Nahuel Pennisi: “Antes lo primero que se decía de mí era que no veía, por eso me gusta que hoy hablen del artista y eso sea un dato de color”

Nació ciego y en una casa tan humilde que cuando llovía entraba agua: “Esa pobreza hoy en día se convierte en mi mayor tesoro”, afirma el artista que siempre confío en su talento y pasó de tocar en la calle a grabar en Los Angeles y cantar con los artistas más consagrados del país

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Nahuel Pennisi a solas con Teleshow

“Tuve que cargar esa cruz varios años: lo primero que se decía de mí era que no veía”, lamenta Nahuel Pennisi, que festeja que hoy lo principal sea su talento artístico, y no que es una persona con discapacidad visual: “Obviamente que eso nunca se va a dejar decir. Pero me gusta que se diga como dato de color, no como algo principal”.

Siempre supo que quería dedicarse a la música. Nahuel encontró en el arte un refugio y una forma de comunicarse que lo salvó durante un recorrido con muchas limitaciones. El origen humilde también pudo ser un impedimento, pero el amor y el apoyo familiar le dieron contención y la seguridad de que podía hacer en la vida lo que quisiera.

A días de presentarse en el teatro Opera, disfruta de su flamante paternidad. “Mateo me ha cambiado la vida. Es un mundo lleno de sensaciones únicas, de emociones indescriptibles. Estoy muy feliz. Un sueño cumplido, por todo lo que significa un hijo_ es un pedacito de uno”, dice el cantante, emocionado, sobre la llegada de su bebé, que hoy tiene dos meses.

Nahuel Pennisi declarado Personalidad destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires
Nahuel Pennisi declarado Personalidad destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires

—¿Cuándo te sentiste papá por primera vez?

—Cuando habían pasado 15 minutos del nacimiento. Me lo hicieron conocer. Yo estaba esperando ahí afuera de la sala de parto, y fue muy emocionante porque él lloraba, lloraba mucho, y cuando le empiezo a hablar, él se empieza a calmar, le digo: “Mateo, Mateo, estoy acá...”. Y él se empezó a calmar y se quedó tranquilo. Fue algo emocionante, se terminó de cerrar todo ahí. Estoy muy, muy feliz.

—¿Cómo es la conexión hoy?

—Es una locura: te hace ver a vos mismo. Estoy como en una regresión y recuerdo cuando yo era chiquitito. Porque cuando uno nace también es ilusión para otros, para sus papás. Es lindo sentirse hijo, en este caso sentirse papá, ver a tu papá sentirse abuelo. Muchas cosas que solamente se dan por la llegada de un bebé.

—¿Le cantás a Mateo?

—Sí, me encanta. Algunas canciones de cuna. Se queda escuchando, se queda mirando. De repente me emociona cuando entro a casa y escucha la voz y ya empieza a observar, empieza a mirar. Y despertar con él, conocer todas sus mañas.

—Tus papás te apoyaron siempre.

—Sí. Ellos son músicos así que estaban re contentos que yo elija ese camino. Hoy estoy acá también gracias a ellos.

Nahuel Pennisi junto a Lali
Nahuel Pennisi junto a Lali

—Contaste que parte del recorrido en la infancia, en la escolaridad, fue difícil al ser una persona con discapacidad. Sufriste bullying. También pasaron situaciones complicadas en tu casa, necesidades económicas que deben haber sido muy difíciles.

—Lo importante es poder transformar esas necesidades en cosas que a uno le hagan bien. Quizás en el momento de la escuela, más allá de sentirme solo, creo que elegía también estar solo, porque la conexión conmigo desde siempre fue muy para adentro y la música es un sentimiento abstracto. Si vos decís dónde está la música, agarrá la música, no la vas a encontrar, la música son sensaciones, está en el aire, está en el alma. Entonces buscaba eso y quizás la soledad que yo mismo elegía, me ayudaba. Y nosotros, con mi familia, pasamos momentos fuertes, eramos muy pobres, no teníamos nada, la casita donde vivíamos era bastante precaria. Y esa pobreza hoy en día se convierte en mi mayor tesoro. Me ha hecho valorar lo que tengo justamente por la experiencia vivida. Como familia pudimos sobrellevar ese momento y hoy transformarlo en una cosa muy linda.

—Cuando contás que eran muy pobres, lo decís en serio: si llovía en tu cocina entraba agua. Sin embargo, cuando te robaron el bajo, tus padres pudieron conseguir una guitarra. Hoy, ¿te toca a vos ayudarlos a ellos?

—Sí. Siempre los ayudo a ellos, y a mis hermanos, a mis abuelos. Siempre trato de aportar todo lo que pueda. Me acuerdo que una de las primeras cosas que hicimos fue arreglar la casita de mis viejos.

—¿Siguen en la misma casa?

—Sí, sí, seguimos en la casa, y la verdad que más allá de mi ayuda, puede ser económica, puede ser emocional, puede ser lo que sea, yo la pongo en el mismo lugar que cualquier otra ayuda de cualquiera otra familia. Cada uno ayudó desde el lugar que podía, y obviamente que yo ayudé con todo mi ser para el bienestar de mi familia y sobre todo de mí también, porque a veces, al estar lejos, pienso mucho en ellos: en dónde están y cómo están, y me da mucha tranquilidad que estén tranquilos, que estén bien.

—Son padres que han acompañado y que han ayudado a desarrollar tu vocación: hay gente a la que le cuesta mucho eso.

Valoro más esa ayuda que ellos tuvieron conmigo que mi ayuda económica. Valoro más lo que ellos me dieron, me incentivaron a dar lo mejor de mí. Uno va descubriendo su vocación a medida que pasa la experiencia, y después esa vocación se convierte en trabajo, y después uno ve los frutos por la dedicación y la disciplina.

Nació ciego y en una casa tan humilde que cuando llovía entraba agua: “Esa pobreza hoy en día se convierte en mi mayor tesoro”, afirma el artista que siempre confío en su talento y pasó de tocar en la calle a grabar en Los Angeles y cantar con los artistas más consagrados del país

Nahuel Pennisi dedicó una canción a todas las madres en su día

—¿En algún momento pensaste que no ibas a poder dedicarte a la música? ¿En algún momento estuvo la fantasía de trabajar de otra cosa?

—En realidad no tuve tiempo de pensarlo porque empecé muy chico. Igual, cuando yo era muy chiquitito hacía otras cosas además de música: me gustaba por ejemplo hacer atletismo, iba a los Torneos Bonaerenses ahí, en Mar del Plata, y competía en velocidad, en salto en largo. El deporte me ayudó a integrarme mucho, fue lo primero que me ayudó a crecer socialmente. Es re loco, re lindo. Tengo medallas guardadas. Me gusta mucho el deporte, muchísimo.

—¿Alguna vez sentiste que, por no poder ver, no ibas a poder realizarte en lo que quisieras?

—Eso nunca me pasó porque siempre me crié con mucha libertad, mis viejos me criaron con cero prejuicios y siempre, cada vez que me pasaba algo o cada vez que quería hacer algo, yo sabía que podía. Lo sabía no solamente por confiar en mí sino porque ellos también me decían: “Sí, vos podés”. A veces hay papás que, obviamente, quizás la ignorancia, quizás el no saber cómo… Me ha pasado que varias personas, cuando ven a una persona que le falta algo, empiezan a sentirse mal, a darles lástima. Y a ese lugar conmigo nunca llegaron, nunca. Yo transmitía otra cosa. Cuando me pasaba por ejemplo estar con algún amigo que tampoco ve, y a ese amigo le decían esto de la lástima, yo mismo le decía: “No, escuchame, vos tenés que ir para adelante, vos tenés que contagiar al otro que vos podés”. Y a los padres también: “Ustedes más que nunca tienen que ayudarlo”. Traté de compartir mi libertad con otras personas porque necesitamos ser libres para buscar lo mejor de cada uno.

—Vos empezás a cantar y a tocar en la calle para mostrar tu arte. Esa era una forma de tu libertad.

—Ese era el objetivo.

—¿Qué queda de ese artista que tocaba en la calle cuando hoy llena un Ópera?

—Queda todo, porque en la calle yo aprendí a ser espontaneo, aprendí a ser agradecido. Aprendí también a ponerme en el lugar de lo que le pasa a la gente que camina las calles. No me olvido nunca.

—Vos buscabas libertad, pero la plata que se juntaba ahí, también sumaba, ¿o no?

—Sí, sí, me acompañaban. Obviamente que cuando empecé a trabajar también sentía que el dinero que recaudaba, me ayudaba. Lo tomé como algo positivo y me acuerdo que lo primero que le dije a mi viejo fue que no me pagara más la escuela, que me la pagaba solo. Después me acuerdo que pusimos cable: me gustaba el fútbol. Para mí eso era todo. Me acuerdo que me compré un grabador que leía CD para sacar las canciones que aparecían en ese momento, entonces me compraba los CD que vendían en los trenes y los iba sacando.

—Sos muy autodidacta, tanto que termina renunciando un profesor por tu forma de tocar la guitarra, porque intentó decirte que estaba mal, hasta que te escuchó.

—Eso me pasó en el colegio. El profesor tomó una prueba, a cada uno le dijo que tocara algo, agarré la guitarra, y cuando me la puse para este lado, el tipo dijo: “No, empezamos mal”. Y yo le dije: “Bueno, pero yo toco así”. “No, pero esta es una técnica que no sé dónde lo aprendiste. Cosas raras, no”. “Bueno, está bien, pero por lo menos déjeme tocar”, le dije. Y me respondió que, más allá de todo, iba a estar desaprobado porque no era lo que él enseñaba. Cuando toqué, el tipo se fue del salón. Después vino la dire para decirnos que había renunciado. Lo volví a encontrar con el tiempo y nos pedimos disculpas. Él también aprendió mucho de eso.

—¿Qué edad tenías en ese momento?

—Era re chiquito: 12 años. Pero ahí arranqué, ahí empezó todo, y acá estoy. Recuerdo eso como si fuera ayer.

—Cuánto tiempo pasó desde aquel momento: hiciste tu carrera, te enamoraste, tenés un hijo.

—Sí, crear mi familia era un sueño. Poder ser independiente. Me han pasado muchas cosas que gracias a Dios pude superar desde un lugar de agradecimiento. Lo que más valoro es poder ayudar a otros chicos que por ahí tampoco ven o les pasa algo y siempre terminan hablando conmigo por la fuerza que les da lo mío. Quizás a veces uno no se pone a pensar en esto de historia de superación porque está metido en la vorágine de aprender, de buscar un poco más, quizás no se da cuenta todo lo que hizo. A veces me pasa que algunos periodistas cuando me presentan leen la biografía y yo mismo me sorprendo…

—De lo que ves hacia atrás, ¿qué decís: “Uy, no puedo creer que pasó esto”?

—Cuando me robaron el bajo. En ese momento me quedé un poco…

—Entraron a robar a tu casa y se llevaron todo, y entre las cosas, estaba tu bajo.

—En ese momento era mi compañero, sacaba canciones de Rodrigo (Bueno), y volví a empezar con la radio y con la guitarra. Entonces esa cosita de estar arrancando ahí en tu casa, tranquilo, y de repente hoy estar acá… Con una historia que se fue dando con los años, a mí me emociona. Me emociona y me hace agradecer, agradecer a la gente que siempre me acompaña.

—¿A quiénes les agradecés?

—Hoy le agradezco mucho a mi propia familia. Mi mujer y Mateo. Y mucho también agradezco a mi familia de origen, a mis viejos, a mis abuelos, a mis hermanos. Y también a los amigos, porque es la familia que vos elegís.

—¿Qué nos vamos a encontrar el 9 en el Ópera?

—Va a ser un concierto muy lindo, muy distinto. Vamos a tocar canciones que me vienen acompañando a lo largo de mi historia, que se fueron construyendo con los momentos de mi vida. Quiero contar una historia cronológica de mi vida a través de la música. Además, habrá homenajes a los artistas que a mí me dieron mucho. Canciones mías. Sorpresas, invitados de honor. Y también algunas canciones del nuevo disco que estamos por grabar ahora. Va a ser una cita hermosa.

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Nació ciego y en una casa tan humilde que cuando llovía entraba agua: “Esa pobreza hoy en día se convierte en mi mayor tesoro”, afirma el artista que siempre confío en su talento y pasó de tocar en la calle a grabar en Los Angeles y cantar con los artistas más consagrados del país