
El 2025 de Wanda Nara no se escribió en portadas de revistas ni en titulares de escándalo; se narró a través de una galería de imágenes cuidadosamente seleccionadas y compartidas en su cuenta de Instagram. La empresaria eligió mostrar su año desde la mirada más íntima: sin hijos, sin parejas, sin exmaridos ni rivales, solo ella misma, sus viajes, sus proyectos y sus objetos más preciados. Un manifiesto visual donde el lujo, la independencia y el trabajo personal desplazaron cualquier sombra del pasado.
“Mi 2025. Mis proyectos, mi marca, mi mundo, mi paz, mis viajes. Soy rica por tantos sueños que me cumplí”, escribió. La frase, repetida como un mantra, acompaña cada secuencia de fotos y revela la esencia de su balance anual. ¿Qué busca señalar quien tiene todo a la vista, pero elige no mostrar a nadie más?
Este año, Wanda se consolidó definitivamente en la Argentina. Los proyectos televisivos como Masterchef y Love is Blind -cuya segunda temporada pronto verá la luz- la ubicaron en el centro de la escena, mientras los conflictos legales y mediáticos con Mauro Icardi y la China Suárez la mantuvieron en el ojo público. Al mismo tiempo, se la vio en una relación con el empresario Martín Migueles, compartiendo momentos públicos y familiares. La disputa legal por sus hijas y bienes siguió latente, y su acercamiento a Maxi López, su exmarido y también parte del reality culinario, sumó otro capítulo inesperado. Sin embargo, todo eso quedó fuera de su relato visual.

Las primeras imágenes del año la muestran, entre otros paisajes, en Italia, en el ya icónico Lamborghini rosa estacionado en las calles de la ciudad, el traje masculino, la corbata. Una mujer de negocios, segura y sola. En otra serie, la empresaria aparece junto a una camioneta de alta gama, el baúl repleto de bolsas de compras. El lujo no es accesorio, es declaración. Cada objeto —bolsos de reconocidas marcas, perfumes, lentes, cámaras de fotos— se vuelve parte de un inventario de logros.
La secuencia continúa con detalles de su día a día: maquillajes de su línea de cosméticos, camisetas con inscripciones como “Badbitch” -su alter ego musical-, carteras de diseño, pequeños amuletos y accesorios de los más variados. El entorno es fluctuante: de interiores amplios y luminosos a paisajes naturales, de la ciudad a la playa, de la piscina a la montaña. Pero en todos, la ausencia de otros resulta el hilo conductor.
En el corazón de Jujuy, junto a un horno de barro o al pie de los viñedos, la empresaria traslada su universo a la tierra argentina. El contraste entre el paisaje y los objetos de lujo —botas estampadas, sombrero, cámara— refuerza la idea de una vida que se reparte entre raíces y conquista.

El verano la encuentra en la playa, bikini y reposeras vacías. El mar como testigo de una soledad elegida. Rodeada de flores fucsias o a bordo de un yate bajo el sol, ella sonríe a cámara. Sus productos, su marca, su presencia: no hay improvisación, todo está bajo control.
El relato se vuelve viaje. Ventanillas de avión, equipajes listos, estancias mínimas en ciudades. Un imponente bolso sobre la cama de sábanas bordadas, cosméticos alineados, la promesa de nuevos destinos. La independencia se reafirma en cada foto: “Soy rica por tantos sueños que me cumplí”.
En las imágenes finales, la celebración de las fiestas toma protagonismo. Árboles navideños iluminados, renos dorados, un Papá Noel gigante. Un oso de peluche sostiene un corazón con la inscripción “Te amo”, pero no hay familiares, ni pareja, ni hijos a su alrededor. Solo el símbolo, no la presencia. El inventario de zapatos de taco alto, carteras blancas y beige, maquillaje de primeras marcas: el lujo sigue siendo parte de la narrativa.

El avión privado aparece como otro escenario de poder y soledad. Wanda posa junto al fuselaje, luego viaja sola, copa en mano, rodeada de bolsos y cajas de Hello Kitty. El living de su casa, blanco y minimalista, transmite una calma que no se sabe si es refugio o elección.
El año también la lleva a escenarios imponentes: los domos de Salinas Grandes, las termas, los viñedos. En todos, la empresaria mira al horizonte, como si buscara responder una pregunta que nadie más formula: ¿Qué queda cuando se apaga el ruido y solo habla la imagen?
El recorrido visual de Wanda en 2025 es también una declaración de principios. No hay espacio para el escándalo, la disputa ni la exposición ajena. Solo ella, sus objetos, sus viajes, su marca. Un año contado en primera persona, donde la independencia, el lujo y el éxito personal desplazaron cualquier otro relato.
“Mi 2025. Mis proyectos, mi marca, mi mundo, mi paz, mis viajes. Soy rica por tantos sueños que me cumplí”, repite la empresaria, y el eco de esa frase recorre cada rincón de su álbum. Así, decidió mostrar lo que fue su año. ¿Para quién es este mensaje? ¿Para el mundo, para sus seguidores, o para sí misma?
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