Con un implante de electrodos, mejoran la calidad de vida de un paciente con un cuadro grave de TOC

El hombre, de 38 años, relató a Infobae su experiencia con la enfermedad y la mejora que significó la psicocirugía realizada en el Hospital Italiano de Buenos Aires. Pacientes con otros trastornos también pueden beneficiarse

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Un hombre de 38 años sufría el desorden obsesivo compulsivo de lavarse frecuentemente las manos y recibió la estimulación cerebral en Argentina (Getty Images)
Un hombre de 38 años sufría el desorden obsesivo compulsivo de lavarse frecuentemente las manos y recibió la estimulación cerebral en Argentina (Getty Images)

La estimulación cerebral profunda consiste en implantar electrodos en el cerebro humano con el fin de tratar problemas neurológicos y del movimiento. Los electrodos emiten impulsos eléctricos que bloquean o modifican la actividad anormal que causa los síntomas del problema de salud. Se empezó aplicar en algunos pacientes con la enfermedad de Parkinson hace más de 20 años con buenos resultados. Con el avance de la investigación científica se encontró que la estimulación cerebral profunda también puede beneficiar a pacientes con trastornos obsesivos compulsivos (TOC) y depresión que no responden a tratamientos convencionales. Incluye el uso de Bluetooth como se utiliza en los teléfonos celulares y otros dispositivos electrónicos.

En la Argentina, el Hospital Italiano de Buenos Aires informó que aplicó por primera vez la estimulación cerebral profunda en un paciente que no conseguía avance significativo con el tratamiento convencional de psicoterapia y medicación para tratar el TOC. Se considera que la intervención es una “psicocirugía” y estas se hacen para lograr una mejoría considerable de síntomas en pacientes.

El paciente que accedió al procedimiento es Marcelo Simeoni, de 38 años y, en diálogo con Infobae, relató su experiencia. “Ha sido un lucha muy dura”, aseguró. Desde niño empezó a sentir que se le cortaba la respiración cuando su abuela sintonizaba el canal 3 de televisión. Ver el número 3 en cualquier objeto o situación lo afectaba. También ver rayas en el piso. A los 12 años le diagnosticaron el trastorno obsesivo compulsivo. Entre otras situaciones, su cerebro sentía que sus manos estaban sucias aunque no lo estuvieran y le daba asco continuamente. Para evitar esa sensación, empezó a lavarse las manos con mayor frecuencia.

“Yo sabía que mis manos estaban limpias, pero igualmente sentía asco, dolor o incluso llegué a sentir que estaban atravesadas por un cuchillo aunque no era cierto”, contó. Desde el momento del diagnóstico, fue pasando por el tratamiento con diferentes medicamentos e hizo psicoterapia. “Pero fármacos y psicoterapia me sirvieron poco y nada”, expresó. No podía trabajar ni siquiera vestirse. “Todos los personas de la obra de teatro Toc Toc tienen algo de mí”, comentó.

El trastorno le resultaba extremadamente discapacitante para sus actividades laborales e incluso para relacionarse socialmente. Hasta que le propusieron hacer la cirugía de estimulación cerebral profunda. Según los médicos del Hospital Italiano de Buenos Aires, “luego de la cirugía, el paciente presentó una mejoría en su cuadro de conductas compulsivas. Esto le permitió valerse por sí mismo nuevamente: volvió a vivir solo, reinició su actividad laboral, logró viajar en transporte público y visitar a familiares en otras provincias, entre otros importantes logros que atañen a su calidad de vida”.

En palabras de Simeoni: “Ahora tengo electrodos en la cabeza. Desde entonces, pude volver a trabajar, a vestirme solo, porque ya no siento la sensación de que mis manos estén sucias. Tampoco siento nada cuando veo el número 3 o cuando veo rayas”

La estimulación cerebral profunda también se aplicó en un paciente con trastorno bipolar y depresión que no respondía al tratamiento convencional  (iStock)
La estimulación cerebral profunda también se aplicó en un paciente con trastorno bipolar y depresión que no respondía al tratamiento convencional (iStock)

Por otra parte, a un paciente de 45 años con otro trastorno de salud mental se le practicó la estimulación cerebral profunda. Tenía diagnóstico de trastorno bipolar y un cuadro depresivo mayor con ideación suicida sin respuesta favorable al tratamiento con psicoterapia y medicación. Después de la cirugía, “el paciente mejoró su ritmo de sueño, dejó de tener ideación negativa recurrente y pudo volver a salir de su casa: todos parámetros que significaron un salto cualitativo en su día a día”, afirmaron los médicos. Una intervención similar se había realizado en el centro especializado FLENI en Buenos Aires en 2007 con buenos resultados. También se hizo en un centro en la provincia de Mendoza.

La intervención consiste en la implantación de electrodos en áreas profundas del cerebro que se encuentran alterados. Se hace para modular la actividad neuronal a través de los pulsos eléctricos que emite un neuroestimulador. Con la cirugía se busca restaurar la función de los circuitos cerebrales en cuestión y disminuir los síntomas en los pacientes.

El procedimiento comienza con una planificación computarizada de imágenes (a través de tomografías y resonancias) que sirven para ubicar dónde se ubicarán los electrodos. Luego, los electrodos se implantan a través de una técnica mínimamente invasiva llamada “estereotaxia”. Esta técnica utiliza un sistema de coordenadas tridimensional para ubicar electrodos dentro de las áreas cerebrales seleccionadas para modular funciones alteradas.

La neurocirugía también se indica en pacientes con epilepsia; dolor refractario por migraña, enfermedad de Parkinson, espasticidad y distonía, entre otros trastornos (Getty Images)
La neurocirugía también se indica en pacientes con epilepsia; dolor refractario por migraña, enfermedad de Parkinson, espasticidad y distonía, entre otros trastornos (Getty Images)

Luego de la colocación, estos electrodos se conectan con un generador eléctrico -que se llama neuroestimulador. a través de cables que van por debajo de la piel. El neuroestimulador se implanta debajo de la clavícula o en el abdomen del paciente, y los impulsos eléctricos que emite se irán controlando y ajustando según cada caso particular mediante Bluetooth.

Además de TOC y depresión, la neurocirugía ya se indica para pacientes con epilepsia; dolor refractario (por migraña, dolor de espalda fallida, Sudeck -dolor regional complejo y dolor pelviano abdominal); y movimientos anormales, como enfermedad de Parkinson, espasticidad y distonía, que es una alteración del tono muscular.

Los 2 casos de pacientes que accedieron a la estimulación cerebral fueron atendidos por un equipo médico interdisciplinario del Hospital Italiano de Buenos Aires. Estuvo integrado por Carlos Ciraolo, jefe de la sección de Neurocirugía Funcional; Denise Gaillardou, del servicio de Psiquiatría; Roberto Pallia, jefe del servicio de Salud Mental Pediátrica; Cecilia Fernández, del servicio de neurología de adultos; y Esteban Vaucheret, sub-Jefe del servicio de Neurología Infantil. Cada intervención fue evaluada en el Centro de Bioética.

En algunos casos de pacientes con Parkinson, también se usa la estimulación cerebral (iStock)
En algunos casos de pacientes con Parkinson, también se usa la estimulación cerebral (iStock)

En Estados Unidos, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) aprobó años atrás la estimulación cerebral profunda para tratar enfermedad de Parkinson, temblor esencial, distonía, epilepsia, y trastorno obsesivo compulsivo. Mientras tanto, según la Clínica Cleveland de ese país, la intervención se está estudiando para casos de esclerosis múltiple, depresión, dolor crónico, lesión cerebral traumática, síndrome de Tourette, recuperación de accidentes cerebrovasculares, síndrome de dolor talámico, enfermedad de Alzheimer, adicciones y anorexia nerviosa.

No todos los pacientes pueden recibir ese tipo de cirugía. Antes de ser considerados candidatos a la estimulación cerebral profunda, los pacientes deben someterse a un amplio proceso de evaluación. Lo ideal es que un equipo multidisciplinar de especialistas, que incluya un neurólogo, un neurocirujano, un neuropsicólogo y un psiquiatra, evalúe al paciente.

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