
La colaboración entre la comunidad de Victoria y paleontólogos permitió identificar una criatura marina nunca antes vista en Australia: la Janjucetus dullardi.
El fósil, hallado en la costa, reveló una ballena prehistórica con características sorprendentes, entre ellas dientes afilados y ojos de gran tamaño, comparables a pelotas de tenis. El animal vivió hace unos 25 millones de años.
El hallazgo, realizado por Ross Dullard, director de una escuela local en Victoria, durante una caminata por la playa, fue publicado por Oxford Academic y divulgado por The Guardian es considerado un avance importante para comprender la evolución de las ballenas.
Un depredador singular en los antiguos mares australianos
La Janjucetus dullardi sobresale por su tamaño reducido, similar al de un delfín, y una morfología distinta a la de las ballenas actuales. El cráneo era robusto, con una mandíbula corta y dientes profundamente enraizados, preparados para sujetar y desgarrar presas.

Sus ojos, desproporcionadamente grandes para su cuerpo, le otorgaban un aspecto aparentemente “adorable”, aunque reflejaban su naturaleza como depredador. “Era una ballena formidable con la que personalmente no me habría gustado encontrarme en el agua”, señaló Erich Fitzgerald, curador principal de paleontología de vertebrados en el Museums Victoria Research Institute.
Ruairidh Duncan, investigador del mismo instituto y de la Universidad de Monash, subrayó la peculiaridad de la especie: “Imaginen una ballena con barbas parecida a un tiburón: pequeña y engañosamente adorable, pero sin duda no inofensiva”.
Los responsables de la descripción, publicada en el Zoological Journal of the Linnean Society, confirmaron que el fósil pertenece a un grupo raro de ballenas primitivas denominadas mamalodontidos.
El espécimen, hallado en 2019, incluye un cráneo parcial, un hueso del oído y ocho dientes, piezas fundamentales para identificar la nueva especie. Los adultos de Janjucetus dullardi podían alcanzar tres metros de largo, aunque el ejemplar estudiado era un juvenil de apenas dos a 2,2 metros. Podrías acomodarlo sobre una toalla de playa, ejemplificó Fitzgerald en The Guardian, aludiendo al pequeño tamaño en comparación con las ballenas modernas.
El entorno marino y la evolución de las ballenas

Este animal habitó los mares del sur de Australia durante el Oligoceno, hace entre 30 y 23 millones de años, en una época de aguas cálidas y rica biodiversidad. Los estudios de microfósiles de plancton presentes en la misma formación rocosa indican que las temperaturas marinas eran semejantes a las de las actuales aguas subtropicales de Coffs Harbour.
En ese entorno coexistían pingüinos gigantes, tiburones del tamaño o mayores que el gran blanco, delfines primitivos y otras criaturas marinas. “Era un mundo muy diferente”, comentó Fitzgerald, en referencia a la variada fauna de entonces.
El descubrimiento de Janjucetus dullardi aportó información esencial sobre la evolución de las ballenas y su transición de especies carnívoras a filtradoras. John Long, paleontólogo de la Universidad de Flinders, destacó la relevancia de este fósil: “Para comprender la evolución de las grandes ballenas con barbas que viven hoy, necesitamos mirar el registro fósil y ver las etapas en que adquirieron sus características especiales”. Al tiempo que resaltó el papel del trabajo de campo conjunto entre científicos y la comunidad.
Una historia de curiosidad y colaboración ciudadana

El caso del hallazgo refuerza el papel de los ciudadanos en grandes descubrimientos científicos. Ross Dullard, director de una escuela local, encontró el fósil mientras caminaba por la playa cerca de Jan Juc y, reconociendo su posible valor, lo entregó al museo.
En reconocimiento, la especie lleva su nombre. Fitzgerald enfatizó que la participación de aficionados resulta esencial para la paleontología australiana, ya que muchas veces los hallazgos más valiosos provienen de la observación cotidiana.
La región de Victoria posee un patrimonio fósil excepcional, con restos de casi todos los periodos geológicos accesibles a quienes saben dónde buscar. La colaboración entre ciudadanos y científicos continúa ampliando el conocimiento sobre la vida prehistórica australiana.
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