Refugiados sirios: del miedo a Al Assad al shawarma y baklawa para peruanos

por Carmen Alvarado, desde Lima

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Fadi vende Shawarma en las calles de Lima y cuando lo contratan para eventos.
Fadi vende Shawarma en las calles de Lima y cuando lo contratan para eventos.

Fadi

Por temor, prefiere que solo lo llamemos Fadi. Tiene 27 años y se ha convertido en un emprendedor más en el Perú.

Atrás quedaron las marchas contra del presidente sirio Bashar Al Assad en las que participaba frecuentemente. Ahora, en una moderna carretilla, vende las comidas callejeras de su tierra, shawarma y falafel, para salir adelante, y los fines de semana trabaja en un restaurante en Miraflores, exclusivo barrio residencial y comercial de Lima.

Siempre está a la espera de más pedidos y eventos que le generen ingresos para poder sostener a su familia, que acaba de llegar de Siria.

En un parque de Magdalena del Mar, a escasos metros de su actual vivienda y del oceáno Pacífico, recuerda que en el 2011 estaba estudiando Derecho en Damasco cuando estallaron las protestas antigubernamentales.

Con su empresa “Arabesco” de servicio de comida, Fadi intenta mantener a su familia recién llegada de Siria.
Con su empresa “Arabesco” de servicio de comida, Fadi intenta mantener a su familia recién llegada de Siria.

"Todo se inició con su padre. Fue un dictador. Con solo decirte que en el oeste de Siria logró matar a casi 72 mil personas en 20 días. Entonces ese antiguo odio se volcó al hijo", dice al recordar la dinastía Al-Assad.

La primavera árabe que se inició en el 2010 fue el punto de partida de un estallido social a gran escala en Oriente Medio, que si bien en un inicio los sirios contemplaban como algo lejano, pronto se convirtió en la esperanza de miles de ciudadanos que no veían con buenos ojos a las autoridades locales. "Hay que recordar la primavera árabe en Túnez. Primero era algo remoto para nosotros, pero cuando escapó Ben Alí, todos tuvieron fe. Luego, en Egipto, salió Hosni Mubarak. Entonces empezamos a creer que las cosas podían cambiar, porque siempre nos decían que el gobierno tenía el poder, ya que contaba con el apoyo del ejército", explicó.

Fadi comenta que, en un inicio, el papel del actual mandatario no era criticado por sus iniciativas modernas: "En un principio todo andaba bien con Bashar Al-Assad. Empezó a tratar bien a la gente. Había internet, se mejoraron las relaciones con otros países". Pero un hecho violento ocurrido en la ciudad de Daraa, al sur de Siria, marcó un antes y después en este país. "Como algunos niños estaban viendo televisión y escuchaban 'Mubarak go out', 'Ben Alí go out', entonces empezaron a escribir lo mismo en árabe contra al-Assad. Justamente el alcalde de esa ciudad era el primo del presidente y entonces castigaron a los pequeños. Les sacaron las uñas. Estamos hablando de menores de 12 ó 13 años", comentó.

Desde ese momento, la percepción cambió, y muchos asimilaron que estaban ante un nuevo dictador. Entonces las protestas se masificaron y todos los días eran reprimidos.

"Yo veía a mis amigos que morían en la misma manifestación que yo participaba. Fue cuando me di cuenta que no podía cambiar nada de lo que estaba pasando. El siguiente paso era tomar las armas, y eso no era para mí. Con eso no digo que los rebeldes sean mala gente. Al contrario, ellos están dispuestos a recibir armamento de otros países para defender a los suyos", acotó.

Fadi sabía muy bien que su vida corría peligro. Ver morir a uno de sus compañeros más cercanos, además de verse obligado a integrarse al Ejército, lo llevaron a tomar una decisión: huir.

"No tenía otra alternativa", repite.

Sentado en un barranco de MKiraflores, frente al Pacífico, Fadi todavía recuerda con espanto la guerra en Siria.
Sentado en un barranco de MKiraflores, frente al Pacífico, Fadi todavía recuerda con espanto la guerra en Siria.

Así, Fadi empezó una larga travesía. Primero estuvo en Europa y luego decidió llegar a Sudamérica con la ayuda de una amiga.

"Tenía una amiga peruana y ella me apoyó. Mandé mi pasaporte a Egipto y luego de un tiempo mis papeles estuvieron listos. Empecé a viajar. Finalmente llegué aquí y viví con su familia. Fueron muy amables conmigo", dijo

Su primer obstáculo fue el idioma. Luego, cuando decidió solicitar refugio, los problemas se volvieron cotidianos: no tenía trabajo, no tenía muchos amigos y tenía que adaptarse rápidamente a una cultura que no era la suya.

"Al inicio, no tenía intención de quedarme en Perú porque pensé que las cosas en mi país podían mejorar y regresaría. Pero todo se complicó. Así que pedí refugio aquí. Tuve que aprender el español. Ese fue mi primer y gran problema", cuenta y agrega que la vida para los refugiados no es nada fácil.

"La ley peruana es buena, pero lamentablemente no hay suficiente ayuda para los refugiados. Ya tengo casi 4 años aquí y siento que las puertas están cerradas. Conseguir trabajo es complicado. Muchos de mis amigos refugiados que están aquí, la mayoría profesionales, la están pasando muy mal", explicó.

No necesita que le regalen nada pero pide al gobierno peruano mayor celeridad para dar la mano a los que huyen de la guerra.

"Cuando se enteraron todos del drama en mi país, varias naciones empezaron a recibir refugiados. Acá en Perú, sucedió lo mismo. Pero lamentablemente solo fue una moda. Me pregunto si a nivel mundial recién van a recibir más refugiados cuando mueran todos", reflexionó con nostalgia.

Con una sonrisa, pide que no se generalice a todos los árabes. "No somos terroristas", añade.

Bahnas Chkir

"¿Cuál es la diferencia entre el Estado Islámico, que está cortando cabezas, y los países que no permiten ingresar a los niños o a las familias que quieren escapar de la guerra?", pregunta Bahnas, al inicio de la entrevista en un parque de Jesús María, en la capital peruana.

Él también se ha dedicado a la venta de comida. Es dueño de Shawarma Habiba, un restaurante árabe, en el que sus dulces, el baklawa de pecana y el mammul de pistacho, son los favoritos de sus clientes.

Tiene 41 años, llegó a Lima hace ocho años, antes de que estallara la guerra civil en su país y vive con su hijo en el Agustino, distrito situado en el área central de Lima Metropolitana. Quisiera traer al resto de su familia, pero no lo logra. Ni siquiera él ha podio obtener el status de refugiado, aunque no puede regresar a su país. Es muy crítico con las políticas de refugiados a nivel mundial y es que sus familiares y amigos-asegura-sufren en carne propia las consecuencias del conflicto interno.

"Los trámites para pedir visa son muy difíciles. Es como si estuviéramos yendo a la luna. Puedes pasar la solicitud y esperas hasta cuatro meses. Y sólo puedes tener la condición de refugiado cuando llegas al país", lamentó. Con una aguda reflexión, Bahnas, que ya tiene ocho años en el Perú, se cuestiona la situación de sus connacionales: "¿Sabes por qué todos quieren llegar a Alemania? Porque allá tienen dónde comer, dónde dormir, les enseñan el idioma, les dan trabajo. Tienen muchos beneficios. Es por eso que los refugiados no quieren ir a cualquier país. Todos quieren ir a Alemania".

Bahnas Chkir aún no logra vencer las trabas burocráticas para traer a su familia de Siria.
Bahnas Chkir aún no logra vencer las trabas burocráticas para traer a su familia de Siria.

En un ejemplo sencillo, nos cuenta el drama económico que atraviesan muchos sirios.

"Mi hermana actualmente es empleada pública. Gana el equivalente a 500 dólares al mes. Pero ahora todo su sueldo es un estimado de 20 dólares. Hay más pobreza. Compra una bolsa de pecanas y allí se acabó su remuneración", explica. Dice que su hijo es su gran razón de vivir y que seguirá apoyando a los suyos. Se siente ciudadano del mundo. Para él, las fronteras no deben existir. "Todo el mundo es mi país. Mi religión es la humanidad y el amor", señala.

Infobae se comunicó con el Ministerio de Relaciones Exteriores de Perú para saber con exactitud cuántas personas tienen el status de refugiado en el país. Aseguraron que por razones de confidencialidad no se puede revelar la cifra. Sin embargo, el año pasado el gobierno se comprometió a agilizar los trámites para atender más refugiados sirios y en setiembre del 2015 confirmaron que le reconocieron esta condición a 25 personas.