Lejos de la ajetreada vida de Bogotá y sus ocho millones de habitantes, están los apiarios creados en esta misma ciudad para las abejas que han buscado cómo sobrevivir a la extinción de su especie, pues los pesticidas usados en algunas zonas del campo colombiano han debilitado el trabajo de polinización que es tan importante para la biodiversidad.
Es por eso que en la capital colombiana varios sectores académicos se han empecinado en salvar a las abejas a través de colmenas que, pese a las restricciones para su instalación dada la densidad poblacional y el riesgo que pueden tener las personas que sean picadas por estos insectos, se mantienen bajo estrictas medidas de protección; y es que de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, cerca del 40 % del total de abejas y mariposas está en peligro de extinción.
La agricultura intensiva, la ganadería, el cambio climático y los agroquímicos han acabado lentamente con gran parte de las 20 mil especies de abejas existentes en el mundo. Sumado a eso, existen denuncias de apicultores que perdieron cientos de colmenas por envenenamiento producido con el pesticida filpronil, según AFP.
El blindaje de estas especies es una tarea que, bajo esta óptica, se vuelve heroica y la academia hace su papel para preservarlas. Por ello, la Universidad del Rosario cuenta con un apiario construido sobre una estructura de guadua que la rodea diversas especies de plantas. El profesor André Riveros es uno de los científicos que más ha aportado a la conservación de los insectos a partir de la creación de una bebida que reduce el impacto de los pesticidas.
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Vale indicar que estos químicos hacen que las abejas pierdan la memoria, así como la coordinación motora, de manera que a través de la bebida se cuidan las vidas de miles de especies, y pese a que esto las vuelve más resistentes al envenenamiento, Riveros aclara que este no puede ser motivo para el uso indiscriminado de pesticidas.
“Nuestra intención es proteger a las abejas”, advierte.
Otro santuario ubicado en Bogotá está dentro de la Universidad EAN, siendo estas dos las colmenas más importantes de la capital; incluso, el experto Gino Cala, uno de los responsables del traslado de las abejas a ambos espacios académicos, indica que el hecho de tener otras colmenas fuera de estas dos es “irresponsable”, pero es una realidad que no se puede ocultar.
En esta zona del país hay cientos de colmenas clandestinas, de las cuales se extrae miel y cera para su comercialización, lo cual no representa un problema. El riesgo que sí existe es cuando un apicultor no se encarga de manejar a estos animales, generando como principal consecuencia el esparcimiento de decenas de ellas. Esto hace que, en promedio, el cuerpo de Bomberos local atienda alrededor de ocho casos diarios de manejo de abejas.
En ese sentido, Riveros expresa que la misión de las universidades es “educar”, lo cual podría sonar como un eufemismo, pero que tiene como trasfondo la tarea de mostrar la importancia de crear este tipo de espacios que sean manejados por apicultores y cuyo fin sea cuidar la vida de las abejas, más allá del beneficio económico que pueden representar.
El 75 % de las cosechas en el mundo dependen de las abejas, otra razón para que sectores como la academia puedan ‘saltarse’ la ley en Bogotá que prohíbe la tenencia de estas especies.
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