La desinformación puede hacer fallar a la vacuna más efectiva

La Organización Mundial de la Salud se pone al hombro una campaña para comprometer a los gobiernos a promover información certera

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Las herramientas digitales no sólo han servido para desarrollar campañas y conciencia para el cuidado y protección, la prevención de contagios y a transmisión de información, sino para vincular a los sujetos en estado de aislamiento (REUTERS)
Las herramientas digitales no sólo han servido para desarrollar campañas y conciencia para el cuidado y protección, la prevención de contagios y a transmisión de información, sino para vincular a los sujetos en estado de aislamiento (REUTERS)

El coronavirus ha tenido el privilegio de ser la primera pandemia de la historia en la que la tecnología y las redes sociales se utilizan a gran escala para mantener a las personas al tanto de los sucesos. Las herramientas digitales no sólo han servido para desarrollar campañas y conciencia para el cuidado y protección, la prevención de contagios y a transmisión de información, sino para vincular a los sujetos en estado de aislamiento.

Frente a estos atributos positivos, también se desarrollaron algunas falencias que habilitan a las personas a confiar en datos no siempre certeros. Un nivel de desinformación que hace ya varios meses la OMS dio en llamar infodemia al referirse al modo en que las fake news socavan la respuesta global y ponen en peligro las medidas para controlar la crisis.

El Secretario General de la ONU, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras agencias especializadas hicieron este un llamado urgente a los países para que, respetando el derecho a la libertad de expresión, desarrollen planes que promuevan la información basada en la ciencia y prevengan la difusión de información falsa y peligrosa sobre el COVID-19.

“Tan pronto como el virus se extendió por el mundo, los mensajes inexactos e incluso peligrosos proliferaron enormemente en las redes sociales, dejando a la gente confundida, engañada y mal aconsejada”, declaró António Guterres durante un evento celebrado en el marco de la 75ª sesión de la Asamblea General convocado por la OMS.

Guterres reiteró que la pandemia no es solo una emergencia de salud pública, sino de comunicaciones, y que es fundamental asegurarse de que los datos basados en la ciencia circulen más rápido y lleguen a todas las personas.

Consistencia en el decir

“Para combatir la pandemia necesitamos confianza y solidaridad y cuando hay desconfianza, hay mucha menos solidaridad" (REUTERS)
“Para combatir la pandemia necesitamos confianza y solidaridad y cuando hay desconfianza, hay mucha menos solidaridad" (REUTERS)

“Esto será especialmente crítico a medida que trabajemos para generar confianza pública en la seguridad y eficacia de las futuras vacunas COVID-19. Necesitamos una ‘vacuna para las personas’ que sea asequible y esté disponible para todos”, expresó.

Por su parte, el director de la OMS, Tedros Adhanom Gebreyesus, reiteró una vez más que la desinformación pone en peligro la salud y la vida de las personas. “Para combatir la pandemia necesitamos confianza y solidaridad y cuando hay desconfianza, hay mucha menos solidaridad. La información falsa está obstaculizando la respuesta a la pandemia, por lo que debemos unir fuerzas para combatirla y promover el asesoramiento de salud pública con base científica. Los mismos principios que se aplican para responder al COVID-19 se aplican a la gestión de la infodemia. Necesitamos prevenirla, detectarla y darle respuesta, juntos y solidariamente”.

La OMS define como infodemia al exceso de información, tanto en línea como fuera de línea. Incluye datos precisos, erróneos y desinformación. Los especialistas en salud mental no dejan de advertir que es necesario mantenerse informado, pero no sobreinformado. La infodemia, al igual que la pandemia de COVID-19, también se traduce en cifras. Un reciente estudio, publicado la revista American Journal of Tropical Medicine and Hygiene señala que al menos 800 personas habrían perdido la vida como resultado de la desinformación sobre la COVID-19 en los primeros meses de 2020, y otras 5.800 habrían acabado ingresadas en el hospital, según recoge la revista MIT Technology Review, como consecuencia de ingerir metanol y otros productos de limpieza como antídoto frente al virus.

“Demasiadas personas se han hecho daño basándose en falsedades, automedicándose con productos químicos tóxicos o medicamentos peligrosos. Otros no han tomado las precauciones que deberían tener”, agregó Gebreyesus. El funcionario explicó que la información falsa también ha aumentado la estigmatización, que se convierte en una barrera para que quienes lo necesitan busquen atención.

“En algunos casos, ha provocado violencia contra los trabajadores de la salud, las personas o los grupos vulnerables, como las minorías o los refugiados”, dijo.

A lo largo de la pandemia, la OMS ha trabajado con numerosas empresas de medios y tecnología, como Facebook, Google, Instagram, LinkedIn, Messenger, Pinterest, SnapChat, Tencent, TikTok, Twitter, Viber, WhatsApp, YouTube y otras para contrarrestar mitos y rumores con evidencia confiable.

“Como saben, la OMS está ahora involucrada en un esfuerzo mundial para desarrollar una vacuna. Sin embargo, incluso si tenemos éxito con la ciencia, la vacuna más eficaz fracasará si el público no confía en ella”, advirtió Tedros.

Las buenas intenciones

“Como saben, la OMS está ahora involucrada en un esfuerzo mundial para desarrollar una vacuna. Sin embargo, incluso si tenemos éxito con la ciencia, la vacuna más eficaz fracasará si el público no confía en ella”, advirtió Tedros (REUTERS)
“Como saben, la OMS está ahora involucrada en un esfuerzo mundial para desarrollar una vacuna. Sin embargo, incluso si tenemos éxito con la ciencia, la vacuna más eficaz fracasará si el público no confía en ella”, advirtió Tedros (REUTERS)

Los datos, las falsedades y las noticias erróneas se propagan incluso por personas que lo hacen de buena fe. La UNESCO recomienda pensar antes de compartir o hacer clic. “La desinformación es uno de los desafíos de más rápido crecimiento que enfrentan los niños en la actualidad”, alertó Henrietta Fore, directora ejecutiva de UNICEF. Afirmó que la información falsa aprovecha las grietas de la confianza en las sociedades y las instituciones y las profundiza más, socava la confianza en la ciencia y la medicina y divide a las comunidades.

“En sus formas más perniciosas, como cuando convence a los padres de no vacunar a sus hijos, incluso puede resultar fatal. Debido a que la desinformación es más un síntoma que una enfermedad, contrarrestarla requiere más que simplemente proporcionar la verdad. También requiere confianza entre líderes, comunidades e individuos”, apuntó.

Por su parte la directora de la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Audrey Azulay aseguró que desde el inicio de la pandemia, esa agencia ha movilizado sus redes internacionales de medios, periodistas, verificadores de hechos, estaciones de radio comunitarias y expertos con el fin de brindar a los ciudadanos las herramientas para luchar contra la información falsa y los rumores.

“La movilización colectiva para promover información de calidad y confiable, al tiempo que se asegura estrictamente el respeto a la libertad de expresión, es esencial. Una prensa libre, independiente y pluralista es más necesaria que nunca”, subrayó.

La desinformación también polariza el debate público sobre temas relacionados con el COVID-19; amplifica el discurso de odio; aumenta el riesgo de conflicto, violencia y violaciones de derechos humanos; y amenaza las perspectivas a largo plazo de promover la democracia, los derechos humanos y la cohesión social, advirtieron las agencias de la ONU.

En la Asamblea Mundial de la Salud en mayo pasado, los Estados Miembros de la OMS adoptaron una resolución sobre la respuesta al COVID-19. Esta reconoce que la gestión de la infodemia es una parte fundamental del control de la pandemia y pide a los Estados miembros que proporcionen contenido fiable, tomen medidas para contrarrestar la desinformación y aprovechen las tecnologías digitales en toda la respuesta.

También pide a las organizaciones internacionales que aborden el error y la desinformación en la esfera digital, que trabajen para prevenir actividades cibernéticas dañinas que socavan la respuesta de salud y que apoyen el suministro de datos con base científica al público.

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