitud que subraya la necesidad de incluir estos procesos en las proyecciones.
6. El “Glaciar del Juicio Final” y la inestabilidad creciente en la Antártida Occidental
El glaciar Thwaites, conocido como el “Glaciar del Juicio Final”, concentra la atención mundial por su potencial para aumentar en 65 centímetros el nivel del mar si colapsa. Un reciente estudio internacional identificó que la propagación de fracturas internas debilitó progresivamente la plataforma de hielo oriental del Thwaites durante las últimas dos décadas. El análisis, basado en imágenes satelitales y mediciones GPS, detectó un mecanismo de retroalimentación positiva: a mayor fracturación, más rápido fluye el hielo hacia el mar.
El trabajo destaca que el colapso de la plataforma flotante reduciría el efecto de soporte sobre el hielo terrestre, lo que aceleraría su flujo y la subida global del nivel del mar. Además, advierte que el patrón de fracturación podría repetirse en otras plataformas antárticas vulnerables.
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