
El COVID-19 es una enfermedad que surge por la infección del virus SARS-CoV-2, un nuevo coronavirus que se cree que surgió en China en 2019, y que ha dado lugar a la pandemia que estamos viviendo en la actualidad. Según explica en una entrevista con Europa Press la doctora Yvelise Barrios, vocal de la junta directiva de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), esta enfermedad consta de dos fases. Una primera donde tiene un mayor protagonismo el virus, y una segunda donde ya no es tan importante el controlarlo, sino la exacerbación que tiene lugar en el sistema inmune tras esa infección y primera fase de enfermedad.
“En algunos pacientes el sistema inmune está descontrolado y les lleva a una situación grave de la que muchas veces no se les logra sacar, teniendo un mal pronóstico, y falleciendo muchos de ellos. No obstante, desde el inicio de la pandemia sabemos muchísimo más sobre esta enfermedad, y en apenas un año hemos dado pasos de gigante a la hora de combatirla”, reconoce la también experta el Hospital Universitario de Canarias (San Cristóbal de la Laguna, Tenerife), médico especialista en Inmunología.
Para poder entender esta tormenta de citoquinas que está provocando el fallecimiento de muchos contagiados de COVID, la doctora Barrios explica qué son las citoquinas: “Se trata del sistema de información que tienen las células del sistema inmune con otras células del organismo. Consiste en que las células del sistema inmune envían a las células de otras zonas de nuestro organismo unas sustancias, las citoquinas, encargadas de dar las órdenes que consideren pertinentes frente a cualquier amenaza en nuestro organismo”.
Estas citoquinas, según prosigue, tienen diferentes funciones (inhibidoras, estimuladoras por ejemplo), y algunas se unen a los receptores de otras células del organismo, provocando por ejemplo que esas células creen otras sustancias.
La médica especialista en Inmunología recalca que se trata de un “sistema de mensajería” que normalmente actúa adecuadamente ante cualquier tipo de alarma. “Este sistema suele estimular o producir los mensajes necesarios para defendernos y que sigamos con nuestro organismo saludable”, subraya.
No obstante, algunas infecciones o tratamientos dice que provocan un desorden en este sistema de mensajería, cuyos motivos no siempre se conocen según admite, y en lugar de producirse y organizarse las citoquinas en las cantidades adecuadas, éstas se descontrolan y dan señales de alarma, y además de forma permanente en el tiempo.
“Con ello se desorganiza la respuesta inmune, llegando a exacerbarse hasta tal punto que lo que provoca realmente en el organismo es daño en el organismo. Ya no es el patógeno inicial sino este sistema alocado que no reconoce como adecuada la respuesta inmune. Esto es lo que se conoce como ‘tormenta de citoquinas’, un término acuñado hace más de 25 años”, sostiene la vocal de la Junta Directiva de la SEI.
En concreto, el daño que suele producir la tormenta de citoquinas se dirige a lo que se conocen como ‘órganos diana’, en el caso de la COVID los pulmones y el riñón preferentemente, así como daños en el sistema vascular, que hacen que al final el paciente tenga una serie de patologías muy graves por las que puede llegar a fallecer.
Aquí ve importante destacar que en las tormentas de citoquinas asociadas a la COVID-19, hay una “serie de alarmas” que se pueden identificar en algunos casos, para saber si el sistema inmune está alterado o no, una serie de biomarcadores que pueden predecir este mal pronóstico, estando algunos de ellos relacionados con la coagulación.
Por eso, la miembro de la Sociedad Española de Inmunología, indica que hay mucha investigación en curso sobre los tratamientos contra la COVID-19 dirigidos a controlar esa hiperestimulación del sistema inmune, y que se han ido probando a lo largo de este tiempo, viéndose que son adecuados no en esa primera fase de enfermedad, sino ya en la segunda, cuando el sistema inmune está descontrolado.
Por otro lado, recuerda que las tormentas de citocinas también pueden suceder con otras enfermedades, no sólo con la infección por SARS-CoV-2, si bien la que tiene lugar en la COVID tiene unas particuliaridades muy concretas, como por ejemplo la leucopenia, que no es habitual en otros pacientes con esta hiperestimulación.
La doctora Barrios menciona que hace más de 20 años se registraron las primeras descripciones sobre tormentas de citoquinas en un caso de enfermedad de injerto contra huésped, en el caso de un trasplante. También esta hiperestimulación del sistema inmune puede darse en las terapias CAR-T, que es una inmunoterapia muy específica frente a ciertas neoplasias hematológicas.
Con infrmación de Europa Press
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Últimas Noticias
Cómo funciona la red de sensores inspirada en la naturaleza que refuerza la protección de la biodiversidad
El sistema reproduce principios del entorno natural para detectar sonidos clave y activar alertas en tiempo real. Gracias al uso de la IA, esta tecnología permite intervenciones rápidas frente a la caza furtiva y extiende las posibilidades de monitoreo ambiental en regiones remotas

¿Fue África austral un inesperado refugio para los primeros humanos durante miles de años?
Un reciente estudio científico reconfigura el mapa de los orígenes de la humanidad y plantea nuevas preguntas sobre la diversidad, las migraciones y la adaptación de las poblaciones ancestrales en el continente africano

Humanos, ratones y moscas: cuál es vínculo que descubrió la ciencia y sorprende a los expertos
Un reciente trabajo del MIT explora movimientos cotidianos bajo una nueva lupa científica y plantea preguntas sobre la naturaleza de habilidades compartidas

Cómo es el plan de la NASA para construir casas en Marte usando bacterias terrestres
La combinación de dos microorganismos crearía un cocultivo aglutinante que se podría mezclar con rocas y polvo marciano para levantar hábitats que posibiliten establecer una colonia humana permanente en el planeta rojo

Desde el estrés hasta el deterioro cognitivo: cinco formas en que los microplásticos dañan el cerebro
Un análisis de la Universidad de Tecnología de Sydney detalló cómo afecta la exposición continua a pequeñas partículas sintéticas presentes en alimentos, agua y objetos de uso diario



