
La ciudad de Buenos Aires esconde entre sus calles algunas de las joyas arquitectónicas más emblemáticas. Palacios, mansiones y residencias cuyas historias se nutren de la riqueza cultural de una inmigración constante a través de las épocas. Algunos edificios, por supuesto, se destacan por encima de otros, como patrimonios porteños únicos que hay que preservar a toda costa.
Otto Wulff, Monserrat
El Otto Wulff se encuentra en el barrio de Monserrat, en Belgrano y Perú, y pertenece al movimiento arquitectónico Jugendstil -una corriente del modernismo a veces comparable con el art nouveau pero que se desarrolló en países germanos-. Fue inaugurado en la Ciudad en 1914, aunque su piedra fundacional se colocó dos años antes. También tiene características del estilo neogótico y del renacentista, principalmente en los detalles de su fachada, en la que se destacan estatuas de cinco metros de altura. Aunque quizás lo más llamativo es su colección de animales: osos, búhos, loros, pingüinos y cóndores son tan sólo algunas de las especies que lo ornamentan.
La edificación fue producto de la sociedad entre los empresarios Otto Wulff y Nicolás Mihanovich. El arquitecto encargado del proyecto fue el danés Morten F. Rönnow, quien no sólo lo diseñó, sino que dirigió la obra. La construcción, en cambio, estuvo a cargo de los ingenieros Dirks y Dates. Hoy en día se encuentra en la lista de patrimonios arquitectónicos protegidos, pero su restauración todavía no está planeada.
Palacio Hirsch, Belgrano R
Esta mansión se encuentra emplazada en la esquina de Conde y Juramento y ocupa media manzana. Es un emblema de este pequeño sub-barrio porteño. Tiene 1.200 metros cuadrados cubiertos que Alfredo Hirsch le encargó al arquitecto Sutton y que fue estrenada en el año 1922. Es de estilo inglés de la época eduardiana, con inspiración francesa Luis XIII, y está rodeado de jardines austeros y muros bajos.
El Palacio Hirsch también se fue convirtiendo con el paso de los años en un pequeño museo. Dentro de sus muros se encontraba una pinacoteca con 26 obras de arte -entre las que destacaban cuadros de Rembrandt y Rubens- que más tarde fueron donadas al Museo Nacional de Bellas Artes. Hoy en día es de propiedad privada, y su uso es por ahora un enigma más de la ciudad.
La Colorada, Palermo
La Colorada fue bautizada de esta manera por el fuerte color de sus ladrillos a la vista, que convierten a este edificio de Palermo -en Cabello 3791- en uno de los más llamativos de la zona. Con un clásico estilo inglés, fue proyectado por el arquitecto británico Regis Pigeon en 1911. La superficie total es de 680 metros cuadrados y tiene 20 unidades. Una de las tantas curiosidades en torno a La Colorada es que aquí se filmó la película de 1988 Apartment Zero, de Martin Donovan, protagonizada por el actor inglés ganador del Oscar Colin Firth.
Chalet del Obelisco, San Nicolás
Esta curiosidad porteña es más antigua que el Obelisco. En plena avenida 9 de Julio, en la cima del edificio ubicado en Sarmiento al 1113 se alza un chalet, cuya concepción fue idea de Rafael Díaz, un inmigrante español. Se alzó en 1927. Su estructura era simple: tiene dos pisos y un altillo. Su diseño estaba inspirado en el estilo Normando nacido en Francia que tanto se podía apreciar en la arquitectura marplatense. El techo fue realizado a dos aguas y con una marcada inclinación.
Años más tarde, don Rafael pudo observar bien de cerca la construcción del ahora icónico Obelisco porteño en 1936 y la inauguración del primer tramo de la avenida 9 de Julio en 1937. Tenía la vista perfecta; una ventana hacia un Buenos Aires en evolución y en constante crecimiento; en su época de mayor esplendor, cuando todo parecía posible y el cielo era el límite.
La Abadía, Belgrano
En octubre del 2015, este edificio de Luis María Campos y Gorostiaga abrió sus puertas después de décadas de clausura. La Abadía, Centro de Arte y Estudios Latinoamericanos, llegó, luego de un extenso trabajo de restauración que continúa hoy en día, para ofrecerle al público una novedosa propuesta para la Ciudad que incluye un flamante centro de exhibiciones, y un espacio dedicado a conferencias, cursos, talleres, cine debates, foros y conciertos.
"El edificio empezó a construirse a principios de 1900", contó a Infobae Andrea González, la arquitecta encargada del proyecto de reacondicionamiento y revalorización del edificio. "Lo primero que se construyó fue la iglesia y después la Abadía. Los monjes benedictinos lo habitaban mientras todavía estaba en construcción, y, alrededor de 1970, sin haber terminado el edificio, se mudan de acá a un edificio en la localidad de Jáuregui en Luján, porque esto ya se había vuelto muy urbano para ellos, que son monjes de semiclausura".
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