
Siempre estamos buscando un nuevo hábito o un truco inteligente para optimizar nuestros flujos de trabajo en constante evolución. Y no faltan consejos, trucos, aplicaciones y hasta soluciones milagrosas a ese enigma universal. Pero la pregunta permanece intacta: “¿Cómo puedo hacer mis actividades sin ‘morir en el intento’?”
Un día cualquiera, de la mano de promesas que pueden ser poco confiables, nos bombardean con supuestas respuestas a nuestra sobrecarga cognitiva. Esperanzados con los resultados, es común imitar aquello que se presenta como “la solución”. Sin embargo, aunque es posible estar más disponible o ser más “productivo” (sin importar qué signifique eso), también se puede estar menos presente y, quizá, menos satisfechos con el trabajo y la vida diaria.
Sin la tecnología como aliada, si es que se ubicó en ese lugar, lo mejor es recurrir a algunos métodos decididamente poco tecnológicos que podemos incorporar (o reincorporar) a nuestra rutina laboral para ayudarnos a pensar de forma diferente y más creativa, arraigarnos en el entorno e incluso mejorar nuestro equilibrio entre trabajo y vida privada. Con este objetivo, la publicación Work Life de la empresa de software Atlassian pidió a sus lectores en LinkedIn que les cuenten qué técnicas no digitales (o, en algunos casos, menos digitales) utilizan y por qué.
Cuáles son las 3 formas en que las prácticas de baja tecnología podrían ayudarnos a trabajar mejor
1. Pensar de otra manera

Es tan simple como usar un cuaderno. Escritores populares como J.K. Rowling, Stephen King y Ocean Vuong son conocidos por utilizar técnicas de la vieja escuela, como escribir borradores a mano alzada.
Escribir a lápiz es más lento, más deliberado y más intencionado. Además, también puede mejorarse la memoria. “Es más probable que lo recuerde si lo escribo”, afirmó uno de los usuarios en la plataforma. “Si uso una computadora para tomar notas, literalmente lo guardo y no lo vuelvo a mirar”, argumentó otro. Mientras que un tercero, en una línea similar, dijo: “Sos capaz de memorizar más cuando usás papel y lápiz. Podés conseguir más volumen con una computadora, pero escribiendo recordás los aspectos más importantes de lo que estás escuchando”.
Otra forma puede ser elegir una llamada telefónica en lugar del Zoom, ya que puede ayudarnos a la concentración, no sólo en la persona con la que hablamos, sino en nuestro entorno en general. Al filtrar ciertos estímulos sensoriales -el sonido de una notificación, nuestra propia cara en la pantalla-, podemos centrar mejor nuestra atención en lo que necesitamos. “Siento que puedo concentrarme más porque no estoy preocupada por proporcionar señales visuales de escucha”, aseveró un lector.
2. Llevar el trabajo al espacio físico

En la misma línea de lograr esa conexión más intencionada y visceral con las ideas, “la lluvia de ideas en la pizarra... ayuda a articular los pensamientos y a visualizarlos siempre”, según una lectora. Esto se triplica cuando esta práctica se realiza en equipo. Enjambrar una idea y exponerla para que todos la vean -creando ese contexto visual y manifestando conexiones con solo deslizar un rotulador de borrado en seco- es como unir manualmente las ideas colectivas del grupo.
Lo mismo ocurre con la lluvia de ideas en una nota adhesiva. A menudo, en las primeras fases del proceso de ideación, la mejor manera de hacer fluir estos pensamientos es mediante ese satisfactorio ritual de despegar y garabatear a toda velocidad una hoja tras otra. Ubicándolas en la pared, ordenándolas y reordenándolas. Manipularlas físicamente y de esta manera añade una nueva dimensión al proceso de brainstorming.
3. Conciliar mejor la vida laboral y personal

Ya hemos hablado de la importancia de los rituales de desconexión, sobre todo desde que el trabajo a distancia se ha vuelto tan común. En esencia, son una forma de desconectar de los sistemas y artefactos del trabajo y, por supuesto, esto suele ser sinónimo de “alejarse de la tecnología”.
Los rituales ayudan. Facilitan la fluidez en el trabajo; nos ayudan a pasar de una tarea a otra a lo largo del día; y cuando son nocturnos nos ayudan a relajarnos y desconectar, estableciendo una frontera mental entre “trabajo” y “casa”.
Dave Brown practica un ritual que llama “desplazamiento analógico”. Dice: “Trabajo desde casa y sigo ‘desplazándome’, por la mañana dando un paseo (y tomando un café) y luego haciendo lo mismo al final de la jornada laboral (cambiando el café por cerveza, obviamente)”.

Puede que empiece el día con un café y un vistazo rápido a los titulares. Pero cuando llega la hora del descanso, ¿existe un ritual para levantarse y estirarse? ¿O pasear al perro? En nuestro mundo de trabajo híbrido, es necesario.
La fiel llamada de voz es perfecta para ambas cosas. Hay varias razones por las que una llamada telefónica -oído a oído, voz a voz- es eficaz, especialmente en contraste con nuestra forma de trabajar basada en el Zoom. En pocas palabras, hay menos distracciones. No hay que mirarse la cara, ni revisar la bandeja de entrada, ni responder a los mensajes de las distintas plataformas de comunicación. Por teléfono, escuchás de verdad. Y, además, brinda libertad.
Un nuevo ritual: tomá tu próxima reunión por teléfono. Salí a la calle, caminá y hablá por teléfono mientras mantenés una reunión 1:1 con tu jefe. Cameron Deatsch, CRO de Atlassian, lleva mucho tiempo recomendando una llamada telefónica para establecer relaciones virtuales. “No hay que hacerlo todo en Zoom”, adviertió. “Creo que una llamada telefónica normal, en la que me pongo los auriculares y salgo a dar un paseo mientras hablo con alguien puede parecer casi más personal. El formato diferente me permite tener otro nivel de conversación”.
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