Los 5 millones de dólares destinados a Bobby Fischer y Karpov, los cobró Muhammad Ali por pelear con Joe Frazier en Manila

El presidente de Filipinas buscaba un gran evento de interés mundial para poner a su país en el centro de la información: intentó tener Fischer-Karpov y no pudo. Finalmente, cobijó el inolvidable “Thrilla in Manila”

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Muhammad Ali y Joe Frazier tuvieron una pelea épica en Manila durante 1975
Muhammad Ali y Joe Frazier tuvieron una pelea épica en Manila durante 1975

Imposible no imaginar la escena de aquellos dos buenos amigos discutiendo puntos de vista opuestos y ya sin más tiempo para persuasiones modificatorias.

El genial Bobby Fischer, campeón mundial de ajedrez, acaso el hombre más admirado por los norteamericanos y por los ajedrecistas de todo el mundo, paradigma universal por su triunfo ante Boris Spassky decía que no. Y a cada argumento de su amigo Miguel Ángel Quinteros –a su vez analista de sus partidas–, reafirmaba su contundente no.

Quinteros y Fischer, una amistad que perduró durante más de dos décadas
Quinteros y Fischer, una amistad que perduró durante más de dos décadas

Eran las seis de la tarde del 31 de marzo de 1975 y Fischer debía responderle al presidente de la Federación Internacional de Ajedrez, Max Euwe, si aceptaba defender su título mundial contra el soviético Anatoly Karpov con algunas reglas modificadas.

Bobby había dicho con anterioridad a la Federación de USA que sólo jugaría bajo tres condiciones:

A- Será ganador quien ganare 10 partidas

B- No habrá límites de partidas y las “tablas” no se contaran

C- En caso de un 9-9 (como en el boxeo) el campeón retendrá su título.

La FIDE –según Fischer manejada por los soviéticos– no admitía tales exigencias pues los rusos sostenían que Karpov para ganarle a Fischer el campeonato mundial necesitaría sacarle dos partidas de ventaja. Por ejemplo: 10-8.

Los dos amigos habían salido del hotel Roosevelt en la 45st cerca de las 6 de la tarde bajo una lluvia fría y vertical para cenar en un restaurante muy cercano, el Villard, ubicado en el 455 de Madison Ave.

Pidieron una mesa lejana a la puerta y Quinteros elaboró un discurso que le tocara el corazón a Bobby. Fue cuando le dijo:

— Bobby, ¿te acordás cuando nos conocimos en Buenos Aires hace cinco años?; ¿Qué nos prometimos?, ¿lo recordás? Te lo voy a repetir:

1°) Llegar a campeón del mundo y lo conseguiste ante Spassky en Reykiavik (1972), extraordinario, una paliza, el mundo a tus pies.

2°) Revolucionar el ajedrez con el Fischer Random y lograr que millones de mujeres y hombres; chicos y grandes en todo el mundo jueguen y amen el ajedrez que es nuestra vida; lo lograste Bobby, el universo te ama y juegan para ser como vos.

3°) Ser felices Bobby, ser felices, tener una familia, disfrutar de los hijos. Es lo único que falta, pero tenés 32 años, te queda más de la mitad de la vida por recorrer.

Aquel joven rubio, taciturno y crispado pareció no escuchar pues enojado le respondió a su amigo Miguel Ángel:

— Vos sabes bien todo lo que me hicieron los soviéticos. Ellos arreglaban las partidas para elegir al jugador que me enfrentara y luego todos jugarían con él en contra mío. Esta Federación Internacional está dominada por ellos y si me quieren sacar el título que me lo saquen.

Fueron vanos los nuevos argumentos de Quinteros:

— Pensá Bobby que quien perderá será el ajedrez; además, Karpov no tiene ninguna posibilidad de ganarte Bobby, te lo pido por favor, pensá. Habrá cámaras, tecnología moderna, cada instante quedará grabado; no pueden hacerte nada, ninguna maniobra, ningún daño. No renuncies a jugar por favor. Pensá que además hay 5 millones de dólares asegurados a repartir de los cuales el 60 por ciento ya es tuyo.

El dialogo subía de tono y aunque a Fischer le gustaba pasar desapercibido en los lugares públicos, algunos comensales advirtieron que aquel ídolo se hallaba disgustado a juzgar por el volumen de su voz. Fue cuando recordó que Henry Kissinger (poderoso Secretario de Estado de los Estados Unidos) lo engañó al pedirle que le ganara a Spassky y que tras ese triunfo sería homenajeado por el presidente Nixon.

Pero Nixon prefirió recibir en la Casa Blanca, entre otras personalidades del deporte, a Nadia Comaneci (rumana) y a Olga Korbut (rusa, ambas múltiples e inolvidables campeonas olímpicas) en lugar de hacerlo con Fischer. Y esa decepción lo acompañó hasta su miserable muerte ocurrida el 17 de enero de 2008 en Reykjavik, Islandia.

— Tu sabes Miguel –le preguntó Fischer a Quinteros en el marco de aquel dialogo de intransigencias– ¿Quién es el hombre más importante de los Estados Unidos?.

— Si, el presidente, respondió Quinteros sin vacilar.

— No, soy yo –replicó Fischer– y argumentó:

— A un presidente se lo reemplaza en una hora; ya ves, renunció Nixon (1974) y asumió Gerald Ford (hasta 1979); asesinaron a Kennedy (1963) y lo sucedió Lyndon Johnson (hasta 1969). En cambio para sucederme a mi habrá que esperar 100 años… –y reiteró su exclamación: “100 años…”

Los amigos regresaron al hotel. Esa noche Fischer recibió cien llamados de todo el mundo. Entre ellos el del presidente de Filipinas, Ferdinando Marcos quien se consideraba amigo de Bobby pues lo había invitado en el 73′ como huésped personal. Todos le rogaron que jugara, que no desistiera de defender el título mundial, que cambiara su decisión.

Desde otra habitación alrededor de las 3 de la mañana, Quinteros hizo un último intento y la respuesta fue: “Cuando un campeón da una palabra debe cumplirla, no jugaré contra Karpov”.

El 3 de abril de 1975, hace 46 años, la FIDE consagró a Anatoly Karpov campeón del mundo. No solo perdimos a Bobby como campeón mundial; también lo perdimos como un paradigma necesario, pues su vida a partir de este hecho se transformó en un calvario: huida, causa penal por deuda con el fisco (USA), exilio y cárcel (Japón), extradición, nueva ciudadanía, locura y muerte (Islandia, 17-1-2008).

Resultaba aquel 1975 un año en el cual Ferdinando Marcos afirmaba su régimen de poder omnímodo en Filipinas y buscaba un gran evento de interés mundial para poner a su país en el centro de la información. Su amigo Bobby Fischer con quien tanto había disfrutado del ajedrez y de las charlas y a quien tenía como primera opción, no pudo ser. Pero debía insistir con algún otro gran acontecimiento pues Marcos lanzaría por decreto un plan llamado “Trabajo Voluntario Rural” a cargo de su hija Imée para reunir a los jóvenes de 15 a 18 años con el fin de darle productividad a la tierra ociosa.

Fue así como el promotor de boxeo de Filipinas, “Papá” Lope Sarreal –de gran prestigio en el boxeo de Japón y Corea– le hizo llegar su inquietud de realizar la tercera pelea entre Muhammad Alí y Joe Frazier. Aquellos 5 millones para contratar a Fischer y Karpov bien podían ser el punto inicial de una negociación para llevar a Manila a esos dos monstruos del boxeo que estaban 1-1, toda vez que Frazier había ganado la primera de las peleas quitándole el invicto y Alí –también en el Madison– se había impuesto en la revancha, en ambos casos por la decisión de los jueces lo que originó un interminable debate de los aficionados y de los periodistas.

Al presidente Marcos lo sedujo la idea y Lope Sarreal puso en marcha su difícil gestión. Para ello viajó a Kuala Lumpur pues el 30 de junio de ese año 1975, Muhammad exponía su corona mundial ante Joe Bugner (húngaro de nacimiento, nacionalizado británico y australiano), a quien derrotaría por decisión unánime. Al mismo tiempo su sobrino Pol Tiglao viajaría desde Los Ángeles –su ciudad de residencia– hasta Nueva York para reunirse con el joven CEO de la Top Rank, Bob Arum.

El primer inconveniente que debieron resolver fue la negativa de Alí. Su manager Jabir Herbert Muhammad en la primera reunión les expresó a Tiglao y Arum que el campeón estaba muy cansado. Es admisible pues Alí había peleado en octubre del 74′ contra Foreman en Kinsasha (cuando recuperó la corona) y ese año –1975– ya había enfrentado a Ron Lyle (KO 11° en Las Vegas) en mayo y a Bugner en junio. “En cambio Joe –decía Herbert– hizo una sola pelea en marzo contra Jimmy Ellis –le ganó por KO en el 9°–, está más descansado“, repetía el conductor y administrador de Muhammad.

Apelando a la paciencia y a nuevas propuestas, Arum fue convenciendo a Alí de a poco. Pero le hizo saber al presidente Marcos a través de “Papá” Lope Sarreal que “semejante esfuerzo para que él ofreciera la pelea que el mundo quería ver, ameritaría una bolsa superior”.

Fue así que los 5 millones de dólares para todo el emprendimiento que Arum titularía acertadamente “Thrilla in Manila” (“Suspenso en Manila”) se transformaron en 10 millones de dólares entre bolsas –5 millones para Muhammad–, gastos, invitados, tickets de avión , hoteles, regalos, etc.

La presencia de Alí en la ciudad fue de enorme impacto, un hecho conmocionate. Y quienes manifestaron su complacencia fueron el presidente Ferdinando Marcos y su esposa, la primera dama Emielda Romualdez. Valdrá la pena reiterar aquella descripción:

— ”Es que la multitud había salido a las calles para saludar a Muhammad quien se trasladaba al palacio de gobierno en un auto descapotable acompañado por su novia Verónica Porsche. Grande sería su sorpresa cuando una vez en el salón de la recepción a la que habían asistido unos 200 invitados, se enteró que Belinda Khalilahali Boyd, su segunda esposa (ya rebautizada con nombre musulmán), madre de sus cuatro hijos mayores: Maryum, las mellizas Jamillah y Rasheda y Muhammad Jr., había llegado a Manila sin avisar. Por cierto que para entonces Alí ya estaba divorciado de su primera esposa Sonji Roi, pues ella nunca aceptó convertirse a la religión musulmana”.

— ”Fue un momento muy difícil el que se vivió allí a solo dos días de la pelea y que Alí resolvió serenamente anunciando su próximo casamiento con Verónica Khlalilah (nuevo nombre) Porsche, quien ya estaba embarazada de Hana y dos años después (1977) tendría a Laila, la segunda hija de ese tercer matrimonio”.

— “El triunfo sobre Joe Frazier fue agónico y “pírrico” pues Muhammad pagó por ello un altísimo costo de salud. La temperatura en el estadio Araneta de la vecina ciudad de Quezon City –por entonces la capital de Filipinas– era extenuante, mas de 30°. Además eran épocas de combates a 15 asaltos. Fue devastador para ambos pues a lo largo de los 42 minutos de pelea no dejaron de pegarse, empujarse, tomarse, agredirse. Sobre el segmento final se advertía desde el ringside de prensa que los movimientos y las reacciones se relantizaban y que el aire comenzaba a escasear. Los espectadores se deshidrataban en sus butacas; tal el dramatismo y la excitación que generaban esos dos atletas en plenitud hormonal entregándose a la sensualidad de la gloria”.

El 14 round de la pelea entre Ali y Frazier

Esta página sobre el desenlace de aquel histórico combate ya es un incunable del boxeo: Alí pidió abandonar al término del 14° asalto y Dundee –su segundo principal – le imploró que solo se pusiera de pie al sonar la campana para la 15° y última vuelta. Muhammad, inconsciente y ayudado lo hizo y quien se quedó sentado en su banquillo fue Joe Frazier. Alí seguía siendo el campeón al precio de su irreparable deterioro físico; se iniciaría su innecesaria decadencia.

En el agobiante estadio Araneta de Quezon City, el presidente Ferdinando Marcos y su mujer Emielda mostraban su satisfacción pues aquella pelea, la más dramática de la historia de los pesados, había sido vista en 120 países.

¿Dónde estaría el atormentado Bobby mientras Manila se rendía a los pies de Alí?.

Estaba escapando de la prensa, maldiciendo a la dirigencia soviética, enojado con el gobierno de los Estados Unidos, amenazando con no pagar sus impuestos, sospechando de su propia sombra, mutando sus nombres, transformando su rostro, cambiando de hoteluchos promiscuos temiendo ser localizado, dejando que la paranoia lo posea.

Seguía huyendo de su genialidad…

Fischer durante sus últimos años de vida (Foto: AFP)
Fischer durante sus últimos años de vida (Foto: AFP)

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