El Paraná, un río que arde

La sequía que afecta a toda su cuenta parece estructural, como consecuencia del cambio climático que padece la región

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Fotografía tomada por la Dirección de Meteorología e Hidrología de Paraguay que muestra el poco caudal del río Paraná en aquel país (EFE)
Fotografía tomada por la Dirección de Meteorología e Hidrología de Paraguay que muestra el poco caudal del río Paraná en aquel país (EFE)

El río Paraná se seca hasta el incendio. Su caudal, el del segundo río más largo de Sudamérica, se adolece de una sequía histórica desde su cabecera, en Brasil, también a su paso por Paraguay y, especialmente en su bajante en Argentina, donde sus aguas han dejado de ser un cortafuego y sus ahora áridas riberas están siendo devoradas por el fuego.

La escasez de precipitaciones en todos sus cursos se refleja ya en la transformación de su caudal, cada vez más mermado, y las previsiones meteorológicas no apuntan a un cambio de tendencia en los próximos meses, con lo que esta sequía, más que cíclica, parece estructural.

Sequía desde la cabecera

Vivimos una sequía desde hace 18 meses y eso hace que el volumen de los ríos que abastecen el río Paraná sea más bajo”, advierte a EFE el profesor Carlos Hugo Rocha, ingeniero agrónomo y profesor de Universidad regional de Ponta Grossa, en el estado brasileño de Paraná. Como consecuencia del cambio climático global, las sequías, señala, son cada vez más prolongadas y las lluvias cortas y torrenciales, lo que impide que el agua penetre en el suelo y abastezca las nacientes y los riachuelos que desembocan en el río.

A ello se suma el uso cada vez más intenso de la tierra, con la expansión de las ciudades y las áreas agrícolas, lo que disminuye la capacidad del suelo de filtrar el agua. De acuerdo con el especialista, la parte de Brasil es la más elevada de dicha cuenca hidrográfica y lo que sucede en ella tiene una influencia directa en la parte argentina, que es la más baja y donde ahora se están expandiendo principalmente los incendios.

Entre el Paraná y el Paraguay

Paraguay, sin salida al mar, está rodeado al este por el río Paraná y al oeste por el Paraguay, afluente del primero. En estas condiciones, el país acusa profundamente la sequía. El subdirector de Hidrología de la Dirección de Meteorología e Hidrología de Paraguay, Nelson Pérez, asegura a EFE que “la perspectiva es que continúe el déficit” porque “no se prevén lluvias muy grandes”. Pérez señala que el Paraná pasó por algo parecido a comienzo de la década de los 70, con la diferencia de que ahora “las lluvias no están agarrando y cubriendo el déficit que se tiene”.

A su paso por Paraguay, el Paraná nutre a dos centrales hidroeléctricas: la de Itaipú, compartida con Brasil, y la de Yacyretá, con Argentina. Ambas han notado la bajante, pero las dos dan por garantizado el suministro energético para los próximos meses. El encargado gerente de la División de Hidrología de la Superintendencia de Operación de Itaipú Binacional, Giovanni Gomes, explica a EFE que comenzaron a percibir la sequía hace un año, con lluvias muy por debajo del promedio.

Puerto de Rosario, en la provincia argentina de Santa Fe, con el río Paraná con buen caudal, en una fotografía de archivo (Marcos Brindicci / Reuters)
Puerto de Rosario, en la provincia argentina de Santa Fe, con el río Paraná con buen caudal, en una fotografía de archivo (Marcos Brindicci / Reuters)

Más o menos finales de agosto y septiembre, que sería el periodo de transición a la etapa húmeda, es cuando nosotros tenemos la expectativa de que tengamos una señal de aumento de lluvia y que eso se traduzca en aumento de caudales en el río, pero hasta ahora, por lo que nos están pasando los pronóstico de lo que estamos viendo, todavía va a continuar esta condición de sequía para los tres meses próximos, por lo menos, para esta región”, alerta Gomes.

A pesar del descenso del caudal del Paraná, el encargado de la superintendencia de Operación de la margen paraguaya, Hugo Zárate, garantiza que en la central están “tranquilos” en cuanto a la producción de energía, gracias, en parte, al caudal regulado que llega a través del resto de represas con las que cuenta el Paraná río arriba. “Hasta fin de año está previsto que (la producción) sea inferior a los otros años, pero está asegurado”, apunta el ingeniero.

Unos kilómetros más abajo, en la central de Yacyretá, el ingeniero Leopoldo Melo, jefe técnico de la margen paraguaya, puso cifras al fenómeno. “Lo normal hoy es que deberíamos estar en un caudal entre 13.000 y 14.000 metros cúbicos por segundo (...). En agosto deberíamos tener superior a 13.000 metros cúbicos por segundo, pero estamos entre 8.000 y 9.000 metros cúbicos y seguimos en ese caudal. Es inferior a lo normal”, ilustra Melo.

En cualquier caso, coincide, “no hay un pronóstico muy alentador”.

Agricultura familiar y pesca

Con las fronteras cerradas por la pandemia, el río Paraná es la única salida al exterior para la exportación del grano paraguayo. El bajo caudal ha puesto también en jaque su navegabilidad y los grandes exportadores se han visto afectados, pero también los pequeños pescadores, que sufren el impacto de la sequía y de la crisis del coronavirus. “Es muy crítica la situación para el sector pesquero. Casi el 70 % del distrito de Ayolas se dedica a la pesca. Hay poco pescado, poco turismo, está todo paralizado”, comenta a EFE en una conversación telefónica el portavoz de la Confederación de Pescadores de Ayolas (sur), Ángel Cano. La merma del caudal también se percibe en la agricultura, apunta el director de cambio climático y políticas de WWF, Óscar Rodas, que desde hace ocho años trabaja con unas 230 familias del departamento paraguayo de Alto Paraná, a las que, hasta ahora, nunca habían tenido que asistir por la falta de agua.

Estas familias de la agricultura familiar campesina, que ya son vulnerables por sus condiciones socioeconómicas, van a ser afectadas mucho más fuertemente por esta sequía estructural que se visibiliza, se va a prolongar”, apunta Rodas. Desde WWF también muestran preocupación por el riesgo de incendios y quemas intencionales, que hacen temer una situación como la de 2019.

Incendios masivos que empeoran la sequía

Desde hace casi cien años, trabajadores del campo y ganaderos del delta del Río Paraná quemaban una parte de los pastizales que hay en los numerosos humedales para renovar cultivos, y esas quemas quedaban cortadas de manera natural por los canales de agua que dejaba el río entre pastizales. Sin embargo, debido a la extraordinaria sequía actual y con el Paraná en su peor bajante en 60 años esos canales han desaparecido, dice a Efe el coordinador de campañas de Greenpeace Argentina, Leonel Mingo. Ahora, lo que antes era agua -y cortafuegos natural- es tierra firme y los incendios avanzan sin control hasta el punto de que ya “no queda mucho más para incendiarse”, afirma.

Como si la situación no fuera ya de por sí crítica, Pablo Javkin, el intendente de Rosario, la principal ciudad afectada, advierte a EFE que no descarta que parte de los incendios sean provocados con la simple intención de “hacer daño”. La situación se ha agravado durante el pasado julio y hasta el momento hay cerca de 70.000 hectáreas quemadas con casi 11.800 focos de incendios desde enero, distribuidos entre las provincias de Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires. Solo en julio hubo 6.741 focos detectados y solo en la última semana se notificaron 3.610.

Una ley de humedales, urgente

En Argentina no hay ninguna ley, ninguna normativa, que los regule (los humedales) ni los cuide, por eso están a la buena de Dios. Los humedales están siendo amenazados y destruidos hace décadas en Argentina. (...) Por eso es tan importante que se sancione una ley de humedales”, dice Mingo. El miembro de Greenpeace subraya que en el delta del Paraná hay 700 especies de vegetales y 543 especies de animales vertebrados -principalmente aves, pero también zorros, carpinchos, gatos monteses y peces-, que “están siendo quemados vivos”.

En la misma línea se expresa Javkin, que exige la misma ley a los diputados y senadores argentinos. “No tengo duda que la solución de fondo es cambiar la regulación (...), que deje claro qué es lo que está prohibido”, indica. Mientras, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible del Gobierno de Alberto Fernández se ha pronunciado a favor del proyecto, que ahora depende del Parlamento.

De no sancionar la ley, Javkin alerta de que en los próximos meses se producirá “una situación muy difícil”. “Hay pronósticos de que esta bajante se va a prolongar por un tiempo importante. Es lo que sucede cuando no vemos las advertencias del cambio climático: los humedales son un gran regulador del clima, de la temperatura, y obviamente la pérdida de flora, la enorme riqueza que tiene el humedal frente a Rosario. Obviamente no podemos permitirnos eso”, asevera el alcalde rosarino.

La ciudad más afectada

Rosario es la urbe argentina más afectada por los incendios agravados por la sequía histórica: se encuentra justo frente a una amplia zona de humedales en la otra orilla, que pertenece a la vecina provincia de Entre Ríos, cuya ciudad más próxima está a 60 kilómetros. Por ello, el intendente de Rosario pide a las autoridades entrerrianas que “trabajen más fuertemente en el control y la prevención de los incendios”.

Mientras, el humo es un molesto acompañante en la ciudad cada vez que hay viento este, lo que dificulta la respiración de sus habitantes, que como el resto del mundo afronta la pandemia de coronavirus. Esta semana, los incendios fueron tan fuertes, que el humo, hijo de esta sequía, llegó a Buenos Aires.

(C) Agencia EFE.-

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