
Hezbollah ha optado por contenerse en medio de las crecientes tensiones entre Irán e Israel, presionado por el frágil panorama interno en Líbano y apostando a que el conflicto aún no representa una amenaza existencial para su aliado clave, según informan diplomáticos y fuentes cercanas al grupo.
La contención también obedece a razones prácticas: sus combatientes y arsenales quedaron gravemente dañados durante el conflicto con Israel el año pasado, que acabó con la vida de varios altos mandos, incluido su histórico líder Hasan Nasrallah.
Considerado durante años como el actor no estatal más poderoso del mundo, Hezbollah fue pieza central del llamado “eje de la resistencia” liderado por Irán: una red de fuerzas aliadas que actúan como freno ante un posible ataque israelí contra la república islámica.
La postura actual de Hezbollah ha sido recibida con alivio tanto por la ciudadanía libanesa, agotada por la guerra, como por el nuevo gobierno, que busca reconstruir el país y someter el poder armado del grupo a control estatal. Sin embargo, funcionarios y allegados al grupo advierten que esa posición podría cambiar si el régimen iraní llegara a tambalearse.
Un diplomático en Líbano, que habló bajo condición de anonimato, señaló que aunque esta decisión favorece la estabilidad del país, aún persiste el temor de que Hezbollah actúe militarmente.
Qassim Qassir, analista político cercano a Hezbollah, explicó que el grupo no ve una necesidad urgente de intervenir por Irán en este momento, pero advirtió: “Todo está sobre la mesa. Nada está fuera de los límites”.
Desde el ataque israelí a Irán la semana pasada, Hezbollah ha elogiado la “firmeza” de su aliado y advertido que Israel pagará las consecuencias, aunque sin comprometerse explícitamente a intervenir. Esta cautela contrasta con la respuesta inmediata que tuvo el 7 de octubre de 2023, cuando lanzó misiles contra el norte de Israel en solidaridad con Hamas, tras el ataque de este grupo palestino a Israel.
El viernes, el líder actual del grupo, Naim Qassem, declaró que la agresión israelí “tendrá repercusiones graves para la estabilidad regional” y que “no quedará sin respuesta”. Reafirmó el compromiso con la “resistencia” y el respaldo a Irán “en todas las medidas que tome para defenderse”.

Líbano aún lucha por recuperarse del enfrentamiento con Israel del año pasado, que se intensificó en septiembre y concluyó con un frágil alto al fuego a finales de noviembre. Los bombardeos israelíes devastaron pueblos del sur y zonas enteras de los suburbios de Beirut, dejando un saldo de 14 mil millones de dólares en daños, según el Banco Mundial. La reconstrucción requeriría otros 11 mil millones.
La crisis económica prolongada —anterior al conflicto— sigue generando inflación y socavando la esperanza de un buen verano turístico. Los ataques aéreos israelíes continuos y la creciente tensión con Irán han alejado a los visitantes.
Videos virales muestran misiles balísticos iraníes sobrevolando Líbano, incluso en fiestas al aire libre. En uno de ellos, un saxofonista llamado Alain Otayek sigue tocando en una azotea mientras los asistentes graban el paso de los misiles. “Vi que la gente sacaba sus teléfonos, levanté la vista y vi los misiles. Sentí que debía seguir tocando para transmitir paz. Todos tememos que vuelva a pasar. Pensamos que la guerra del año pasado sería la última, que este verano sería genial”, dijo.
El nuevo gobierno tecnocrático, liderado por el primer ministro Nawaf Salam, ex presidente de la Corte Internacional de Justicia, ha tenido dificultades para atraer inversiones o ayuda significativa de los países del Golfo. Tras una reunión de gabinete, Salam condenó la “peligrosa agresión israelí” contra Irán, pero enfatizó la necesidad de “consolidar la estabilidad, especialmente en el sur, y evitar que Líbano se vea arrastrado o implicado en la guerra regional”.

Un funcionario libanés aseguró que tanto Hezbollah como las facciones palestinas en el país recibieron un mensaje claro: “Líbano no participa en este conflicto”. La respuesta fue “positiva”, y se dieron garantías de no intervenir.
El mismo funcionario expresó “preocupación sobre la capacidad real de Hezbollah para combatir”. Aseguró que aunque aún conserva misiles, su despliegue es complicado debido a la vigilancia constante de Israel, que estaría “listo para atacar cualquier depósito o movimiento sospechoso de inmediato”.
Además, Hezbollah enfrenta dificultades económicas tras el conflicto. Sus gastos aumentaron al tener que ayudar a sus bases afectadas por la guerra, mientras sus fuentes de ingresos se ven presionadas. El gobierno ha intentado restringir el dinero que llega a través del aeropuerto de Beirut, y las rutas de contrabando desde Siria se han visto afectadas tras la caída del régimen de Bashar al-Assad, antiguo aliado del grupo.
Ghassan Skaf, parlamentario independiente, comentó: “Creemos que Hezbollah debe seguir conteniéndose y no intervenir, sin importar cuán grave sea la escalada”. Hezbollah está “débil ahora, no quiere iniciar ninguna acción” que lo haga impopular. Cualquier intervención militar sería ineficaz, “podría destruir el país. Sería un escenario en el que todos pierden”, aseguró. Aun así, advirtió que si el conflicto entre Irán e Israel escala a una guerra regional, “el panorama podría cambiar”.
Durante la guerra pasada, algunos partidarios de Hezbollah en Líbano se quejaron de que Irán no hizo lo suficiente para defenderlos, especialmente tras la muerte de Nasrallah en un ataque israelí masivo. Pero Qassir asegura que estas críticas no influyen en la postura actual del grupo. “Irán ha brindado apoyo militar, financiero y técnico durante décadas, pero no puede luchar en su lugar. Hezbollah nunca abandonará a Irán”, concluyó.
© 2025, The Washington Post.
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