El Parkinson (EP) es la segunda enfermedad neurodegenerativa más común y el trastorno neurológico de más rápido crecimiento en el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Como condición crónica y progresiva, con una duración que puede abarcar décadas, esta enfermedad a menudo conduce a una discapacidad significativa para las personas afectadas y tiene un impacto negativo en la calidad de vida. Incluso, tiene un efecto profundo en los cuidadores, así como una alta carga económica total.
Con el envejecimiento de la población mundial, la disminución de las tasas de tabaquismo y los cambios en los factores de riesgo ambientales relacionados con la EP, se prevé que la prevalencia mundial de esta patología podría duplicarse en la próxima década. Dado que aún es incurable, en la actualidad se considera una prioridad identificar a las personas que corren un alto riesgo de desarrollar esta enfermedad. Es decir, sobre quienes podrían dirigirse las intervenciones.
En los últimos años, se ha demostrado que las personas con EP experimentan una amplia gama de problemas no motores (que incluyen depresión, estreñimiento, disfunción urinaria y somnolencia diurna excesiva) junto con los rasgos motores característicos de la enfermedad. Además, la ciencia ya ha establecido que las personas de la población general que tienen estos problemas pueden tener un riesgo significativamente mayor de desarrollar la patología en el futuro.
Una nueva investigación suma, a esta gama de antecedentes de riesgo, el hecho de experimentar pesadillas, cuestión que podría ser una señal de advertencia temprana de la enfermedad de Parkinson en adultos, según indican científicos de la Universidad de Birmingham en un documento publicado en eClinicalMedicine, publicación especializada integrada a The Lancet.
Los especialistas sugieren que los malos sueños y las pesadillas relacionados con el Parkinson comienzan unos años antes de que los rasgos característicos de temblores, rigidez y lentitud de movimiento se hagan presentes. Esta es una afección en la que partes del cerebro se dañan progresivamente durante muchos años.
El nuevo estudio utilizó datos de 3818 hombres, de 67 años o más, que habían participado de otro trabajo sobre fracturas osteoporóticas en hombres norteamericanos. Ninguno de los participantes tenía Parkinson al comienzo de la investigación y se les preguntó sobre la frecuencia de los sueños angustiosos. Los voluntarios que reportaron pesadillas al menos una vez por semana fueron seguidos para que, al final del estudio, se analizara si tenían más probabilidades de ser diagnosticados con la enfermedad de Parkinson. Durante un monitoreo de siete años, se diagnosticaron 91 casos de Parkinson, la mayoría dentro de los primeros cinco años de la investigación.
“Esos hombres con pesadillas frecuentes durante los primeros cinco años tenían tres veces más probabilidades de desarrollar Parkinson”, señalaron los especialistas en su documento. El hallazgo ofrece la esperanza de desarrollar un programa de detección que permita a los pacientes comenzar el tratamiento antes. Las personas con esta afección neurológica devastadora son propensas a tener sueños aterradores, pero los científicos no habían considerado usarlos como una señal de advertencia hasta ahora.
Según explicó el autor principal del estudio, Abidemi Otaiku, “aunque puede ser realmente beneficioso diagnosticar el Parkinson temprano, hay muy pocos indicadores de riesgo y muchos de ellos requieren pruebas hospitalarias costosas o son muy comunes y no específicos, como la diabetes. Si bien necesitamos llevar a cabo más investigaciones en esta área, identificar la importancia de los malos sueños y las pesadillas podría indicar que las personas que experimentan cambios en sus sueños en la vejez, sin ningún desencadenante obvio, deben buscar atención médica”.
El estudio también muestra que los sueños pueden revelar información importante sobre la estructura y función del cerebro y pueden resultar un objetivo importante para la investigación en neurociencia. Otaiku y sus colegas planean usar escáneres cerebrales EEG (electroencefalografía) para observar las razones biológicas de los cambios en los sueños. Involucrará a voluntarios que usen gorras en el cráneo equipadas con electrodos mientras duermen. Los investigadores también planean replicar sus hallazgos en poblaciones más diversas y explorar posibles vínculos entre los sueños y otras enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Los estudios de los primeros signos de la enfermedad de Parkinson se han centrado en gran medida en las poblaciones blancas prósperas. Es la segunda condición neurológica más común en el mundo, detrás de la demencia. Los medicamentos que controlan la afección funcionan mucho mejor cuando se administran al inicio de la enfermedad que cuando la afección empeora. Es decir, cuando se registra una pérdida de células nerviosas en un área del cerebro involucrada en el control del movimiento. Estas células nerviosas producen dopamina, un mensajero químico que ayuda a controlar el movimiento del cuerpo. Si se dañan o mueren, los niveles de dopamina caen y los movimientos se vuelven lentos y anormales.
Sin embargo, los síntomas a menudo aparecen después de que se ha perdido alrededor del 80 por ciento de las células nerviosas. Los médicos diagnostican la enfermedad mediante el estudio de los síntomas y el movimiento del paciente, a menudo seguidos de una exploración cerebral que mide los niveles de dopamina. Obtener un diagnóstico temprano puede marcar una gran diferencia en la calidad de vida y la progresión del Parkinson. Con una gestión adecuada, el paciente puede seguir viviendo bien y tener una vida productiva.
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