Soledad Silveyra: “Me preocupa mucho la segunda ola por los que peor la están pasando; el país no tiene resto”

Recuperada del ACV la actriz se prepara para su vuelta al teatro junto a Veronica Llinás. En esta charla con Teleshow comparte su lucha para dejar el cigarrillo, festeja la vuelta al escenario, y cuenta que durante la pandemia viene viviendo de ahorros

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Tras su ACV Soledad Silveyra vuelve al teatro el 15 de Abril con "Dos locas de remate"

“No me gusta estar enojada con la gente, ni los rencores”, dice Soledad Silveyra. “Estoy muy cansada de tanta idiotez”, remata. La actriz, que descubrió a principio de año que sufrió un ACV asintomático, explica que desde entonces cambió su perspectiva sobre la vida. “Estoy aprendiendo a ver las cosas en su medida”, confiesa.

Dejó de fumar, sale a caminar e intenta reponerse del miedo que le dejó esta noticia. “No me animo a manejar porque tuve cuatro temblores de 15 segundos”, cuenta en esta entrevista con Teleshow. Y agrega que, a medida que se aleja en el tiempo de aquel episodio, las ganas de volver a subir a su auto van volviendo poco a poco. “¡Casi lo tenía en venta!”, advierte ahora.

La artista sigue de cerca la llegada de la segunda ola de coronavirus. Principalmente, lo que inquieta a Solita es “la incertidumbre”, esa palabra con la que el mundo tuvo que aprender a convivir. “Me preocupa, y mucho. Por todos nosotros, por los que menos tienen, por los que peor la están pasando. El país no tiene resto tampoco”, reflexiona.

Entre tanto, de la mano de Verónica Llinás y con la dirección de Manuel González Gil, Silveyra se prepara para el estreno de Dos locas de remate. Con el equipo de Jorge Ferrari, Pepe Uria y Juan Manuel Caballe en la producción ejecutiva, la comedia que encarnan las actrices es un infaltable para distenderse en estos tiempos que llegará el 15 de abril al Teatro Astral.

—Volvés al escenario y en un teatro que es una maravilla.

—No es un momento fácil para estrenar un espectáculo, pero es necesario. A tal punto que hay varias compañías. Se decidió esta vuelta al teatro de todos, sobre todo de los que le pusieron el cuerpo en diciembre. Hay que sumarse. Es difícil encarar un proyecto ahora sobre todo por lo próximo, la incertidumbre, esta palabra que es…

—El arte y la cultura acompañaron muchísimo en un año imposible para el mundo, y ahora esta dupla entre vos y Vero Llinás promete muchas risas en un momento muy necesario.

—Hace falta reírse. Es una obra que… Yo, por lo menos, hoy tuve que... (risas) Soy un horror. ¡Tres veces me hice pipí en el ensayo! (risas).

—¡¿Te hiciste pis en el ensayo?!

—Sí. Llinás me mata: está haciendo una cosa que no es para reírse y me mato de risa, tiene algo que me subyuga.

—En la obra eso puede ser un problema, Solita.

—¡Gravísimo problema! Va a haber que ponerse pañales de nuevo (risas).

—Se te ve muy bien, muy alegre. Nos asustamos todos en enero cuando nos enteramos del ACV.

Es rarísimo que te digan: “Usted tuvo un ACV”. ¡¿Cómo voy a tener un ACV?! En una palabra desgraciadamente tan de moda ahora: “asintomático”. Como entré al Otamendi volví a salir, porque no se me pudo poner el stent en la carótida, tengo tapada la izquierda.

—¿Hay que hacer algo con eso?

—Dejé de fumar. Tenés que caminar. Cuatro kilos en dos meses y un poquito más: ahora me puse a dieta furiosa porque tiene que llegar el escenario.

—¿Dejar de fumar costó?

—Cuesta horrores.

—¿Hacía falta un susto así de grande para dejar?

—Parece ser que así aprende el hombre, desgraciadamente. Había dejado de fumar en el 2005 y volví a fumar cuando entré con Marcelo (Tinelli) al Bailando.

—¿Los disgustos del Bailando te hicieron volver a fumar?

—No. La pasé brutal en el Bailando. Había disgustos, por supuesto, no los voy a negar, pero estoy muy agradecida a Marcelo. Desde ahí no dejé de fumar hasta ahora, hasta el 8 de enero que me dijeron: “Dejás o te vas”. Así que dejé. El público me ayuda muchísimo porque me crea un compromiso, funciono muy bien en equipo. El comprometerme con mis nietos. La de 11 (años), Clarita, es la que más loca me vuelve, la que me persigue, la que me caza cuando me mando alguna mentirita, si robé alguna pitada... Ese compromiso me ayuda muchísimo.

—Y no lo viviste con miedo sino como un aprendizaje para ir para adelante.

—Exacto, sí. Con algo de miedo, sí. No me animo a manejar porque tuve cuatro temblores de 15 segundos, más o menos. Eso fue lo que me alertó para ir a ver al neurólogo. No he vuelto a tener un temblor pero tuve uno que fue el peor de todos, que me asusté muchísimo. Estaba sola en la cocina de casa y se me cayó todo. Fue horrible. Ahí dije: “No manejo más”. Pero ahora ya estoy extrañando el auto.

—¿Hay alguna contraindicación médica para que manejes o el neurólogo dice que podés volver a manejar?

—No, el neurólogo dice que me de tiempo, que no deje de manejar ahora. Estos episodios se van a ir espaciando. No se han repetido en dos meses y medio. Casi tenía en venta el auto.

Soledad Silveyra: "No sería tan radical como son las pibas hoy, pero soy feminista de los 70"

—Se cumplieron 20 años de Gran Hermano, del “adelante mis valientes”.

—El “adelante”... ¡Casi me matan con eso! Nunca me voy a olvidar que vino (Claudio) Villarruel a decirme: “Solita, el país te va a matar, ¿cómo les vas a decir valientes a estos pibes?”. A mí me parecían re valientes.

—¿Te quedás siempre con buenas sensaciones de los trabajos?

—Es muy difícil que me quede mal, no guardo nada. Por supuesto, tengo mis temores. Dos mujeres en el escenario, que se pelean mucho, que se insultan, me da miedo. He pasado por alguna experiencia traumática y odiaría que me pasara algo así. Es un gran compromiso de las dos, porque es muy difícil la obra. Es una tragicomedia, y como todo lo tragicómico siempre hay que encontrarle el tono para que el espectador nos crea y no sea todo hecho de afuera. En eso somos iguales. La Llinás me gana en cuestionadora. Yo te cuestiono y te pregunto los por qué, parece una clase de filosofía más que un ensayo de teatro. Me encanta que sea así porque me saca un peso.

—¿Con Moria Casán la pasaste mal de verdad o era un chiste que tenían entre las dos?

—No, cuando Moria se pone… En el fondo... Adoro a Sofía (Gala), es una actriz maravillosa. Entonces, cada vez que la veo mal a Moria digo: “Pensá en Sofía”, y ya está. Lo que hizo con esa chiquita... Le perdono todo. No me gusta estar enojada con la gente ni los rencores. Estoy muy cansada de tanta idiotez.

—En ese sentido, ¿el ACV trajo algún aprendizaje?

—Estoy en pleno cambio. Soy una mujer que se hace... Todo es un mar de lágrimas enseguida: soy la emoción. Lloro por todo, todo es grande, enorme. Estoy aprendiendo a ver las cosas en su medida.

—¿Te preocupa que se venga esta segunda ola?

—Mucho. Por todos nosotros, por los que menos tienen, por los que peor la están pasando. El país no tiene resto tampoco. Me preocupa y mucho.

—¿Cuando te llegue el turno para vacunarte, te vas a emocionar?

—No sé si me voy a emocionar pero voy a ir corriendo.

—En cuanto a los proyectos, no te paralizás.

—No me paralizo, pero todo el miedo que no sentí en el 2020, está bien que me cuidé mucho, ahora digo: “No me tocó, me toca”. Me da mucho miedo.

—En su momento entrevistaste a Cristina. ¿Te hubiera gustado entrevistar a algún otro mandatario? ¿Te imaginás hoy entrevistando a Alberto?

—¿Al Presidente? No me imagino porque no tengo el programa; si tuviera el programa, voy por todos. Y por Cristina de nuevo, también. Sí, por supuesto.

—¿Hay alguien con quien no te sientes a hablar?

—No. Con todos, y cuanto más diferentes, mejor. Eso quiere decir mi capacidad de comprender al otro e intercambiar; la repregunta, que ahora es como que desapareció. En los dos canales más opositores eso se ve: preguntan pero no repreguntan. Creo mucho en la repregunta.

—¿Crees que los periodistas estamos muy amigos de los políticos?

—Excesivamente amigos. No sé si amigos es la palabra… ¡Peor! Están divididos en dos bandos. Estoy cansada de la pelea, de que no se discutan ideas, de que todo el tiempo se esté hablando del pasado del otro. Por favor, paren. Estamos nosotros acá, en el medio.

—Hace poco, en una entrevista con Cecilio Flematti, dijiste que correrías del escenario político a Macri y a Cristina.

—Utilicé una palabra que pido disculpas porque no la debería haber usado, que es “desaparecer”. “Tienen que desaparecer de la escena política”, dije. Es una palabra que no debí haber usado. Pero sí pido por favor que... Son los más álgidos, que venga una nueva generación. Miro la Cámara de Senadores y no puede ser que estén los mismos que cuando tenía 21 años. Es increíble.

—¿Hay alguien que te dé esperanza?

—Esperanza es una palabra que no sé si la tenemos ya. La gente joven es la que más confianza me da. Aunque pareciera ser que toda la escala de valores está absolutamente devaluada, en algún momento los pibes se van… Como lo pudimos ver con las mujercitas. No sería tan radical como son las pibas hoy, pero soy feminista de los 70. Entonces, les digo a algunas: “Chicas, a mí no me van a enseñar nada”. Toda esta la hemos vivido nosotras, tal vez ellas la viven de una manera más radical. A mí, que el hombre me abra una puerta, me corra la silla y me sirva el vino, me encanta. A las chiquitas no, dicen que no debe ser así. Está bien. Ellas tendrán sus hombres, yo tengo…

—Pero hay algo de la idea de la revolución de las pibas que te gusta, ¿no?

—Sí, por supuesto que sí. Además, les estoy muy agradecida porque hemos sacado la ley (del aborto).

—Alguna vez planteaste que ya era hora de que el Estado y la Iglesia se separen en la Argentina.

—Es hora, sí. El pañuelo que voy a usar va a ser ese. No como estandarte y llevarlo todo el tiempo, pero la Iglesia y el Estado deben estar separados. No puede un Estado estar sujeto a reglas que tienen que ver con algo religioso. No comparto para nada. Lo noto cada vez que voy a Uruguay: han crecido diferente mis orientales queridos.

—En ese sentido, ¿un papa argentino, cómo lo sentís?

—Me gustó muchísimo Bergoglio cuando vi su primera foto con los zapatos negros y no con esos escarpines de terciopelo. Eso me encantó. Tenía que llegar un argentino. Me salió la argentinidad. Ahora, cuando escuché que no iba a venir al país, me enojé mucho.

—¿Nos vamos a amigar en algún momento?

—Espero que sí, por el bien de los ciudadanos. No sé si amigar, porque no hace falta ser amigo. Lo que hace falta... No somos enemigos, pensamos diferente, habrá proyectos diferentes de país, pero hay cosas que son verdades en el mundo. No se puede ideologizar la política exterior. Hay que vender todo lo que podamos, la Argentina necesita dólares. Entonces, ¡pues a vender! La ideología dejémosla para adentro.

—¿Ahorras Solita?

—¡Soy un desastre!

—¿Quién te ayuda con las finanzas? ¿Alguno de tus hijos?

—Nadie. Me arreglo como puedo.

—¿Durante la pandemia tocaste ahorros?

—No todo, pero viví absolutamente de los ahorros.

—¿Eso genera angustia?

—Mucha. Una de las cosas que aprendí con el ACV es a no hacerme tanta mala sangre. Hasta donde llegás, llegás; y si no, vendés tu casa. Basta de hacerse tanto problema.

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