
El síndrome post agudo de COVID-19, que los especialistas dieron en llamar COVID persistente, long COVID o COVID prolongado se caracteriza por complicaciones y/o síntomas persistentes semanas y meses después de la infección inicial por COVID-19.
Es relativamente frecuente, ya que hasta tres de cada cuatro personas declaran al menos un síntoma seis meses después de la recuperación de la infección por COVID-19. La fatiga, la debilidad muscular y el insomnio están entre las manifestaciones más frecuentes.
Ahora, una investigación publicada en la revista Gut, de la Sociedad Británica de Gastroenterología, fue más allá de lo que se observa en los pacientes e intentó ahondar en las causas o predisposición que podría llevar a que una persona desarrolle esta sintomatología luego de superar la infección. Y sugirió que la composición del microbioma intestinal puede estar relacionada con el riesgo de desarrollar COVID persistente en algunos pacientes.
El podría ayudar a identificar los pacientes más susceptibles a padecer este para nada poco común síndrome.
Se sabe que el intestino juega un papel importante en la inmunidad, y que la respuesta inmune podría verse alterada por los billones de bacterias, hongos y microbios que habitan el tracto digestivo, lo cual podría afectar al proceso de recuperación.
En definitiva, la nueva investigación sugiere que los pacientes con un microbioma intestinal pobre, podrían tener más riesgo de sufrir COVID persistente.

Para la investigación, el equipo analizó los cambios en el microbioma intestinal de 106 pacientes con COVID-19, que pasaron la enfermedad entre febrero y agosto de 2020. Estos datos fueron comparados con 68 personas que no habían tenido coronavirus durante el mismo periodo de tiempo. El análisis se realizó estudiando las heces de los participantes al ingreso en el hospital, al mes de haber contraído el virus, a los seis meses y a los nueve meses. De esta forma, un total de 68 pacientes notificaron padecer COVID persistente seis meses después de haber pasado el COVID.
Si bien la carga viral no fue determinante para padecer COVID persistente, los investigadores sí observaron que el microbioma intestinal de aquellos que sufrían COVID prolongado era diferente de los que habían padecido COVID-19 y no presentaban síntomas tardíos y de los que no habían pasado la enfermedad.
Tal como observaron los investigadores, el microbioma de estas personas era menos diverso y abundante. A los seis meses, los pacientes con COVID persistente tenían significativamente menos bacterias buenas como F. prausnitzii y Balutia obeum, y más cantidad de otras bacterias no tan amigables como Ruminococcus gnavus y Bacteroides vulgatus, precisaron los autores.
Por otro lado, observaron que a los seis meses de haberse infectado por SARS-CoV-2, los síntomas respiratorios se asociaron con microbios no demasiado buenos como Streptococcus anginosus, Streptococcus vestibularis, Streptococcus gordonii y Clostridium disporicum. Asimismo, las personas con COVID prolongado tenían menos microbios conocidos por aumentar la inmunidad como Bifidobacterium pseudocatenulatum, F. prausnitzii, R. inulinivorans y Roseburia hominis.

“En resumen, la composición alterada del microbioma intestinal está fuertemente asociada con síntomas persistentes en pacientes con COVID-19 hasta seis meses después de la eliminación del virus del SARS-CoV-2 -concluyeron los expertos-. Teniendo en cuenta las millones de personas infectadas durante la pandemia en curso, nuestros hallazgos son un fuerte impulso para considerar la modulación de la microbiota para facilitar la recuperación y reducir el impacto COVID persistente”.
Muchas veces se escuchó la frase “somos lo que comemos”, o se insiste acerca de la importancia de llevar una alimentación sana y balanceada, de sumar más verduras, frutas, yogur con probióticos, semillas, etc.; pero poco se sabe acerca de las razones que subyacen en la recomendación de consumir estos alimentos, de qué manera conviene incorporarlos en función de las particularidades de cada organismo, y qué rol cumple cada uno en el buen funcionamiento del sistema digestivo, y cómo inciden en el estado de ánimo.
De un tiempo a esta parte se sabe que el 80% del sistema inmunitario se aloja en el intestino; que este largo tubo mantiene una línea de comunicación directa con el cerebro, que se renueva todo cada dos semanas, y que tiene un impacto muy significativo en el estado de ánimo y en la salud en general.
En síntesis, el intestino tiene múltiples funciones: la digestión de alimentos, la absorción de nutrientes y, como si esto fuera poco, allí se aloja la microbiota intestinal, que activa y modula al sistema inmunológico para protegernos de infecciones, mantiene controlada la respuesta inflamatoria y produce sustancias que impactan de manera positiva en nuestro cerebro (la serotonina) y nos da estabilidad emocional y buen humor. Pero para que el intestino cumpla con sus múltiples tareas, hay que cuidarlo, y la mejor forma es incorporando alimentos fermentados, alimentos con probióticos, y fibras, aumentando el consumo de verduras, frutas, cereales integrales, avena, yogur con probióticos y frutas secas como así también evitar el consumo de antibióticos sin control, y no abusar de productos antisépticos.
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